Del 6 al 10 de junio, los líderes de la mayoría del continente se reunirán en la IX Cumbre de las Américas en medio de un escenario internacional marcado por la guerra en Ucrania, nueva ola de gobiernos populistas de la región, las consecuencias de la pandemia de covid-19, la crisis migratoria y climática. Jugando de local, Biden intentará con dificultades recuperar la hegemonía de Estados Unidos en América Latina.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Domingo 5 de junio de 2022 15:45
Diseño de foto: Lucía Quenard
Del 6 al 10 de junio, los líderes de la mayoría de los países del Hemisferio Occidental se reunirán en Los Ángeles para la IX Cumbre de las Américas. Estaba estipulada para el 2021 pero se retrasó un año debido a la pandemia de Covid-19. Estados Unidos buscará como anfitrión, a través de los numerosos desafíos de la región como la crisis económica, la crisis climática y la polarización política, recuperar la hegemonía perdida en un territorio históricamente vital para proyectar sus intereses a nivel global. Por eso, aprovechará este escenario para intentar cambiar el enfoque de varios países sobre la guerra en Ucrania y limitar la influencia China en la región. Pero Biden no la tiene fácil, a izquierda la nueva oleada de gobiernos “progresistas” o “populistas” como Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, López Obrador en México, mientras que a derecha la presidencia de Bolsonaro tiene fuertes divergencias con Estados Unidos desde la partida de Trump (aunque esto puede tomar otro rumbo con la probable vuelta de Lula) que pondrán a prueba la influencia regional de Estados Unidos.
La guerra en Ucrania tendrá consecuencias a largo plazo sobre el resto del mundo, ya se están observando aumentos en los precios de los hidrocarburos y alimentos que consolidan las tendencias inflacionarias a escala mundial, no solo en los países más vulnerables sino en las principales potencias como Estados Unidos y Alemania. Así también las tendencias a la polarización política y los enfrentamientos militares entre Estados, ponen en cuestión la capacidad de mediar de las instituciones internacionales.
¿Qué es la Cumbre de las Américas?
Es la única reunión que convoca a la mayoría de los jefes de estado y de gobierno del Hemisferio Occidental y se lleva a cabo aproximadamente cada tres años. El país anfitrión determina la agenda y quiénes serán invitados; la lista de invitados a menudo incluye grupos empresariales y de la sociedad civil. Cada cumbre concluye cuando los miembros acuerdan un plan de acción para abordar los temas discutidos, algo que desde 2005 se muestra cada vez más confuso y difícil de concretar mostrando crecientes desacuerdos y fracturas entre el norte y el sur.
¿Quién asiste este año?
Biden envió la invitación a los líderes “electos democráticamente” para excluir a los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Esto ha llevado a un número creciente de países a amenazar con boicotear la Cumbre. Entre ellos Bolivia, Chile, Honduras, y la mayor parte del Caribe han exigido, con México a la cabeza, la invitación de todos los líderes de América Latina y el Caribe. Mientras tanto, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, dijo que se saltará la reunión después de que Washington impusiera sanciones a su gobierno por corrupción. Por otro lado, asistirá Juan Guaidó como "presidente encargado", lo cual constituye una provocación no solo para Venezuela, por ser reconocido por Estados Unidos como "gobierno interino".
Sin los principales países el fracaso de la Cumbre estaba asegurado. Por eso Biden por un lado, aflojó las sanciones a Venezuela y las restricciones de visado a Cuba. Mientras desplegó un amplio esfuerzo diplomático asignando a Christofer Dodd (ex senador demócrata) como asesor especial del Gobierno de Estados Unidos para la IX Cumbre de las América, quien viajó a convencer a Alberto Fernández de Argentina, a Gabriel Boric de Chile y a Bolsonaro de Brasil, prometiendo reuniones bilaterales posteriores con el mandatario norteamericano y tomar en cuenta los planteos de estos países en la cumbre. Cabe aclarar que, por un lado estos forcejeos no tienen que ver con proyectos “anti-imperialistas”, sino más bien con formas de negociar algunos márgenes de autonomía en un marco de dependencias cruzadas con otras potencias en el llamado mundo multipolar. Por otro lado, a derecha con Bolsonaro se espera que surjan desacuerdos desde que éste perdió a su principal aliado, Donald Trump, mientras que está en plena campaña electoral contra Lula, y polarizar con un demócrata como Biden puede ser fuente de votos.
¿Dónde y qué propone Washington para discutir en la cumbre?
