El tratado transpacífico, conocido como TPP-11, fue aprobado en la Cámara de Diputados el pasado 19 de abril y recientemente se anunció su tramitación en el Senado para junio.
Jueves 25 de abril de 2019
El polémico tratado tiene como principal objetivo la protección de los intereses transnacionales y así aumentar sus ganancias avanzando en la privatización de los recursos naturales y servicios, como también la destrucción del medio ambiente.
Actualmente este tratado entró en vigencia el 30 de diciembre del 2018, el cual fue firmado por 11 presidentes de los países que integran este acuerdo, sumando el 13% de la riqueza mundial: Australia, Brunéi, Canadá, Japón, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
La compleja situación de la economía mundial hace de esta ofensiva de las trasnacionales contra el pueblo trabajador, un factor que profundiza la estructura productiva chilena, centralmente exportadora de materias primas, que en plena disputa entre EEUU y China, hace más evidente la crisis del proyecto neoliberal y de la hegemonía norteamericana.
Es en esta disputa que tanto EEUU y China buscan aumentar su influencia en Latinoamérica, dejando al descubierto la subordinación del gobierno de la derecha y de la ex Nueva Mayoría.
¿En qué consiste el TPP- 11?
Uno de los núcleos centrales del TPP-11 se basa en la defensa irrestricta de los negocios trasnacionales, de sus ganancias y la defensa de la propiedad privada. Con este objetivo se establecen los mecanismos de solución de disputas entre “inversionistas” y Estados, con el que las corporaciones van a llevar a los Estados a un nuevo tipo de tribunal internacional cada vez que consideren afectadas “sus expectativas razonables de retorno”. Incluso, pueden forzar a que las disputas sean dirimidas en este tipo de tribunal, afirmando claramente que: “Ninguna Parte expropiará ni nacionalizará una inversión cubierta, sea directa o indirectamente mediante medidas equivalentes a la expropiación o nacionalización (Artículo 9.8: Expropiación e Indemnización).
Respecto a los derechos laborales, el TPP sólo reconoce 5 derechos fundamentales: “derecho a negociación colectiva, eliminación del trabajo forzoso, la abolición del trabajo infantil, la discriminación en el trabajo y condiciones “aceptables” de trabajo, dejando afuera derechos fundamentales como vacaciones, pre y post natal y fuero maternal. En el terreno de la salud, este acuerdo extiende a 8 años las patentes de los medicamentos medicamentos biológicos, lo que limitaría la fabricación y venta de los medicamentos genéricos.
Respecto al medioambiente y privatización de semillas, el TPP-11 actuará sobre la concesión de la acuicultura nacional y en las actividades pesqueras. También afectará a la agricultura y a las pequeñas comunidades productoras, abriendo paso a las transnacionales Bayer-Monsanto.
Sobre acceso a la cultura, los servicios relativos al arte e industria cultural junto con los servicios relacionados a la organización de conciertos e interpretaciones culturales, distribución o exhibición de películas, radiodifusión pública, transmisión satelital y por cable quedarán completamente supeditado a las normativas internacionales, privatizando – aún más- la cultura. Mientras que los derechos de propiedad intelectual se extiende a más de 70 años, por lo que la información y producción científica será de acceso restringido y sólo para quienes tengan el acceso a pagar por ello.
El TPP 11 en el medio de las tensiones entre EEUU y China
Originalmente el TPP consideraba a Estados Unidos -el que fue impulsado por Obama durante su gobierno-, teniendo como principal objetivo el beneficio de las grandes transnacionales. Pero, al mismo tiempo, este acuerdo deja afuera a China, con el fin de aminorar su creciente influencia económica en la región.
El año 2016 Trump decide retirar a Estados Unidos del tratado, en el marco de los profundos cambios tras la crisis del neoliberalismo (abierta desde el 2008) y el paso de nuevos fenómenos políticos, como el hundimiento de partidos socialdemócratas y conservadores, y el surgimiento de populismos de derecha y de izquierda. Entre estos fenómenos, la política de Trump pone en evidencia un nuevo “proteccionismo” donde la prioridad son los capitales norteamericanos, expresada en su eslogan “America First”. Estos capitales que se vieron “desfavorecidos” por el neoliberalismo y fueron conservados por cierto proteccionismo económico no disminuyeron en ningún caso la ofensiva por imponer sus reglas a nivel internacional, por el contrario, lo vuelve más unilateral y agudo, como lo demuestra la guerra comercial con China o la actual ofensiva golpista hacia Venezuela.
