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Por Las Redes. “Científicos” del porfiriato: casta política de la dictadura de Díaz

Ante el rechazo del recorte del 75% al presupuesto de la ciencia por parte de científicos del Conacyt, el CIDE y el Cinvestav, López Obrador sostiene que los “científicos” apoyaron al porfiriato. En realidad, eran integrantes del gabinete de Porfirio Díaz, que se ubicaban en la corriente positivista de Augusto Comte, y justificaban los abusos y la represión en nombre del “orden y el progreso”. No, no eran científicos.

Jueves 28 de mayo de 2020

Porfirio Díaz y miembros de su gabinete en 1910. Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Comte, uno de los referentes del positivismo, era un acérrimo defensor del orden burgués y de la propiedad privada de los medios de producción, enemigo de la lucha de clases y pretendía poner un signo de igual entre la sociología y la mecánica y la biología, al mismo tiempo que postulaba una “física social”. Marx, Engels y Lenin en múltiples oportunidades debatieron contra el positivismo por su carácter anticientífico.

Fue Gabino Barreda quien introdujo el positivismo en México. Cuando fundó la Escuela Preparatoria, creó un semillero de altos funcionarios e intelectuales que se adaptaron a las condiciones del régimen porfirista, fueron parte de su gabinete y le dieron cobertura ideológica.

Popularmente, estos personajes se conocieron como los “científicos”, pues su discurso exaltaba el conocimiento de las ciencias y la experimentación para responder a la realidad de la época y justificar todos los actos represivos y de despojo contra el pueblo y a favor de los terratenientes y de los empresarios del siglo XIX. Toda la acción de los “científicos”, que no eran tales, buscaba justificar las atrocidades del porfiriato.

Estos “científicos”, liderados por el “francés” y líder de los aristócratas José Yves Limantour, Rosendo Pineda, Justo Sierra, los Creel, los Bulnes, los Zamacona, los Pombo, los Corral, entre otros, hacían ideología para justificar las brutales acciones de Porfirio Díaz. Eran particularmente afectos al tráfico de influencias y “científicamente” enriquecidos con los generosos premios que les otorgaban el porfiriato por sus servicios.

La analogía que estableció López Obrador entre los “científicos” del porfiriato y los científicos que se oponen al recorte de presupuesto es errónea. Pero tampoco se puede tener una visión ingenua de la ciencia: hoy está al servicio de las trasnacionales y los gobiernos de turno, no al servicio de las mayorías. Se investiga sólo aquello que en el terreno de la producción o en el ideológico sirve a la clase dominante.

Ante la pandemia que enfrenta el mundo, recortar fondos para investigación es un despropósito. Pero también es cierto que un pequeño núcleo de científicos de carrera son los que se quedan con la parte del león del presupuesto, para salarios de cientos de miles de pesos, mientras los investigadores y becarios apenas subsisten. Y son estos sectores los más golpeados por los recortes presupuestarios, así como los trabajadores y técnicos que hacen posible el funcionamiento de las instalaciones académicas y laboratorios.

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A su vez, tal como está organizado hoy el aparato académico que produce la ciencia, desde ya que hay margen para que se asigne dinero a investigaciones que nada aportan a las necesidades de la mayoría de la sociedad, o que se den actos de corrupción. Pero para eso, el presupuesto debe ser controlado por una Comisión Fiscalizadora de académicos, investigadores, técnicos, trabajadores y becarios de las instituciones que se dedican a la investigación científica, como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN (Cinvestav) y el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE).

Por todo esto, en realidad es necesario que los científicos y académicos, junto a los investigadores, becarios, estudiantes y trabajadores -empezando por los del Conacyt y de las universidades-, pero sumando a trabajadores de distintos sectores, son quienes deben decidir qué temas investigar en función de la utilidad de esas investigaciones para la mayoría de la población.

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