La ciudad elegida es Los Ángeles, una urbe global y estratégica. Ubicada en la costa oeste, es la ciudad más poblada de California, el Estado más rico de los Estados Unidos (cuyo PBI duplica el de Brasil y es mayor al de Francia, con 3 billones de dólares anuales), centro financiero y cultural donde funciona el puerto más importante del continente. Allí de sus 3,990,000 habitantes, 1,838,822 (46%) son de origen latino. Sin dudas su elección combina la mayor cercanía histórica y cultural posible hacía América Latina y una clara predisposición a hacer negocios que fortalezcan los lazos regionales.
Bajo el lema “Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo” Washington pone sobre la mesa desafíos asociados a lograr una respuesta coordinada al impacto de la pandemia, la crisis climática, la migración y los llamados "problemas democráticos”, que con gran hipocresía el gobierno norteamericano pone en agenda, después de haber apoyado a todos y cada uno de los gobiernos golpistas, corruptos y fraudulentos que han sido funcionales a sus intereses a largo de la historia. Pero de fondo,el centro de sus preocupaciones es detener la influencia de China en la región (principal socio comercial de todos los países latinoamericanos excepto México y Paraguay) y operar un alineamiento claro de la región frente a la invasión rusa a Ucrania.
La crisis de covid-19 provocó la muerte de alrededor de 1,7 millones de personas en toda la región, hizo colapsar gran parte de los sistemas de salud y provocó una catástrofe económica generalizada, pero no hubo una sola política de salud, asistencia o investigación coordinada entre los participantes de la cumbre. Cada Estado manejó la compra de vacunas e insumos médicos por su cuenta y el impacto de la pandemia ha sido heterogéneo, si bien casi el 70 % de la población ha recibido dos dosis de alguna vacuna, países como Haití están en situación crítica con menos del 2 % de la población vacunada con dos dosis. Además de Estados Unidos -cuyos laboratorios privados elaboraron varias vacunas y fueron grandes ganadores durante la pandemia- la excluida Cuba fue el único país que desarrolló una vacuna con tecnología propia y envío a cientos de médicos en misiones sanitarias en el continente.
El problema del Cambio climático estará en la mesa. La región está experimentando temperaturas más altas, sequías, incendios forestales e inundaciones atribuibles a las consecuencias de la intervención antrópica, tormentas tropicales y ciclones más intensos y frecuentes, exacerbando problemas agrícolas de consecuencias imprevisibles de cara a una posible crisis alimentaria global. Sin embargo no son esperables medidas concretas en relación al tema, ya que afecta de manera muy distinta a cada país, se carece de un diagnóstico común y la necesidad de impulsar la economía -en países con poblaciones sumamente empobrecidas- es prioridad absoluta en detrimento de la "agenda verde".
Otro de los problemas de mayor interés es la Recuperación económica. Aunque América Latina experimentó un crecimiento económico moderado en 2021, enfrenta una inflación creciente, altas tasas de desempleo, desigualdad salarial, devaluación de la moneda y una deuda creciente. China -en forma apabullante- y Rusia -mucho más marginal- avanzaron casilleros en la región durante la pandemia por la provisión de vacunas e insumos médicos. Biden sueña con ponerle un límite a estos progresos a través del impulso a la iniciativa Build Back Better World (B3W), un proyecto que intenta ser una alternativa a la "Nueva Ruta de la Seda" de China.
También tiene el objetivo de impulsar el desarrollo económico en Centroamérica para combatir la crisis migratoria generando empleos en las regiones más pobres. Sin embargo, Estados Unidos está atrasado en relación a China, aún no hay propuestas concretas, plazos o cifras aproximadas, además de que las políticas restrictivas de la Reserva Federal para contener la inflación van a encarecer sensiblemente el financiamiento para cualquier iniciativa de este tipo fuera del país.
Quizás la preocupación fundamental de Estados Unidos es tomar medidas concretas en relación a la Migración y Seguridad. Las crisis económicas, la polarización política y social, el cambio climático y la violencia de las bandas de pandilleros y narcotraficantes están impulsando un número récord de migrantes hacía los Estados Unidos.
