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Red Internacional
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Tribuna Abierta. ¿Cómo no estar en contra de la baja de la edad de imputabilidad?

La autora, presidenta de la Asamblea Permanente por la Derechos Humanos de Argentina, reflexiona sobre la nueva arremetida oficial y mediática para criminalizar (aún más) a la juventud.

Viernes 13 de enero de 2017

Por supuesto que estoy en contra de la baja de la edad de imputabilidad.

Este ataque a la niñez con menores posibilidades no es nada nuevo. Porque queda claro que el hijo de un rico no es imputado, ni procesado, ni encarcelado, ni nada aunque asesine. Recordemos el caso Pira y otros en Rosario y en todo el país. Los hijos de los pudientes son “socializados” en institutos privados que pagan sus papis.

Cada tanto, y no hace mucho lo intentaron y no pudieron, avanzan con esa mentira fascista de que los menores son los que delinquen para bajar la ley de imputabilidad. No es verdad.

Tampoco es verdad que queden libres, que entran por una puerta y salen por la otra. Si no, averigüen un poco más, qué pasa con las jovencitas y los jovencitos que no tienen para pagar la coima a la Policía que les inventa causas o a un buen abogado cuando la causa es real.

Sí es real que, ante la falta de posibilidades de trabajo e instrucción, este modelo sólo ofrece bala y cárcel a los más jóvenes y desprotegidos, como una manera más de control social y sometimiento incondicional de un sector muy vulnerable de la población. Y lo quieren aplicar cada vez más temprano.

La sola aseveración, que repiten con total descaro el ministro Garavano (que habla de que a partir de los 15 años aumenta el delito), políticos de derecha, periodistas infames y mal nacidos varios, sobre todo entre la gente “decente”, que pide mano dura por el robo de un celular pero no les importa (ni jamás les importó) caminar, trabajar, ir a fiestas, teatros, cines y socializar con los hombres y mujeres que ejecutaron un genocidio brutal en nuestro país; debería preocuparnos y hacernos pensar en qué clase de país o sociedad estamos viviendo.

El abandono de gran parte de la población, fundamentalmente los niños y las niñas, por parte del Estado, que no tiene lugares reales y efectivos de contención ni para ellos ni para sus padres, durante generaciones, sin acceso al conocimiento de ningún tipo, al trabajo, a ser reconocidos como ciudadanos plenos con derechos y obligaciones, o más aún, como seres humanos con derechos inalienables, puede llevar a algunos chicos y chicas de sectores marginados a optar por la delincuencia.

Pero esos actos delictivos jamás se podrán comparar con los delitos de los que tienen empresas en Panamá, de las empresas clandestinas con esclavos extranjeros o de quienes ayudaron a matar gente para robar, durante siglos, como los Blaquier, Martínez de Hoz, Braun, etc.; y están dirigiendo este país. Triste ironía que suelen pasar por alto cada vez que se habla del tema.

Porque además, cuando un niño es encarcelado, se llame Irar u otras cárceles disimuladas, son tirados allí como paquetes, sin derecho al trabajo, al estudio, a la resocialización indispensable para intentar al menos al salir otra vida posible. Volverá a su círculo y la rueda sigue girando hasta que una bala policial la detenga.

La crónica cotidiana de muertes anunciadas sobre parte de la población descartable para este sistema.

Y nunca, nunca nos olvidemos que jamás se piensa, ni se actúa, ni se procede, ni se investiga, sobre los que reciben lo producido por los delitos de los niños y las niñas. ¿Quién los organiza? ¿Quién los manda? ¿Quién les compra? Ese negocio, generalmente en manos importantes, es rentable y sin ningún costo para los responsables fundamentales. Que hasta tienen negocios legales para vender lo robado.

Y allí va el eterno miserable a comprar más barato, a sabiendas de que es robado. El mismo que chilla y se enloquece cuando la víctima es él.

Los jóvenes son fenomenales, y son sin dudas la garantía de cambios profundos.

Creo que este año ha aquietado algunas inquietudes, pero algo bulle, bulle constantemente.

Y se me da por preguntarme qué pasaría si esta ley sale y en Argentina se da un proceso de lucha estudiantil como el que vimos en Chile, donde niños de 11, 12, 13, 14, 15 años enfrentaron con un coraje increíble la represión de los carabineros.

Bueno, esto podrá ser planteado hoy para una delincuencia inexistente, pero si lo logran, sin dudas será usado para reprimir las luchas de los jóvenes.