El nuevo mecanismo garantiza que no existan cambios profundos y entrega el control de la redacción de una nueva Constitución a la élite política del país para asegurar que no se toque lo fundamental del Chile para ricos.
Martes 13 de diciembre de 2022
Después de más de 3 meses de negociaciones por fin salió humo blanco, destrabando un problema que venía molestando a la casta política luego de las pasadas votaciones del 4 de septiembre, en las que se impuso la opción que rechazó el proyecto de nueva constitución elaborado por la desaparecida Convención Constitucional.
A pesar de los muchos dimes y diretes de las conversaciones y de los palabreos en televisión, a pesar de las densas declaraciones públicas de los partidos de gobierno reclamando un organismo 100% electo, se terminó imponiendo el modelo de la derecha.
Es decir un organismo acotado, supervigilado por un comité de expertos y un comité técnico, y cuyo marco de debate ya fué restringido por las 12 “bases institucionales” acordadas entre cuatro paredes, y que calza bastante con el Chile neoliberal de los últimos 30 años.
Ya lo había dicho previamente el mismo Gabriel Boric, "Es preferible un acuerdo imperfecto, que no tener", de modo tal que las diversas declaraciones de partidos, como el Partido Comunista o Convergencia Social, que vimos durante el fin de semana terminaron siendo una hoja al viento, ¿para qué gastan esfuerzos posando de izquierda si terminan igual abrazados a la derecha?.
Conforme al texto del acuerdo, la discusión de una propuesta de texto constitucional quedará entregado a un Consejo Constitucional, compuesto de 50 consejeros electos por voto obligatorio y conforme a la elección de Senadores, los cuales aprobarán el nuevo texo por tres quintos de los votos.
Sin embargo, previamente se conformará un Comité de Expertos conformado por 24 miembros, que no serán votados, sino que serán electos por el Congreso (14 por el Senado y 14 por la Cámara de Diputados) y que tendrá a cargo la redacción de un anteproyecto y la supervigilancia del debate en el Consejo Constitucional en el cual podrán hacer uso de la palabra en cualquiera de sus instancias.
Así mismo, una vez elaborado el nuevo proyecto, podrán formular propuestas de redacción de normas del texto, requiriendo tres quintos para ser aprobadas y dos tercios para ser rechazadas, de no alcanzarse se conforma una comisión mixta que resuelve con tres quintos.
Adicionalmente se incorporó un Comité Técnico de Admisibilidad, conformado por 14 miembros electos por el Senado, en base a una propuesta que deberá elaborar la Cámara de Diputados, y que estará encargado de revisar, sin derecho a apelación, la admisibilidad de las normas propuestas que sean contrarias a las bases institucionales, a requerimiento de una quinta parte del Consejo Constitucional o de dos quintos del Comité.
Así como se ve el panorama, este nuevo proceso garantiza que el debate no se salga del orden empresarial existente, que no se toquen las grandes ganancias del saqueo de nuestros recursos, que no se toquen los negocios de las pensiones, de la salud o la educación. No por nada Juan Sutil celebró abiertamente el contenido del pacto y de las bases institucionales.
Sin embargo, la clase trabajadora y los pobres tienen mucho que decir, no podemos seguir pagando los platos rotos de la crisis. Son las demandas populares y su explosión durante la rebelión las que abrieron el debate constituyente y éstas no se pueden resolver en el acotado margen que se impone a este nuevo proceso fraudulento. Para cambiar de raíz este Chile neoliberal hace falta Asamblea Constituyente que debata y resuelva ampliamente sobre todos los problemas del país, es decir que sea libre y soberana, impulsada y garantizada mediante la movilización de todo el pueblo y los trabajadores.
Los trabajadores deben rechazar esta nueva cocina parlamentaria porque nada tiene que ver con las demandas que impuso la movilización del 18 de octubre (pensiones, salud, vivienda, etc.).
Para luchar contra esta derecha dura, que impone su agenda y define la línea de la moderación, no sirve una izquierda blanda, hace falta una izquierda de las y los trabajadores, socialista, en oposición y completamente independiente del gobierno y de este nuevo pacto constitucional.