Para Trump no es un problema que Chile siga en la senda neoliberal, mientras sea favorable para las inversiones de Estados Unidos y sus aliados. Así lo expresó Mike Pompeo, secretario del gobierno estadounidense, en su reciente visita a Chile, quien felicitó a Piñera por el rol que cumplió al declararse en favor de la intervención norteamericana en Venezuela, pero, además, expresó su preocupación por la presencia de los capitales chinos en el país tildandolos de “corrosivos” ya que las inversiones de origen China en Chile han venido en aumento. El año pasado, China invirtió más de US$ 6 mil millones en Chile, convirtiéndolo en la mayor fuente de capital extranjero del país. Al mismo tiempo, el comercio entre China y Chile sobrepasó los US$ 42,8 mil millones, mucho más que los US$ 24 mil millones entre Estados Unidos y Chile, de un mismo modo en exportaciones Chile tienen como principal destino el país asiático, representando un 30% de las exportaciones compuestas principalmente por materias primas como cobre y productos agrícolas, seguido por un 17% de Estados Unidos y 14% de la Unión Europea.
Pese a estas cifras, la dependencia política de Chile y de su economía de forma histórica y estructural es claramente norteamericana, por ejemplo, en cuanto a la inversiones entre el 2016 al 2018 es de 4.254 millones de dólares, mientras que en el mismo periodo la inversión china es de 2.109 millones de dólares. Esta dependencia va más allá de las cifras, por ejemplo, se expresó luego de la visita de Mike Pompeo, donde planteó resquemores con la relación económica entre Chile y China, lo que posteriormente se expresó en que Piñera desistió de la invitación de visitar Huawei, el gigante tecnológico contra el que el gobierno norteamericano ha fijado sus dardos, dejando una vez más en claro su subordinación al imperialismo norteamericano.
El reverdecer de una juventud crítica
Desde hace un par de semanas que un sector estudiantil universitario ha expresado la urgencia de organizarse en contra el TPP-11, reconociendo la ofensiva empresarial y las ventajas comparativas que buscan los grandes capitales. En la Universidad de Chile, el ex Pedagógico y la Universidad de Playa Ancha, por ejemplo, las y los estudiantes se han reunido en sus asambleas para discutir el cómo rechazar el TPP, mientras que a nivel nacional se han realizado distintas concentraciones encabezadas por la juventud en Valparaíso, Santiago y Concepción las cuales han sido brutalmente reprimidas por Fuerzas Especiales de Carabineros.
Este fenómeno, que venimos viendo hace ya un tiempo con las marchas en repudio al asesinato de Camilo Catrillanca, en la masiva marcha del 8 de Marzo y en la marcha por el cambio climático, nos muestra que nuevas generaciones han despertado a la vida política, preocupándose por cuestiones que están por fuera del mundo educativo y que en última instancia expresan lo progresivo de la juventud. Aún así, el reconocimiento identitario (por los asuntos de la mujer, la diversidad sexual y el medioambiente) muestra sus límites, al desarrollarse cada programa y cada lucha por separado.
¿Qué alternativas hay frente al TPP-11?
La derecha salió a impulsar el TPP junto a los empresarios representados por la Cámara de Producción y Comercio, Fundación Chilena por el Pacífico, Sociedad Nacional Agricultura, entre otros. Pero, no podemos olvidar que este tratado fue impulsado originalmente por el gobierno de Ricardo Lagos (PPD) y continuado por Michelle Bachelet (PS), cuestión de peso en la votación parlamentaria.
Tras la aprobación del tratado en la Cámara de Diputados el miércoles 17, con 77 votos a favor de los partidos RN,UDI, Evópoli, y una ex Nueva Mayoría dividida, pues la DC puso tres votos a favor (Matías Walker, Daniel Verdessi y Miguel Ángel Calisto), ocho en contra y dos abstenciones (del presidente de la Cámara Iván Flores y su par Manuel Matta). Mientras que el PR se dividió con cuatro votos en contra de la propuesta y otros tres a favor. Los PS votaron en contra, a excepción del diputado Jaime Tohá.
