Hoy arranca una nueva edición del campeonato de Primera División bajo el formato conocido como Superliga. Desigualdad en favor de clubes poderosos y de las cadenas de TV, perjuicio para hinchas.
Viernes 10 de agosto de 2018
La espera llega a su fin y, tras más de dos meses sin actividad en la máxima categoría del fútbol argentino, la Superliga vuelve a prender sus cámaras para que nuevamente ruede la pelota. Pero con el pitido del árbitro no sólo empiezan los 90 minutos donde dos equipos disputan los tres puntos; también inicia el negocio donde muchos se llenan los bolsillos de varias maneras, legales o ilegales, y donde siempre el único perjudicado es el mismo: el hincha.
El marco en el que se desarrolla el fútbol argentino desde hace décadas explica cómo hoy los clubes llegan, cada uno en su realidad, al comienzo de la temporada; el protagonista siempre es el dinero y su repartición, que causó polémicas entre dirigentes y que pasó a ser el principal motivo por la disputa de ser un “club grande”, dejando justamente lo futbolístico de lado. Con esto podemos comprender por qué los clubes grandes, beneficiados por la repartición de dinero que realiza la Superliga, ente tercerizado que administra el fútbol de la Primera División argentina, son los que dominan el mercado y realizan las gestiones más abultadas.
La televisación codificada con unos pocos partidos calificados de menor relevancia en televisión abierta (que desde este campeonato se reducen a sólo 2, en el anterior eran 4), los altos costos de la mal llamada entrada “General” o “Popular” y la exclusión del público visitante hacen que debamos cuestionar si el fútbol es verdaderamente de los hinchas o cuál es la idea de hincha que tienen en mente los grupos económicos dueños de la actividad profesional. Disponer de ver todos los partidos de cada fecha de la Superliga cuesta al menos $ 300 adicionales al abono básico de cable (con el nuevo torneo aumenta un 10%, pasando a costar $ 330), mientras que ir al estadio cuesta al menos $350 la entrada “General” y ya se sabe que para esta temporada habrá, en un corto plazo, un nuevo aumento. En el Estado Español, la conocida hinchada del Rayo Vallecano, los Bukaneros, cantan sobre esta problemática “Estadios semivacíos, son de las televisiones”. Justamente es en España donde ya existen las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) que Mauricio Macri quiere en Argentina, postergando así el carácter de Asociación Civil de los clubes. El modelo ha tenido en Argentina gestiones con resultados variados: el vaciamiento de Racing durante el gerenciamiento de Blanquiceleste, y en contrapunto una gestión con más buenas que malas en Belgrano de Córdoba. En Chile, como desarrolla la nota en la edición trasandina de La Izquierda Diario “Las Sociedades Anónimas y la destrucción del fútbol chileno”, este modelo de administración de los clubes puso el negocio del fútbol a merced de empresarios que corroboraron lo falible del mismo y que puso a clubes históricos de Chile al borde de la desaparición.
Es imposible ignorar la ausencia de público visitante en las tribunas. ¿El motivo? Si se supone que la violencia en la sociedad argentina es el motivo de que la policía y los organismos de seguridad alrededor del fútbol no puedan garantizar la seguridad de ambas parcialidades y del evento deportivo estaríamos ignorando la negligencia y complicidad que estos organismos tienen con las barras bravas y todos los negocios en los que las mismas se ven como artífices e implicadas. La arbitrariedad con la que durante el último año algunos partidos de Primera División tuvieron público visitante, sumados a los de Copa Argentina en escenario neutral, pone más aún en evidencia la ineptitud negligente de estas instituciones de seguridad. El destrato también es una característica: la policía amedrentando sin motivo al público, entre otras cosas. Inventos que ni siquiera se concretaron como el AFA Plus y ahora el ID del hincha, se supone que buscan parchar a medias esta problemática tan arraigada a nuestro fútbol.
Pero mientras el hincha paga por el destrato, los dirigentes se pelean con el ente de la Superliga por la repartición del dinero. Obviamente, y emulando al sistema en el que vivimos, la repartición es desigual, y son Boca y River los más beneficiados con respecto al resto. El debate de quién es el 6to grande, por ejemplo, tiene la motivación de percibir más dinero y no de presumir vitrina o estilo de juego.
El comienzo de esta Superliga no beneficia al fútbol argentino: el ascenso, el fútbol del interior y al fútbol femenino, siguen siendo postergados e infravalorados.