Diciembre es el mes de los balances, y para no quebrantar el espíritu, voy a hacer el balance del año en la clave que más nos gusta: en clave literaria. He aquí un pequeño recorte de los libros escritos por escritoras y escritores argentinos que más me gustaron del 2018.
Facundo Tisera @facu.tisera.11
Domingo 30 de diciembre de 2018 22:22
Felices hasta que amanezca, de Florencia Abbate: empiezo la lista tomándome licencias, como de costumbre. Este excelente libro de cuentos de Abbate se editó en octubre del 2017, con lo cual no es, técnicamente, un libro del año que termina. Sin embargo, lo presento en ésta lista porque es de los mejores que leí en el 2018. Compuesto por nueve cuentos largos, “Felices…” tiene una sensibilidad poética que bajo ningún concepto se arrastra hacia la cursilería o el barroquismo. De mixtura Saereana y Airana, la escritora despliega un estilo propio que conduce al lector hasta los confines de tramas que nunca se sabe cómo pueden terminar. Precisión y frescura. En mi opinión, una de las mejores escritoras de la actualidad.
Prins, de César Aira: El candidato argentino al premio Nobel nos sorprendió con una novela nueva y apasionante. El gran reto que se presenta siempre con Aira es la pregunta típica: ¿con qué nos va a sorprender ahora que conocemos (casi) todos sus trucos? La respuesta: con Prins. En este libro Aira se parodia a sí mismo y a los escritores de su época. El personaje es un escritor sin ideas que decide abandonar la literatura y entregarse al opio. Como es de esperar, en este universo airano nada es lo que parece. Hay que decir también que en este caso el autor llega a profundidades metafísicas nada soslayables. Demuestra una vez más porqué es el escritor vivo más representante de la literatura argentina actual.
Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara: Segunda licencia –y no prometo que la última- el libro se editó en octubre del 2017. Al igual que el de Abbate, vale la pena recordarlo en ésta lista. “Las aventuras…” es un libro difícil de explicar. Es una de esas obras que literalmente patean el tablero. Imagínense que alguien tome al personaje más emblemático de la literatura argentina –el gaucho Fierro- y lo de-construya con toda la fuerza simbólica de la literatura. Ahora bien, imaginen que en ese proceso denuncie además la misoginia nacional y, de paso, sea todo lo políticamente incorrecto que se pueda ser. Imaginen que toque las temáticas de género y que cuestione el nacionalismo berreta. Todo eso, en manos de Gabriela Cabezón Cámara, que además, escribe con una perfección técnica que te da cosquillas en el cuerpo. Leer a Cabezón Cámara es como escuchar a Jaco Pastorius: no se le cae nunca una nota. Libro para leer y releer. Es verdad que es del 2017, pero si la historia se acomodara sola, podríamos decir que es el libro políticamente más representativo de éste 2018.
Tres monedas, de Jorge Consiglio: Novela corta de Consiglio que se mueve en un registro completamente distinto a los anteriores. Leer a Jorge es como leer un poema. Sostiene una escritura poética en la cual logra lo más difícil, que es no caer en la grandilocuencia ni en la metáfora vacía. “Tres monedas” se trata de tres personajes que caminan sus vidas con cierto automatismo refractario. La trama se abre cuando sus cáscaras comienzan a quebrarse y se empiezan a cuestionar hasta lo que tenían aferrado en sus manos. La obra de Consiglio tiene un patrón común: la elección de las palabras con las cuales narrar no es nunca azarosa. Escribe lo que tiene que escribir y nada más. Un escritor que continúa construyendo una obra sólida y cautivante.
Kentukis, de Samanta Schweblin: Último libro de una de las escritoras más reconocidas y premiadas de nuestra literatura. En esta segunda novela, Schweblin da un giro distinto a lo propuesto en su nouvelle “Distancia de rescate”. “Kentukis” cuenta una realidad atravesada por una invasiva tecnología. Los Kentukis se desplazan por las habitaciones del mundo y sus amos, más expuestos que nunca, se prestan al voyeurismo inquietante de sus mascotas humanas. La autora logra, como siempre, crear ambientes reales en los cuales lo fantástico está a flor de piel. Podría pensarse como una novela de ciencia ficción, al mejor estilo Black Mirror. La narración es pulcra y directa. Logra su cometido y nos hace sentir incómodos. Samanta vuelve a sorprender y demostrar que es una de las mejores de su tiempo.