El Frente Amplio junto al Partido Comunista
El FA junto al PC votaron en bloque en contra, pero con una falsa ilusión sobre el camino hacia el rechazo parlamentario. Giorgio Jackson (RD), valoró la instancia que se generó en la Cámara baja y planteó revertir la situación con la votación que se dará en el Senado, mientras que en la misma línea, Claudia Mix (Comunes) defendió el esfuerzo del conglomerado al convencer al resto de las bancadas para el rechazo. Pero, la idea de una oposición parlamentaria unificada fracasó al enfrentarse a los intereses entre empresarios y partidos de la ex Concertación, quienes llevaron adelante este acuerdo.
El Frente Amplio, por su parte, puso toda su fuerza en convencer a la ex Concertación y no a quienes serían los más afectados: los trabajadores (as), mujeres, juventud y comunidades. Cuando podrían haber convocado a una gran movilización para exigir su rechazo desde sus tribunas parlamentarias y representaciones en los organismos sindicales como el Colegio de Profesores y de estudiantes, como la CONFECh.
Lo que realmente necesitamos es una oposición en las calles, que confíe en la fuerza de los estudiantes, mujeres, trabajadores y de las comunidades que se han manifestado contra el tratado. Que además de exigir el rechazo del TPP-11 en el parlamento sea una fuerza organizada para enfrentar a la derecha y a los empresarios.
Esta diferencia no se trata de un problema sólo de método, es decir, de unidad de los parlamentarios de oposición versus otro de usar tribunas, sino en la movilización para desplegar un gran frente único, para enfrentar el TPP 11 y esta ofensiva de las trasnacionales. Esta diferencia trata sobre todo de un debate entre proyectos políticos.
La alianza del Frente Amplio con la ex Nueva Mayoría es parte del objetivo de conquistar un gobierno de izquierda, en el cual sin enfrentar al capitalismo se extienden derechos sociales, en los marcos que este régimen permita. Es desde esta idea que se explican los recientes elogios de Beatriz Sánchez, candidata presidencial del FA, hacia la ex Concertación en la siguiente frase: “Me hubiera encantado que la Concertación tuviera las banderas que hoy tiene el Frente Amplio. Creo que su destino era haber hecho eso. No lo hizo, y por eso hoy estoy fuera (...) Pero lo que le destaco absolutamente es todo su legado histórico”.
El legado histórico de los mismos que impulsaron el TPP y profundizaron el neoliberalismo, es decir, de quienes hicieron todo menos avanzar en derechos sociales, ni menos afectar las ganancias de negocios empresariales. Esto muestra que es totalmente utópico avanzar sin chocar con los capitalistas y sus administradores de la vieja Concertación.
Una alternativa revolucionaria para enfrentar a las trasnacionales
El rechazo del TPP en el Senado, que es lo que está en juego estos días, depende de desplegar una gran movilización para frenar la aprobación de este acuerdo, donde se unifique las movilizaciones de la juventud, de estudiantes- como este miércoles 25 de abril-, junto a sectores de trabajadores, el movimiento de mujeres, mapuche y de amplios sectores populares.
Pero no puede quedar en un debate anti TPP, para abrirle espacio a formas proteccionistas que favorezcan a los empresarios chilenos, hoy totalmente aliados al capital transnacional; así como tampoco se trata de enfrentar la influencia de los capitalistas norteamericanos para darle chance a China. Se trata de fondo de una lucha por renacionalizar los principales recursos naturales bajo gestión de los trabajadores y las comunidades, para que estos recursos hoy en manos de los capitalistas dejen de estar al servicio de sus ganancias bajo regímenes de producción totalmente destructivos para el medio ambiente y la biodiversidad. Para que pasen a estar al servicio de resolver las grandes necesidades sociales de: salud trabajos, educación, vivienda así como de la protección del medio ambiente.
Esto no es solo para lograr un aislamiento económico, sino que debe ser parte de avanzar en la perspectiva de una gran Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, donde sean los intereses de los trabajadores y los pueblos hoy empobrecidos los que forjen la necesaria unidad económica y política de nuestros países. Buscando la alianza con los trabajadores tanto chinos como norteamericanos contra el enemigo común: los grandes capitalistas, para terminar con toda explotación y opresión.