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Latinoamérica. Colombia al balotaje entre el derechista Rodolfo Hernández y el centroizquierdista Gustavo Petro

Este domingo Colombia va a una segunda vuelta con marcada tensión política por el empate técnico entre el centroizquierdista Gustavo Petro y el político de la derecha Rodolfo Hernández, lo que mantiene en vilo al país. El uribismo con sus partidos tradicionales quedó fuera de la carrera política y un centroizquierdista se abre con posibilidades de llegar por primera vez a la Casa de Nariño, por lo que buena parte del establishment político se ha definido por el multimillonario Hernández.

Jueves 16 de junio de 2022 22:39

Durante la primera vuelta del pasado 29 de mayo pasaron al balotaje el centroizquierdista del Pacto Histórico Gustavo Petro que obtuvo el 40.33% de los votos y Rodolfo Hernández, un empresario millonario de la construcción de 77 años, de derecha, aunque ubicado como el político anticorrupción, con el 28,18%. El dato clave fue también que la derecha clásica y tradicional saliera derrotada, lo que tuvo que ver tanto con la propia gestión del gobierno de Iván Duque, el odio al uribismo, como también con la rebelión de noviembre del 2019 y la de abril del 2021.

Las últimas encuestas publicadas apuntan a un empate técnico. En el promedio de encuestas que realizó el diario El País hasta el sábado pasado, la diferencia entre los dos candidatos era de apenas 0,3 puntos porcentuales, con una minúscula ventaja a favor de Petro, lo que apunta a una de las elecciones más reñidas en la historia de Colombia. Esto alza el nivel de incertidumbre sobre quién será el próximo presidente, si el derechista Rodolfo Hernández o el centroizquierdista Gustavo Petro.

Unas elecciones bajo un contexto de inestabilidad y fragmentación política en Latinoamérica

Pero el resultado que se exprese este domingo estará cruzado por una América Latina marcada por una polarización, inestabilidad y fragmentación política, y a depender de lo que resulte Colombia puede sumar más elementos catalizadores a esta voluble situación. Tras las últimas elecciones en el continente se asiste a una segunda oleada débil de gobiernos de centroizquierda y “populistas” pero más aggiornados, algunos surgidos producto de la propia crisis política y social como Pedro Castillo en Perú o directamente como consecuencia de desvío de levantamientos y revueltas populares como el gobierno de Gabriel Boric en Chile.

Las elecciones de Colombia vienen antecedidas recientemente por la elección en Costa Rica del derechista Rodrigo Cháves y las elecciones en Honduras con la llegada de Xiomara Castro, esposa del derrocado por el golpe de Estado, Manuel Zelaya. Otros gobiernos marcadamente dominados por la derecha enfrentan crisis políticas o están cruzados por fuertes protestas como el de Guillermo Lasso en Ecuador, acosado con movilizaciones de los movimientos indígenas y sectores populares. El gobierno de Jair Bolsonaro, que continúa avanzando con sus medidas neoliberales, no tiene un prometedor panorama electoral, los altos índices de aprobación podrían anunciar el retorno de Lula da Silva en las elecciones de octubre de este año en Brasil. Un Lula todavía más “aggiornado” aún, que con su partido el PT lleva como candidato a la vicepresidencia al derechista Geraldo Alckmin.

En la actual Cumbre de las Américas que, si bien no terminó siendo un estruendoso fracaso para Estados Unidos, sí expresó la crisis del gobierno de Biden para lidiar con América Latina. Buscando imponer aspiraciones que mostraron estar por fuera de la relación de fuerzas real, el gobierno de Biden abrió crisis con diversos gobiernos, sobre todo México que condicionó su participación a que se levantara la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, política que fue secundada por Bolivia y Honduras, por otras razones políticas tampoco asistieron El Salvador y Guatemala. Por su parte Argentina y Chile cuestionaron la exclusión de los países vetados pero validando la cumbre con su participación.