Esto no solo afecta a EEUU, el destino de los seis millones de venezolanos que han huído de la miseria y el bloqueo criminal norteamericano está en el centro de las preocupaciones de la población en países como Chile, Colombia y Brasil. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos detuvo a más de 221,000 inmigrantes en la frontera sur en marzo de 2022. Para fines de 2021 habían llegado más de 1.5 millones de personas en la frontera, con más de un millón de ellos devueltos (26 millones fueron detenidos entre 1993 a 2021). La emigración cubana -la más grande desde los 80-, decenas de miles de haitianos e incluso algunos migrantes provenientes de África y Medio Oriente son deportados a México. Miles arriesgan sus vidas cruzando el peligroso Tapón de Darién para llegar a la frontera sur de Estados Unidos y han quedado varados en el camino, dando forma a una situación crítica de muy difícil resolución.
Por eso la participación de México es clave en este punto, ya que funciona literalmente como un tapón de migrantes tras los acuerdos firmados con Trump como el Protocolo de Protección de Migrantes, mejor conocido como el decreto "Quédense en México” (Remain in Mexico). Si bien Biden intentó suspenderlo, aún resta reelaborar un nuevo acuerdo, que seguramente sea mantener lo fundamental del acuerdo inicial en relación a militarización de fronteras y presupuestos para campos de refugiados.
Por otro parte, la Democracia y Polarización política es un punto tradicional que interesa al Partido Demócrata, por tanto Biden buscará imponerlo en la cumbre. Históricamente el imperialismo estadounidense utiliza un tono mesiánico al respecto: “Estados Unidos como fuerza del bien y como pueblo de Dios según su Destino Manifiesto, contra los enemigos de la humanidad”. Cada año los enemigos de "las fuerzas del bien" son renovados según intereses geoestratégicos coyunturales.
Cuba y Venezuela han sido parte del “eje del mal” en nombre de la lucha contra el “socialismo” salvo por breves "deshielos"; asimismo se han exigido condenas a países tan exóticos como Irán y Corea del Norte, como si aún estuviéramos en plena Guerra Fría China y Rusia son incorporados a esta narrativa extravagante y destinada al consumo interno de los sectores más reaccionarios del propio país norteamericano. Una retórica que resulta cada vez más insostenible y ha sido ridiculizada hasta por el excéntrico pseudo trumpista salvadoreño Nayib Bukele, que en ocasión de la apertura del diálogo entre Estados Unidos y Venezuela dijo que la potencia norteamericana "decide cuándo el malo se convierte en bueno".
La cumbre en el escenario internacional
La arena internacional está marcada por la Guerra en Ucrania y las consecuencias de la pandemia de covid-19 que están acelerando la transformación geopolítica. En este marco, EE.UU. espera que la Cumbre de Los Ángeles sea una palanca para reforzar su rol en este hemisferio, establecer nuevas alianzas y contener su pérdida de influencia internacional tras la retirada en Afganistán en 2021, el ascenso e influencia de China en la región y cambiar posicionamientos ante la invasión rusa de Ucrania, que a diferencia de los países europeos, la mayoría se mostró cauto a la hora de condenar a Rusia.
Está por verse si Estados Unidos podrá surfear la “nueva oleada rosa” de gobiernos “progresistas” que llega en una situación de mayor inestabilidad, polarización y fragmentación política regional profundizadas por el golpe que significó la pandemia. Si bien estos llegan con proyectos de autonomía relativa no tienen planes de romper lazos con la principal potencia histórica. Según una encuesta de Washington Post, habría un repunte de la imagen positiva en América Latina con respecto a la presidencia de Biden, mientras que muestran un mayor rechazo hacia China. Pero esto no significa que pueda romper con 20 años de divergencias crecientes. La primacía de la descoordinación y fragmentación regional puede ser un arma de doble fila para Estados Unidos en un contexto de tendencias a la ruptura del equilibrio capitalista y el “caos sistémico”, ya que permite evitar o disciplinar proyectos autonomistas, pero al mismo tiempo abre las puertas a potencias extracontinentales.
La Cumbre nos dejará una nueva foto de la situación regional. Por eso es probable que navegue entre la del 2018 en Lima, que pasó sin pena ni gloria con las ausencias de Bolsonaro y Trump, y la de 2005 en Mar del Plata cuando gobiernos progresistas y populistas que le pusieron algunos límites a Estados Unidos mostrando un intento de autonomía y coordinación regional construyendo una retórica “anti-imperialista”, pero que en los hechos no rompieron ningún lazo estructural con el imperialismo. Aunque Biden busque que se parezca más a la de 1994 cuando EE.UU. lideraba la región imponiendo las reglas de la globalización, encontrará que la diferencia en esta ocasión es que no tiene nada que ofrecer.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.