Los últimos días, un cartel de difusión en redes sobre un foro de debate organizado desde Pan y Rosas con una reconocida feminista, derivó en ataques de un sector del separatismo, del estalinismo y de militancia priísta y panista, hacia las organizaciones en las que milito, el MTS y la agrupación de mujeres Pan y Rosas, así como a mi persona.

Yara Villaseñor Socióloga y latinoamericanista - Integrante del MTS - @konvulsa
Viernes 23 de noviembre de 2018
Nos acusan de querer justificar teóricamente un supuesto encubrimiento, a partir de un debate con sectores del feminismo y del movimiento de mujeres que impulsan el punitivismo como salida política frente a la violencia.
También refieren a la denuncia de una exalumna contra mi camarada Sergio Moissen, exprofesor de la FCPyS, presentada al jurídico de la Facultad y que derivó en un despido fast track por “faltas a la probidad y honradez”, una cláusula laboral ambigua con la que la administración actual ha despedido al menos 20 trabajadores y profesores en la Facultad.
Hace unos días, la denunciante del caso, a quien nunca nos hemos referido por su nombre para preservar su identidad, que ella hizo pública en pleno derecho, incita a agresiones contra las mujeres de Pan y Rosas y llamó a boicotear este foro. Su llamado alentó amenazas de diversos grupos (priistas, panistas, estalinistas y feministas) contra mi persona y hacia mis compañeras. Se refiere a mí, ella sí, usando mi nombre y con acusaciones respecto a que yo o alguna compañera la hemos “agredido, perseguido y hostigado”, a ella y a su familia, lo cual es categóricamente FALSO.
El único acercamiento que tuvieron mis compañeras con ella fue cuando por acuerdo mutuo narró el contenido de su denuncia, antes de recurrir a las autoridades de la UNAM. No volvimos a tener contacto directo o indirecto con ella, no la agredimos, no la amenazamos y no tenemos contacto con su familia.
Jamás le dije a ella ni a nadie, que “recibió dinero de las autoridades” y mucho menos “expusimos públicamente su testimonio”. Éste fue hecho público por colectivas feministas, nunca por mi organización.
En ese momento, desde mi organización junto a nuestro abogado, exigimos un proceso transparente y justo, donde Sergio tuviera derecho a defenderse, como cualquier otra persona. Resaltamos que carecía de los derechos que gozan los académicos con plaza o con múltiples lazos al poder político en la UNAM, por ser un profesor anticapitalista, incómodo para las autoridades.
Propusimos frente a la izquierda, a las organizaciones del movimiento estudiantil y del feminismo, impulsar una comisión independiente para esclarecer el tema, instancia de la que no participaríamos como organización y cuya resolución acataríamos. Este planteamiento quedó sepultado tras la campaña de odio ya no contra Sergio, sino contra Pan y Rosas. Odio que por momentos se ha convertido en política que va más allá de redes sociales, incluso convirtiéndose en una campaña permanente de sectores feministas, llegando la denunciante a vender playeras alusivas al tema.
Desconozco el objetivo de la denunciante al mentir constantemente en particularidades como ésta y de las mentiras esparcidas por sectores del separatismo en ocasiones anteriores, como las calumnias contra Santiago Concheiro (también parte de mi organización), donde se demostró que la persecución en su contra tenía una intención política, a partir de acusaciones falsas.
Las consecuencias han sido ya muy graves, comentarios altamente misóginos, dedicados durante meses, a mí y mis compañeras, algunos de los cuales provienen del mismo feminismo que respalda a la denunciante. Han dicho que nos “prostituimos para cooptar”, que “estamos subordinadas” y “somos manipuladas” por nuestros camaradas varones y que “encubrimos abusadores”, nos llaman "machos con vulva". En las escuelas queman nuestros carteles y propaganda con actitudes porriles. Aprovechan nuestra constante actitud de no caer en sus provocaciones para hostigar en cada oportunidad.
