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Cine argentino, ajuste y fin de ciclo, opinan cineastas y críticos

Javier Gabino

CINE

Cine argentino, ajuste y fin de ciclo, opinan cineastas y críticos

Javier Gabino

Ideas de Izquierda

Realizadores, trabajadores del medio y críticos reflexionan sobre las mismas preguntas. Benjamin Naishtat, Clarisa Navas, Tatiana Mazu, Patricio Escobar, Ximena Gonzalez, Alejandro Rath, Ezequiel Radusky, Violeta Bruck, José Campusano, Lucia Casado, Gabi Jaime, Ana Fraile, Gustavo Alonso y el crítico Roger Koza. Diversidad de formas de producción, de perspectivas y experiencias atacando los mismos problemas.

El impulso inicial para hacer esta serie de artículos que aquí compilamos fue la certeza de que la actual situación de “crisis de hacer cine” en Argentina se ubica en un punto límite no metafórico. Aunque “la crisis” sea la naturaleza en que se realizan siempre las películas independientes.

Con diversidad de voces, abriendo el debate, ese punto de inflexión fue abordado por todes les participantes de este intercambio, cuyas obras expresan una multiplicidad de experiencias, estéticas y preocupaciones. Lo cual hace más interesante leerlos atacando los mismos problemas, aunque las perspectivas y salidas son diferentes, parte de un debate en curso.

La “novedad” de la crisis actual es la coordinación en una aguda línea descendente de la tríada “producción, distribución y exhibición” que es la base del circuito de las obras audiovisuales. Históricamente el problema siempre fueron los dos últimos factores controlados por “las majors” (las grandes productoras de Hollywood) que dejan a la abrumadora mayoría del cine que producimos como obras exiliadas en su propia tierra.

Aun en esta situación adversa, la producción tuvo “oleadas” que evidenciaron el persistente deseo de contar nuestras historias, con o sin ayuda estatal. Esto incluyó movilizaciones y conquistas como el acceso al fomento del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) a través de la vía digital documental en 2007, sin la necesidad de “antecedentes” ni de tener una empresa detrás, y con comités de selección elegidos por las asociaciones del sector. Alejadas de estas necesidades, las grandes empresas productoras siempre se ubicaron aliadas a las multinacionales internacionales cinematográficas, negociando una parte del “mercado cultural” saturado de productos norteamericanos, sin olvidarse de echar mano en ese objetivo de los fondos públicos.

En este esquema, la pandemia que se desató en 2020 no inventó nada, aceleró los procesos de transformación que se venían gestando y para los cuales no había plan de contingencia.

En lo que hace a la producción, se llegó a un freno casi total al trabajo en lo que se denomina como “industria”, con algunas reactivaciones en 2021 relacionadas a la ficción y series, pero acompañadas ahora de mayor precariedad. Para enfrentar esas consecuencias directas de la pandemia no hubo ninguna política favorable sustancial por parte del gobierno para los técnicos. Y aún más, pasado un año y medio del gobierno que había prometido desmontar la herencia macrista, el camino del Instituto de Cine puede considerarse sustancialmente una continuidad de las políticas de ajuste y restricciones del macrismo. Los reclamos y las exigencias del sector no son escuchadas. Aunque sí lo son las grandes ganadoras del momento, las plataformas internacionales de streaming.

El plan “Contenidos Argentinos” anunciado en abril por el propio presidente Alberto Fernández junto a Tristán Bauer y Lucrecia Cardoso, entre otros funcionarios, dirigentes gremiales y acompañados por importantes empresarios del sector como Adrián Suar, apuntó en ese sentido, otorgando exenciones impositivas a las grandes plataformas como Netflix, Amazon, HBO; y se abrieron negociaciones y planes para “orientar la producción” en función de sus intereses económicos y de “contenidos”. Encarnan la misma guerra de las viejas “majors” por otros medios, pero con la misma agresividad de ganancias.

La N roja se expandió enormemente y hoy tiene al menos el 65 % de la importación de “productos audiovisuales” al país, esto es unos 5 millones de suscriptores únicos. Y diferentes estudios indican que en “los contenidos” que ofrece apenas un 3 % son de origen nacional. Aunque el streaming permite un poco más de diversidad, la porción principal de la torta es obviamente de la cocina norteamericana y al acomodador algorítmico le encanta ofrecerla. Mientras la apertura de salas a partir del 18 de junio es otro ejemplo del punto límite, simplemente los tanques de Hollywood salieron en busca del tiempo perdido. Elevaron casi al 100 % la ocupación de pantallas bajo “protocolo covid” (mientras la única “producción nacional” es una tanqueta de Patagonik).