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Este es el contexto es que Colombia va a elecciones, un país donde la derecha tradicional nunca ha perdido las riendas políticas, manteniendo históricamente su alineamiento con Estados Unidos y constituyendo uno de sus principales bastiones en la región. Una eventual elección de Petro podría sumarse a esta nueva oleada de gobiernos de centroizquierda que han resurgido. Incluso de no llegar a la casa de Nariño, ya el hecho de que Gustavo Petro haya sido el ganador en la primera vuelta con amplio margen son expresión de esta tendencia. Como hemos explicado en otros artículos el candidato del Pacto Histórico ha tenido su emergencia producto del agotamiento del modelo de dominación uribista y sus brutales políticas, así como de la revuelta popular del 2021 que llegó a abrir profundas grietas en el régimen político de dominio.

Los candidatos a la segunda vuelta, lo que representan y sus alianzas políticas

Rodolfo Hernández, el multimillonario que se presenta como un outsider político sin serlo realmente, pertenece a esa derecha provincial que ha sabido tejer buenos entendimientos con partidos tradicionales del derechismo colombiano incluido el uribismo. Por las formas muchos lo comparan con Donald Trump, se declara un admirador de gobiernos como el de Bukele de El Salvador, cuenta con todo el apoyo de la derecha tradicional colombiana además de gruesos sectores económicos y de importantes medios, además de sectores muy allegados al Partido Republicano. De llegar a la presidencia podría contraponerse a la tendencia latinoamericana tal como se expresó con Guillermo Lasso en el inestable Ecuador.

Si bien es cierto que la derecha uribista que ha gobernado el país en los últimos veinte años fue la que salió derrotada en la primera vuelta, esto no es sinónimo que la derecha en su conjunto lo haya sido. Como es evidente, y lo constatan también algunos analistas, la derecha colombiana no está exclusivamente compuesta por el uribismo. Puede reconfigurarse bajo la fisura que ha prefigurado Rodolfo Hernández, considerado también un escudo de la derecha antiPetro. En los sondeos y por los resultados de la primera vuelta cuenta con fuerte apoyo en regiones como el Eje Cafetero y Antioquia (cuna de la élite y la derecha colombiana), el centro-este y el centro-sur del país. Todos dan por descontado de que quienes votaron por el uribista Federico Gutiérrez votarán por el ex alcalde de Bucaramanga.

Gustavo Petro se ha aggiornado cada vez más en la búsqueda de hacerse más potable. Si su corrimiento hacia el centro ya venía siendo notorio en sus alianzas para la primera vuelta que incluía hasta sectores del Partido Liberal y de la U, de la tradicional derecha que dice cuestionar, en esta segunda vuelta, su condicionamiento se prefigura mayor.

Petro en una reciente entrevista llegó a afirmar que “Si gano las elecciones voy a convocar a un gran acuerdo nacional con una arquitectura basada en diálogos regionales vinculantes. E indudablemente toda esa dirigencia del centro, e incluso Álvaro Uribe o quienes designen, van a ser convocados al diálogo que el presidente citará buscando las reformas. Me parece clave cambiar el clima político de Colombia de odio y sectarismo que hay hasta hoy.”

Anticipar la convocatoria al uribismo no es una afirmación al pasar. De llegar a la presidencia tendrá que crear amplias coaliciones en ambas cámaras de la legislatura para poder gobernar estrechando alianzas con sectores más tradicionales, ya que en el parlamento -en las últimos legislativas- no alcanzó una fuerte representación más allá de que creciera en escaños. Ha recibido el respaldo de gran parte del Partido Verde, de la Coalición Centro Esperanza y el Nuevo Liberalismo, manteniendo una gran ventaja en la capital Bogotá, en la región Caribe y en el Pacífico colombiano

Sobre una eventualidad de fraude que muchas veces se suele hablar en Colombia, las recientes elecciones legislativas encendieron las alarmas y mostraron que no es especulación la manipulación de los comicios. Lo ocurrido el pasado 13 de marzo en dichas parlamentarias, cuando se descubrió luego una abultada diferencia de más de un millón de votos entre el preconteo y el escrutinio, hizo rondar el espectro del fraude. En una elección de carácter presidencial como la de este domingo y con los grandes niveles de incertidumbre, de darse algo similar podría causar inesperadas situaciones de remezones políticos de crisis o hasta de explosión social.

