Con esta chabacana reivindicación de una de las tradiciones más reaccionarias del siglo XX se despachaba uno de los compañeros de lista de Corriente Roja para el 14F en un reportaje de la revista Temps. Los atajos oportunistas acaban generando estos incómodos compañeros de viaje.
Jueves 4 de febrero de 2021
Finalmente la candidatura impulsada por Corriente Roja (CR) y la Asamblea de Represaliadas y Activistas (ARA), bajo la etiqueta de Movimiento Corriente Roja, solo se presentará por la circunscripción de Tarragona. En las otras tres provincias no llegaron a reunir los avales necesarios que exige la proscriptiva ley electoral.
En otro artículo ya debatimos con el programa de este proyecto. Compartiendo algunos de los ejes que plantean, centralmente la lucha contra la represión del Estado y la Generalitat y una serie de puntos sociales progresivos, discutíamos con la idea u hoja de ruta establecida para conseguirlos, una suerte de implementismo desde las instituciones autonómicas.
La confianza en el binomio movilización social – desobediencia institucional, que ha sido el adn de todo el procesismo, sigue siendo a nuestro entender el talón de Aquiles de muchos de los sectores del movimiento democrático catalán que hoy se separan y desconfían tanto de las direcciones tradicionales de ERC o JxCaty PDECat, como de la misma CUP y su renovada apuesta por la mano extendida hacia los primeros en su “nou cicle” junto a Dolros Sabater y Guanyem.
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En el caso de Corriente Roja, una organización que se reivindica de la tradición del marxismo revolucionario, nos pareció una apuesta oportunista la de sumarse a un proyecto de este tipo, la contracara de la posición sectaria que mantuvieron de negarse a abordar la propuesta que hicimos desde la CRT para conformar un frente anticapitalista y de clase para estas elecciones.
Corriente Roja asumía de esta manera un proyecto que en nada tiene que ver con una política de independencia de clase -es por medio de las instituciones capitalistas que se propone conseguir sus demandas y la misma república- y menos aún una lógica de revolución permanente, en el sentido de imponer la liberación nacional por medio de una lucha revolucionaria contra los capitalistas, españoles y catalanes.
Por si quedaba alguna duda de esto, los candidatos del Movimiento Corriente Roja para el 14F, están encargándose de aclarar que su proyecto nada tiene que ver con el “trotskismo”. No sería esto un problema que no lo fueran, si el acuerdo político alcanzado con un sector de activistas fuera en una dirección de sacar lecciones del procés y en particular del 2017 en clave de independencia de los partidos e instituciones capitalistas.
Sin embargo, no es solo que ese no es el caso, sino que algunos, como el número 6 por Tarragona, Carles Ruiz, no tiene prurito en declarar recientemente en un reportaje en Temps que él es más de Stalin y Lenin que de Trotsky.
Una chabacana reivindicación de una de las tradiciones más criminales del siglo XX, el estalinismo. Que esta reivindicación la haga quien lucha por el derecho de autodeterminación de Catalunya lo hace aún más paradójico. Fue justamente la cuestión georgiana, las pulsiones de Stalin a restablecer el nacionalismo panruso sobre el resto de nacionalidades de la URSS, el primer gran objeto de separación y enfrentamiento con Lenin y el bolchevismo.
Lo hace además mezclando las banderas del bolchevismo representado por Lenin con quien supuso su negación, Stalin. El aniquilamiento de los soviets, toda forma de democracia obrera, la teoría del socialismo en un solo país en contra del internacionalismo y la eliminación física de toda la vieja guardia bolchevique, fueron la confirmación de esta negación y ruptura con la tradición revolucionaria de 1917.
No habrá sido un plato de buen gusto para las compañeras y compañeros de Corriente Roja este exabrupto de sinceridad, pero los atajos oportunistas suelen dar este tipo de incómodos compañeros de viaje.