La diputada nacional busca ubicarse como un “reaseguro ético” de la coalición gobernante. Pero, con Macri o el kirchnerismo, corrupción y capitalismo van de la mano.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Miércoles 24 de mayo de 2017
Este miércoles Elisa Carrió volvió a pedir la destitución de Silvia Majdalani, subdirectora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). En el mismo mensaje, le exigió a Macri que decida a quien “va a defender”, si a ella o la "señora ocho".
El pedido de Carrió se sustancia en la información que indica que la denuncia presentada en su contra -por enriquecimiento ilícito- fue un montaje. La diputada nacional ubica a la Inteligencia argentina detrás de esas supuestas operaciones. Por ende, a Majdalani.
La advertencia a Macri es la segunda en pocos días. Durante el fin de semana, mientras el presidente se encontraba de gira en Asia, Carrió había dado a entender que existía un pacto para proteger a Julio De Vido, el ex ministro de Planificación, durante el kirchnerismo.
La líder de la Coalición Cívica intenta presentarse como la “guardiana moral” de la gestión de Cambiemos. Con sus acusaciones se presenta como una suerte de fiscal que marca la cancha dentro de la coalición política oficialista.
Pero su verdadero objetivo es compensar las acusaciones de corrupción que no cesan de marcar al Gobierno de Macri. Acusaciones que evidencian, cada día más, que el discurso “republicano” y de defensa de las instituciones no fue más que un eslogan de campaña. En el terreno político, fue el correlato de la mentira de “Pobreza Cero”.
Ese barniz ético que se propone dar Carrió viene a intentar recubrir las denuncias contra funcionarios como Gustavo Arribas, Juan José Aranguren, Gabriela Michetti y el mismo presidente Macri. Desde su llegada a la Casa Rosada, cada uno de esos funcionarios -entre muchos otros- cosechó denuncias en cantidad. Al mismo tiempo, evidenciando la simpatía de la casta judicial logró sobreseimientos y faltas de méritos en tiempo record.
Las denuncias de Carrió tienen siempre una direccionalidad limitada. No está de más recordar que, cuando se conoció el escandaloso acuerdo del Correo Argentino y el Gobierno nacional, la diputada mantuvo un silencio sepulcral durante casi una semana.
Las peleas internas de Carrió se producen en el marco del crecimiento del escándalo de corrupción de Odebrecht. En diciembre de 2016, la misma empresa admitió pagos por U$35 millones entre 2007 y 2015 para la Argentina. Ahora, cuando se acerca la fecha en que parte de esa información podría tomar estado público, el Gobierno negocia un acuerdo con los representantes legales de la firma.
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En este sentido, las denuncias por corrupción de Odebrecht podría convertirse en una nueva crisis política para el oficialismo. Pero no sólo para él. La llamada “patria contratista” es parte del esquema de poder con el que funciona la clase capitalista. Ahí, los nombres no tienen color político. Figuras ligadas al macrismo como Marcelo Mindlin, Nicolás Caputo o Angelo Calcaterra (primo del presidente) se entrecruzan con los de Cristóbal López, Ricardo Jaime, Lázaro Báez, José López o Julio De Vido.
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La corrupción es inescindible del funcionamiento capitalista. Las coimas y sobornos son un lugar común de la relación entre el empresariado y el Estado que gestiona a favor de sus propios intereses. Se trata de un problema estructural.
En ese marco, las denuncias de Carrió no tienen otra finalidad que darle un barniz de "honestidad" a la gestión de Cambiemos, en el marco del camino hacia las elecciones. Cuando los números de la economía no sonríen para el oficialismo, un poco discurso anticorrupción puede compensar a la hora de los votos.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.