Significados que excluye el diccionario. Lo dicho y lo omitido. Nuevas formas de vernos y reconocernos para jugar a un mundo distinto.
Viernes 14 de junio de 2019 08:34
Palabras nuevas y otras no tanto para nombrar el momento que vivimos. El ser humano categoriza para entender, porque si no entiende se enoja y si se enoja, pierde. Repasemos.
Hay identidades sexuales y de género que necesitan visibilizarse para entrar en la cotidianidad. Podemos ser cis, trans, queers o intersexuales, heterosexuales, homosexuales, bisexuales o asexuades. Identidades y orientaciones sexuales diversas, hay muchas.
Si te casas, ya no te declaran marido y mujer, sino “contrayentes”.
Las familias son variadas; mamá y papá, tía mamá, tío papá, papá y papá, mamá y mamá, abuela mamá, abuelo papá, familia de hermanxs o también persona y mascota. Los vínculos van cambiando y no faltan les espantades.
Actividad escolar: buscar en el diccionario las palabras que desconocen. Nahuel levanta la mano porque encontró la palabra bisexual. ¿Qué dice? Hermafrodita, profe. Sofía, encontró travesti: disfrazado o encubierto con un traje que hace que se desconozca al sujeto que lo usa. Homosexual: sodomita, pederasta, invertido. ¿Y la palabra clítoris? No está, no está en el diccionario escolar. Curioso.
El contraste es abismal, como si viviéramos en una máquina del tiempo de forma constante, vamos y venimos. Les jóvenes cuentan relatos sobre el tío Tomás que vive con su novio, tal vecina trans que es amiga de todes, o puede interrumpir la clase Julia, muy enojada, porque siente que sus compañeres la juzgan por haberse dado un beso con Clara. Luego, tratamos de buscar ayuda en el ordenador de palabras y significados y nos hallamos un siglo atrás. Al mataburro hay que ponerle las orejas.
Los muchachos peronistas nos dicen que este tema es secundario, pero muchos casos son de vida o muerte. Les homofóbicos, transfóbicos y bifóbicos matan, el aborto clandestino mata, el macho posesivo también. Y lo que no se nombra no existe, por lo menos en el mundo tangible; el de carne y hueso.
Están les padres que dicen que de sexualidad les niñes saben todo y personas adultas que no saben encontrar el placer. Hombres que denigran a las mujeres porque disfrutan de su vida sexual mientras violan a sus esposas. Curas que hablan de castidad en público y a oscuras son pedófilos.
También están los que exigen lenguaje inclusivo cuando generalizamos en femenino en una reunión de mujeres y varones cis, porque así “incluimos a todes”, pero en realidad les aterra que el mundo no les hable a ellos, cuando por siglos dominaron la escena. Un ratito acomodarse a ser los “invisibilizados” para comprenderlo no está mal, ¿no?
O los que se embanderan bajo la consigna del “amor libre”, pero siguen usando y descartando personas sin involucrarse responsablemente. Padres que crían a sus hijes esperando reconocimiento cuando están cumpliendo su rol. Mujeres que se enojan con otras porque se “entrometieron” en su monogamia. En fin, contradicciones terrenales -y posmodernas- que esconden lo subterráneo, la construcción de lo dado.
Volvamos al lenguaje y al nombrar para entender. Está claro que hay que hablar. Buscar con quien hablar. Con palabras. Podemos jugar al cementerio de Cortázar y continuar contemplando el lugar donde las palabras van a morir o también, inventarlas. Podríamos, por ejemplo, armar un diccionario nuevo que contenga las emociones que todavía no tienen nombre y las relaciones nuevas que surgen. Aquello lejano se vería más cerca, aunque sería un juego o una expectativa. Podemos exigir nuestro derecho como minoría o cambiar el molde.
Hay personas trans que tienen que disfrazarse de cis para poder trabajar, y casi todes les mortales tenemos que trabajar incansablemente para sobrevivir. Trabajar y trabajar, ¿cuándo disfrutar? ¿Cuándo darle contenido a esas palabras?
Más allá de lo biológico, ¿cuánto significante tiene la palabra clítoris? Mucha poesía podría surgir de ahí. Hay monumentos del pene, bancos, sillas, paredes, homenajes everywhere. Si vas a una escuela les niñes se ríen mucho cuando te sentás en una silla que tiene un dibujo de él, es sexo metafórico. No hay vergüenza, no hay tabú, hay complicidad, humor y picardía.
Inventemos ese diccionario, naveguemos, podemos jugar, juguemos.
Expliquemos el mundo que queremos crear.
Puede ser que ese día, cuando terminemos de armar el libro, nos asombremos gratamente al descubrir que ciertas palabras ya no se usan más, que las hicimos obsoletas.