Miércoles 29 de octubre de 2014
Entre muertes, violaciones, estupro, golpes, amenazas y demás yerbas, se cometen 5 delitos por día contra las mujeres, cinco delitos que son o serán crónica de una muerte anunciada en la cuál la policía y las instituciones del Estado intervienen como cómplices directos y necesarios para que tales actos sean perpetrados.
Cinco mujeres por día son víctimas de distintos actos contra su condición de mujer sin contar los insultos por manejar de tal o cuál modo, los piropos, las “manos” en los boliches, los roces que algunos caballeros se creen con atribuciones de realizar en lugares públicos, las humillaciones en nuestros ámbitos de trabajo, las miradas procaces, la cosificación, el juicio moral permanente y la violencia mediática en términos generales ya que esta cifra relevada por la dirección general de estadística y censos de la provincia de Entre Ríos refleja exclusivamente lo informado por la policía de la provincia (registro a su vez tomado de las denuncias probadas; es decir: el papelito del papelito, declaraciones tomadas por los mismos femicidas y deudores de cuotas alimentarias).
Cinco mujeres por día es un promedio fatal que es responsabilidad de las autoridades; de las mismas autoridades que proclaman soluciones clientelares y se consuelan frente a la muerte de cientos de mujeres declarando que no es posible ayudar a todas. Pues bien, dadas las circunstancias lamento aclarar a esas señoras de aspecto impecable que el derecho a la vida no es un favor que nos otorga dadivosamente el presidenciable soñador, que la salud, la educación, el trabajo y la igualdad de oportunidades son derechos universales y que es obligación del estado y sus representantes garantizarlos. Esta obviedad es a urribarri lo que a la humanidad el misterio de las pirámides. Lejos estamos de aquél hombre indignado que proclamó conmocionado que se comprometía a erradicar la lacra machista, lejos estamos de cumplir los ideales de justicia prometidos, por el contrario; en tanto avanza la reglamentación de la ley, los procedimientos obstaculizantes, revictimizantes y doblemente vejatorios crecen exponencialmente y son reinventados una y mil veces por la funcionaria a cargo.
Cinco mujeres por día son víctimas de delitos contra las mujeres aquí en Entre Ríos o al menos eso indican las cifras oficiales.
Cinco mujeres por día y el mismo gobierno que releva estos datos sostiene la maquinaria de la muerte, el mismo gobierno que nos propone vivir un maravilloso sueño, el mismo gobierno que nos hace sentir a cada paso, que un final fatídico se acerca ineludiblemente.
Cinco mujeres por día es un aberrante promedio y fiel reflejo de la desidia, el machismo recalcitrante y la desinformación con la que se aborda la problemática en la provincia de Entre Ríos.
Bien sabemos las mujeres que no nos mata una sola bala, nos mata una sumatoria de violencias que resultan imperceptibles para quienes deberían tomar cartas en el asunto, que avergüenzan a nuestro entorno familiar, que nos avergüenzan y justificamos. Somos señaladas cuando pedimos consejos, somos juzgadas en los hospitales, en nuestro ámbito y en el estrado. Nos agobia la impotencia y la desesperación; necesitamos que nos crean, necesitamos que nos socorran, necesitamos dejar claro que somos buenas personas y necesitamos que alguien se haga cargo.
Cinco mujeres por día sufren delitos sólo por el hecho de ser mujeres y a nuestro gobierno, verticalista, patriarcal y misógino donde todos son sordos, ciegos y mudos le importa un bledo ya que toda su estructura está pensada para condenarnos a padecer dos veces: una por ser pobres y otra por ser mujeres.
Las escenas de gritos, burlas, desdén y malos tratos protagonizadas por estos personajes nefastos que dicen que velan por nuestro bienestar son moneda corriente en todos sus ámbitos; esperas eternas, groseros desplantes, olvidos, burocracia, cuestionamientos absurdos y de nuevo la burla, los gritos, el maltrato.
La indiferencia y la ignorancia son premisas fundamentales para sostener la tortura y exposición de las mujeres víctimas, que son obligadas a contar su historia atentando contra el derecho a la denuncia única, los argumentos como "no tenemos presupuesto" son la excusa perfecta para negar los subsidios destinados al autovalimiento de la mujer vulnerada, la insistencia en acudir primeramente a la secretaría un capricho que sólo se explica con las fotos en primera plana.
Este genocidio del cuál quienes ostentan el poder no hablan, se llama terror machista y se llama terrorismo de Estado. La violencia que el gobierno de esta tierra soñada ejerce sobre las mujeres al desconocer las leyes y sus reglamentaciones se llama omisión, es violencia institucional y constituye un delito grave, digno de ser observado por la nación y por los organismos que tienen incumbencia a nivel internacional. Y poder pensar el femicidio como un acto de terror machista y como terrorismo de estado nos permite evaluar la ineficiencia, inoperancia de las políticas públicas implementadas a partir de la ley y exigir -ahora mas que nunca - todos y cada uno de los Derechos por los cuales las mujeres peleamos desde hace siglos.
La modalidad sui generis del abordaje de las violencias contra las mujeres y de la ley 26485 no sólo atenta contra la víctima de violencia sino contra la ley misma y sus principios rectores, entre los cuales se encuentra, por ejemplo, la declaración universal de derechos humanos, expresión que según dicen, ha sido protagonista de la década.
Sin ánimos de desmerecer, jamás han sido tan bastardeados los derechos humanos de las mujeres como en este tiempo. El asistencialismo vacío de contenido y argumento, mal aplicado, fuera de tiempo y bajo formato de ‘premio-o-castigo’ resulta un efectivo detonante para agravar el tormento de las mujeres y precipitar de cada una de estas muertes.
Cinco mujeres por día son víctimas de delitos contra las mujeres en Entre Ríos. No es una, no es sólo Fernanda, Carina o Priscila, somos todas y somos las hijas, hermanas, novias, esposas, tías, primas, socias y madres que los parieron.