Mantienen una campaña reaccionaria contra Pan y Rosas, aliadas hasta con el estalinismo, que despojó del derecho al aborto a millones de mujeres. Nos han llamado “puercas trotskas”, mientras aplauden que hombres coloquen piolets en muros de compañeras, como amenaza de muerte de fanáticos religiosos antiabortistas. Y disfrutan orinar nuestro contingente en la movilización contra la violencia a las mujeres, que dicen combatir. Nos gritan e insultan y con las compañeras menores de edad, las intimidan, molestan y amenazan.
Queremos resaltar que en esta campaña se han montado panistas y priístas que reproducen la política de Rectoría contra activistas y organizaciones de izquierda, como fue hace un mes cuando se señaló a compañeros del MTS en Acatlán, de “ser pagados por SEGOB y trabajar para cárteles de Guerrero”. Todo bajo la mirada complaciente de algunas feministas que practican la sororidad solo en el discurso y que plantearon abiertamente que nuestros compañeros podían ser narcos, haciendo la vista gorda de la campaña de criminalización.
Lamentablemente para la denunciante y su propia preservación personal y política, el caso contra Sergio ha sido utilizado desde un inicio como disputa política sobre las estrategias del movimiento feminista y de mujeres para enfrentar la violencia patriarcal, de la mano del Estado que nos asesina. Justo en un clima político de cacería de “machos progres”, que va de la mano de las autoridades universitarias y del inquisidor Tribunal Universitario.
El último año, un sector del feminismo separatista avanzó hacia posiciones cada vez más reaccionarias, como exigir policía en las escuelas, crear enlaces directos con Ministerios Públicos para las denuncias por violencia de género, más cámaras y mecanismos securitaristas. Incluso la impartición de talleres con “perspectiva de género” al ejército. Este feminismo ninguna lección ha sacado de la violencia militar ejercida contra miles de mujeres en México tras décadas de “guerra sucia”.
Yo cuestiono la salida política contra la violencia de este sector del feminismo separatista, expresada por gran cantidad de organizaciones feministas en veinte años de gestión feminista de la política pública: aumentar castigos y penas en busca de justicia en un sistema penal que le limpia la cara al Estado feminicida y explotador.
Proponen interpretar el mundo desde un prisma de víctimas y victimarios, que configuran a los hombres como enemigo, mientras el Estado avanza en la militarización, la violencia y las reformas, ¿pues qué más da mientras esté capacitado en perspectiva de género?
Nuestra perspectiva busca destruir al Estado capitalista y su democracia burguesa, con la perspectiva de transformar la realidad material de millones de mujeres para avanzar en la lucha contra la opresión, pero también por transformar el mundo de raíz y acabar con la explotación del ser humano sobre otros y sobre la naturaleza.
Sabemos que somos una voz dentro de muchas en el movimiento internacional de mujeres, que las ideas feministas y por los derechos de las mujeres, son ricas y diversas en teoría y práctica, por lo que no pensaríamos en acallar a ninguna de ellas y sí en dar apertura al debate y las propuestas que nos permitan enfrentar colectivamente la violencia del Estado y el feminicidio.
El separatismo es una corriente dentro del movimiento de mujeres, no el movimiento de mujeres en sí. Hay otros feminismos que plantean la posibilidad de reeducar y reinsertar a través del trabajo comunitario, o la sanación como vía para saturar la herida social del patriarcado, o los juicios públicos por fuera de la justicia burguesa para imponer justicia, en tanto el carácter parcial de ésta, en casos de violencia patriarcal, racista o xenófoba.
Las feministas negras en Estados Unidos siempre lucharon por dar una perspectiva feminista a la lucha contra el racismo, codo a codo con los hombres negros, que eran linchados sistemáticamente por los grupos fascistas con anuencia del Estado, mientras las mujeres blancas los acusaban de violación. La lucha de estas mujeres debería ser un ejemplo que inspirara al feminismo de conjunto.
La justicia no es venganza y el castigo sobre otros pocas veces fortalece colectivamente, más aún si viene del Estado que podría votar leyes de género o de protección a la mujer, pero jamás combatirá las causas estructurales que reproducen la violencia que nos aqueja, en particular a las mujeres trabajadoras y pobres.