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Es que estas elecciones se realizan aún bajo el espectro de las masas rondando las calles y que enfrentó al Gobierno de Iván Duque y el régimen político. Una explosión social sin precedentes cercanos en un país donde se fueron acumulando tensiones internas a la par del acentuado deterioro de las condiciones de vida de millones de personas, acelerando todo un proceso que tuvo como resultado la irrupción del movimiento de masas que estremeció a toda Colombia.

El candidato de la derecha Rodolfo Hernández y el mal menor Gustavo Petro

Desde la explosión social el candidato del Pacto Histórico era el mejor posicionado para capitalizar el malestar de la revuelta y así se expresó en la primera vuelta. Pero el ex alcalde de Bogotá puso todas sus fuerzas para desmontar la protesta, buscando contenerla o desviarla, con políticas de derecha muchas veces, lanzándose incluso contra los que él llamó como “los revoltosos”, que no querían dejar las movilizaciones.

Para amplios sectores de la población, las grandes expectativas están puestas en Gustavo Petro y su vicepresidenta Márquez sobre quienes siembran esperanzas, otros y otras si bien cuestionan la política de Petro lo terminarán votando aludiendo al mal menor, en su objetivo de terminar de derrotar al uribismo y a toda la derecha colombiana. Entendemos el odio al uribismo, a la burguesía y a toda la rancia derecha, pero Petro ya ha demostrado con creces que más allá de vagas promesas de reformas lejos está de representar los intereses de los trabajadores, el pueblo pobre, campesino, indígena y la juventud, todo lo contrario, como ya hemos explicado, ha centrado todos sus esfuerzos en sacar a las masas de las calles y evitar la caída de Iván Duque. Para los que optan por Petro como mal menor, solo podemos decir que no se trata solo de castigar a la derecha y al uribismo en las urnas, sino hacer valer sus propios intereses en las calles.

Como escribimos en un artículo durante las elecciones en la primera vuelta, Colombia debe verse en el espejo de Chile con la elección de Gabriel Boric. El flamante presidente chileno, que centró grandes expectativas de un pueblo y una juventud que había estado en las calles, no tardó ni dos meses para frustrar las esperanzas de amplios sectores con sus acuerdos con el establishment, el régimen político y con los militares chilenos. No cambió prácticamente nada, no sacó a los presos de la revuelta, pero sí avanzó en militarizar la Araucanía, reprimió las marchas de la juventud, no permitió el uso del dinero de las AFP en función de las necesidades populares. En fin, un recorrido fugaz para nada cambiar en la situación del pueblo de Chile lo que lo llevó a perder rápidamente 20 puntos de popularidad. Petro no será menos.

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Por eso es que decimos, que la lucha por la conquista de las demandas populares que dieron origen a la rebelión social continúa planteada y es en las calles. La clase trabajadora y las grandes mayorías populares, de la juventud, campesinas, indígenas solo puede confiar en sus propias fuerzas y no en estos desvíos electorales que les presentan.

No habrá solución a la cuestión de la tierra, a las grandes demandas de los pueblos originarios, de las comunidades afrodescendientes, al problema estructural de la vivienda, de la salud, educación, de las demandas históricas de la clase trabajadora, del problema que azota a la juventud con la desocupación crónica, del hambre de millones, de las masacres llevadas a cabo por unas Fuerzas Armadas asesinas y sus bandas paramilitares, de los pagos oprobiosos de la deuda externa que ahorca de la mano del FMI y del sometimiento del imperialismo, sino no es con el pueblo trabajador organizado y movilizado con total independencia política y de clase.

En esa lucha se plantea poner en pie organismos de autodeterminación de las masas, estrechándose esa alianza obrera-campesina-indígena-juvenil que ya vimos en la revuelta del 2021 pero elevándose a niveles de organización superiores, en la perspectiva de la lucha por un gobierno de los trabajadores y los explotados. Este es el desafío que se le presenta a los obreros, sectores populares, campesinos pobres, indígenas y la juventud en Colombia.