Fue el jueves 11 en el marco de los 100 años de la Revolución Rusa, organizada por Pan y Rosas y Juventud a la Izquierda.
Valentina Schatz @valen.schatz Estudiante de Comunicación Social - UNJu
Sábado 13 de mayo de 2017 16:55
Con motivo del cumplimiento de 100 años del proceso revolucionario más grande visto en la historia del mundo se realizó una charla para analizar el rol que jugamos las mujeres en el mismo y los derechos que conquistamos. Después de un siglo, al resurgir el movimiento de mujeres, mientras seguimos luchando por derechos que en 1917 fueron incorporados en el proceso revolucionario, ponemos en el centro del debate ¿cómo podemos conquistar nuestra emancipación?
La Revolución Rusa inició el 8 de marzo (febrero en el calendario ruso), con miles de mujeres movilizadas que exigían paz, pan y que termine la autocracia. Como en la revolución francesa de 1789 y tantos otros procesos revolucionarios, las mujeres rusas encabezaron la lucha por la conquista de un nuevo mundo. A partir del relato de este hecho inició la charla que Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación internacional de mujeres Pan y Rosas y especialista en estudios de la mujer, realizó en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales.
La dirigente destacó que en Rusia, a partir de la toma del poder por parte de la clase obrera y el partido Bolchevique en la Revolución de Octubre, la cuestión de la mujer se abordó desde todos los ángulos, pensando qué políticas desarrollar hacia los sectores más vulnerables (como las mujeres, los niños, etc.), qué política para enfrentar exitosamente la violencia, la desocupación y otros problemas surgidos del proceso revolucionario en un país con enorme desigualdades; y sobre todo cuestionó la relación entre el capitalismo y el patriarcado. En síntesis los bolcheviques que dirigieron la Revolución Rusa se propusieron sentar las bases sociales para cambiar definitivamente las relaciones entre hombres y mujeres.
El naciente Estado Obrero de la Rusia de 1917 dio a las mujeres derechos que en las democracias capitalistas más avanzadas de aquella época no se imaginaban: el derecho a votar y ser votadas, el derecho al divorcio gratuito y a pedido de cualquiera de las partes; el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en los hospitales; guarderías, comedores y lavaderos comunitarios en el camino de eliminar la “esclavitud doméstica”; la separación de la Iglesia del Estado y la libertad de credos; la despenalización de la prostitución y de la homosexualidad, por mencionar sólo algunas medidas que fueron conquistadas décadas más tarde en los países centrales y que en muchos otros países aún seguimos peleando. Pero Lenin señalaba que “la igualdad ante la ley no es aún la igualdad ante la vida”, por lo cual era necesario que la revolución triunfara en todo el mundo.
La derrota de la revolución en el plano internacional, la pobreza profundizada en Rusia asediada por la invasión de ejércitos imperialistas y por la guerra civil en la que murieron millones de obreros y campesinos de la generación dirigente de la revolución, fue abriendo paso a un proceso de burocratización que empieza a consolidarse tras la muerte de Lenin, abriendo paso al fortalecimiento del stalinismo que, como parte de liquidar las conquistas revolucionarias en todos los planos, atacó duramente las conquistas de las mujeres que así vieron retroceder sus derechos: se ilegalizó el aborto, se volvió a criminalizar la homosexualidad y se aprobó la pena de muerte desde los 14 años, por mencionar algunos ejemplos.
Entonces,¿qué muestra la revolución en relación a las mujeres? Nos muestra que no hay proceso revolucionario sin que las mujeres estén al frente, ya que en todo proceso revolucionario se necesita que las mujeres, que sufrimos lo peor de la explotación y el capitalismo y nos encontramos en total desigualdad con respecto a los hombres, tomemos en nuestras manos este proceso, ya que sin las mujeres no es posible hacer la Revolución.
En los 70 asistimos a una nueva oleada revolucionaria y el surgimiento de nuevos movimientos democráticos que fueron derrotados por el capitalismo, instaurando el neoliberalismo que triunfó en base a asestar duros golpes a la clase obrera y sus condiciones de vida y que planteó que no había más alternativa que el capitalismo; pero también separando a estos movimientos de las luchas de los trabajadores. Se configuró un mundo con una contradicción aguda para las mujeres que cada vez sufrimos mayores agravios pero que adquirimos mayores derechos formales; en esta situación amplios sectores del movimiento feminista se incorporarán al Estado y a las empresas para desde allí proponer políticas de género. Esta situación que se mantuvo en las tres últimas décadas, significó que el movimiento feminista perdiera el diálogo con el conjunto de las mujeres y su perspectiva radical de cambio revolucionario.
Hoy la crisis capitalista del 2008 nos muestra cómo las democracias capitalistas buscan nuevamente que la clase obrera pague la crisis, salvando a bancos y empresarios mientras las mayorías vemos cómo la precariedad y la pobreza aumentan. Las mujeres que nos llevamos los golpes más duros, además atendemos al recrudecimiento de la violencia machista y los femicidios; es en este contexto en el que nuevamente se despierta el movimiento feminista que hasta hoy se configura en dos grandes tendencias, una que propone reformar al capitalismo y otra que considera que no es posible el cambio social, y por tanto la tarea es resistir individualmente.
Pero el desencanto y descontento con las democracias capitalistas que se expresan en el mundo con miles de mujeres marchando contra Trump, Temer, Macri y todos los gobiernos que representan los planes que los capitalistas tienen para nosotros, trajeron también al debate una nueva propuesta, el de un feminismo que cuestione al capitalismo. Desde Pan y Rosas somos parte de este sector y partimos de cuestionar los fundamentos en los que se sostiene la desigualdad en el capitalismo (la explotación) que configuraron un mundo donde 8 hombres tienen la misma riqueza que 3600 millones de personas -de las cuáles las mujeres somos el 70% entre los más pobres; pero también nos proponemos encontrar en la clase obrera y la juventud aliados estratégicos que nos permitan sentar las bases para transformar la realidad, terminar con el capitalismo y conquistar el gobierno de nuestras vidas, como lo hicieron hace 100 años los hombres y mujeres que llevaron adelante la Revolución Rusa.