La industria farmacéutica y sus cómplices ganan millones lucrando con nuestra salud mental.
Sábado 24 de noviembre de 2018 10:29
Cada vez más personas consumen psicofármacos. Los ritmos de vida te enferman y el sistema no te permite frenar: tomate una pastilla y seguí. Incluso aunque no sea necesario.
Que vivamos cansados, estresados, ansiosos, depresivos, etcétera, es producto de este sistema capitalista. Trabajar, mantener una familia, tener vida social, estudiar, dedicar tiempo al ocio... Todo en 24 horas que dura un día, imposible. ¿Cómo no enfermarnos si se nos exige tanto y disponemos de tan poco?
Ante los primeros síntomas a veces ni siquiera buscamos ayuda. "Es normal", nos justificamos. A lo sumo lo comentamos con algún amigo. Pero cuando estos síntomas se intensifican y nos impiden llevar adelante las múltiples tareas cotidianas es que nos decidimos y asistimos a una cita con un médico. Este profesional evalúa nuestra salud general y al ver que no hay nada "raro" nos deriva a su colega, el psiquiatra.
La mayoría de estos médicos, ante la descripción de los síntomas, te recetan alguna variante de ansiolíticos y/o antidepresivos. Muchas veces sin indagar sobre tu estilo de vida. Quizás te recomiendan que hagas terapia para complementar. A veces ni siquiera estudian tus niveles de serotonina, dopamina, adrenalina, ni tu cerebro en general. Es sencillo: con esas pastillas mágicas se van a ir todos los males que te aquejan. O no.
Cuando vas a la farmacia muchas veces comienza y en otras (si ya pagaste la orden de consulta, el plus, etc. al psiquiatra), continúa el dolor de bolsillo: esas pastillas cuestan tu comida de medio mes. Y las terminas comprando, confiando en que realmente te vas a sentir mejor.
Pero muchas veces no sucede. Y volves al médico a contárselo y ¿qué hace? Aumentar la dosis o cambiar de droga por alguna más "completa" (y cara). Conclusión: más dinero invertido en remedios que no siempre remedian.
Y así es el círculo: el sistema te explota y a cambio te da migajas; eso te enferma, entonces te ofrece "sanarte" a un precio desorbitante. Entonces me pregunto: ¿quién es el enfermo? ¿nosotros, que no nos alcanza la vida para todo lo que debemos/queremos/tenemos que hacer o el sistema que provoca esta forma de vida acelerada y asfixiante? A mí no me quedan dudas. Nuestra salud vale más que sus ganancias.