Como corolario de esta situación el gobierno nacional mantiene en vigencia la fecha de caducidad para el año 2022 del “Fondo de fomento cinematográfico” lo cual quitaría los recursos propios del INCAA. Esto sería un golpe definitivo a las formas de financiamiento de la producción a las que puede acceder el cine independiente, aun con mil trabas. Esta situación es denunciada por múltiples asociaciones que se encuentran gestionando la derogación de ese artículo, pero lo cierto es que depende del actual oficialismo hacerlo: el Frente de Todos puede hoy mismo ponerlo en tratamiento y conseguir la mayoría para aprobarlo, y no lo hace.

Quien escribe, como parte de las distintas miradas y debates en curso, considera que en este guión toda relación con la historia latinoamericana está permitida y es deseable recordarla. Es imposible que una fuerte crisis de las llamadas “producciones simbólicas” no acompañe el crecimiento exponencial de la desigualdad en nuestro continente, la concentración de la riqueza y el descenso a la pobreza de 22 millones de personas más sólo en el primer año de pandemia. Una situación que se expresa igual de trágica en Argentina bajo la continuidad de los planes acordados con el FMI. Si hacer películas, libros, teatro, música, arte, siempre fue un problema para los habitantes del... ¿sur global? ¿los países subdesarrollados? ¿las semicolonias?. Ahora estamos en un momento límite no solo para el cine, y en el que todas las ambigüedades deberían descartarse.

En 1978 Jorge Sanjines recordaba que “su primer película seria” había visto la luz en 1963, pero que en esos 15 años “la mayor parte de las películas pensadas y soñadas habían quedado en los papeles o en el interior de nuestro pensamiento, esperando resignadamente el día en que pudieran existir.” Sin embargo, se entusiasmaba porque “unas cuantas” habían logrado llegar a sus destinatarios y “provocado inquietudes y reflexión”. Contrario a cualquier resignación, traigo la cita solo para recordarnos nuestro destino sudamericano. La generación de cineastas de los 60 y 70, tanto los ultra politizados como los menos, tenían claridad de la existencia del imperialismo en la región, una idea que nos permite pensar mejor el enemigo al que nos enfrentamos que desde las inconsistentes “relaciones asimétricas” o “las hibridaciones” que caen sobre países en “vías de desarrollo”.

En la historia de nuestro cine hay una riqueza enorme de experiencias y debates que deberían volver a la luz porque se enfrentaron a los mismos problemas aunque en situaciones distintas. En los años 60 y 70 se debatieron los problemas del imperialismo (sin eufemismos) sus injerencias en la distribución y exhibición, incluyendo la problemática del lenguaje y del “llamado profano del mundo” que recibe quien decide hacer cine aun en el fin del mundo. Se debería volver sobre las experiencias, críticamente desde luego, pero no descartarlas en los debates. Me refiero a Fernando Birri, Glouber Rocha, Santiago Alvarez, Jorge Sanjines, Raymundo Gleyzer y Pino Solanas desde estas tierras, J. L. Godard, Chris Marker y muchos más. Pero ese tema excede esta introducción ya demasiado larga.

Quien escribe habla por sí mismo, sin pretender que las opiniones aquí volcadas tiñan las demás respuestas que además son muy claras. En este momento es importante la diversidad de voces y perspectivas, abrir el debate.

Con esta idea las preguntas que abordamos fueron tres:

1) Más allá de la crisis que trajo la pandemia, se puede decir que hay una continuidad del ajuste en el área cinematográfica. Crecen límites a la producción y ni se habla de exhibición y preservación. Esto incluye además la vigencia de la caducidad sobre el fomento que impulsó el macrismo en 2017 y es denunciada ampliamente por distintas asociaciones. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?

2) Desde varios sectores de derecha, pero también en los hechos desde la gestión del INCAA, se apunta a que se filmen menos películas y solo por las grandes productoras, atacando la diversidad y el cine independiente. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?

3) Las plataformas de streaming como Netflix, Amazon, HBO vienen ganando espacio, incluso les otorgan exenciones impositivas ¿Cuáles pueden ser las consecuencias culturales, de lenguaje y contenidos de las realizaciones nacionales?

Las respuestas de les participantes se ofrecen completas.

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Javier Gabino

@JavierGabino
Nació en Santa Rosa, La Pampa, en 1972. Grupo de Cine Contraimagen. Codirector, guionista y montajista de La internacional del fin del mundo (2019), la serie Marx ha vuelto (2014), Memoria para reincidentes (2012) y diversos materiales audiovisuales sobre revoluciones y luchas obreras.