Este artículo fue publicado originalmente por Left Voice de los Estados Unidos, parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario, el 3 de febrero del 2020, poco antes de la primaria de Iowa, que inauguró las elecciones primarias.
Miércoles 4 de marzo de 2020 20:55
Después del súper martes se han destacado dos candidaturas, la de Sanders y la de Biden. En esta nota se exploran las implicaciones que tendría para la izquierda una candidatura o eventualmente una victoria de Sanders, tanto en las primarias como en las elecciones nacionales. Si bien es cierto los resultado del “súper martes” benefició a Biden, esto no significa que Sanders está derrotado ni tampoco significa que la izquierda deba dejar de reflexionar sobre las posibilidades y desafíos que implica su candidatura.
En la medida en que Sanders continúe superando a sus rivales en las encuestas, es un poco más probable que el senador de Vermont pueda realmente ganar la primara Demócrata e incluso la elección general. ¿A qué se parecería una presidencia de Sanders y cuáles son las oportunidades que se presentan para la izquierda revolucionaria?
Mientras Iowa se prepara para votar en el primer caucus de las primarias democráticas, Bernie Sanders, que una vez fue un distante candidato a ganar, aparece cada vez más como un contendor real. Las últimas encuestas muestran a Sanders aventajando al exvicepresidente de Barack Obama, Joseph Biden, por más de 4% en Iowa, con él ex Alcalde de South Bend, Pete Buttigieg [hoy fuera de la contienda] y la senadora Elizabeth Warren recibiendo 16,4% y 15,6% respectivamente. Sanders muestra también una impresionante ventaja de 5 puntos en California, que tiene 415 delegados en disputa y es el más importante estado de las primarias. También Sanders ha logrado recolectar significativamente más en contribuciones individuales de dinero para la campaña que cualquier otro candidato, con el promedio más bajo de contribución por donante, de solamente 18 dólares.
Estos números revelan lo que muchas personas de izquierda siempre han sabido: la clase trabajadora está emocionada con Sanders porque ven en su campaña una manera de luchar contra décadas de austeridad neoliberal y explotación capitalista que han dejado a la mayoría de los estadounidenses al borde la pobreza. También se demuestra que, incluso más allá de la izquierda progresista, existen millones de estadounidense que apoyan y están dispuestos a votar por las muchas reformas positivas que Sanders está promoviendo, específicamente el Medicare for All [Seguro social universal], un New Deal verde, educación universitaria gratis e incremento de los impuestos a los más ricos. Mientras muchos personas en Estados Unidos ven votar por Sanders como la mejor opción, o incluso como la única manera de lograr estas reformas, el hecho es que ninguna de esas demandas existirían, mucho menos serían opciones viables, si no fuera por la crisis económica y las movilizaciones y organización de la clase trabajadora, a menudo en duros conflictos con el Partido Demócrata, el mismo partido que gente como Sanders busca reformar y revitalizar.
Y es precisamente por esta contradicción entre el poder de la clase trabajadora independiente y las políticas electorales del Partido Demócrata que han definido la carrera de Sanders y seguramente definirían su presidencia. Un activista que luchó contra la segregación de vivienda en Chicago, un “socialista democrático” que se opuso a la guerra liderada por los Estados Unidos en Nicaragua y un ferviente crítico de millonarios y de las corporaciones estadounidenses, Sanders apoya desde hace mucho tiempo al Partido Demócrata, defiende la política de fronteras seguras, el gasto y las intervenciones militares, y es también un político de carrera que sabe cómo y cuándo comprometerse con alguna política. El programa de Sanders ciertamente es más progresivo que el de cualquier otra candidatura y él parece genuinamente dispuesto a luchar por mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, pero su plataforma se queda corta precisamente donde más importa: en su fallo por atender el problema subyacente de la explotación capitalista y la producción para el enriquecimiento privado.
Por ejemplo Sanders promueve la responsabilidad y rendición de cuentas de las corporaciones, pero él está de acuerdo con un sistema en que la gran mayoría del valor extraído del trabajo fluye continuamente a los propietarios de capital. Aunque apoye una forma mucho más progresiva de impuestos, donde los estadounidenses más ricos deberían pagar porcentajes más altos de impuestos por sus ganancias, su programa haría muy poco al respecto de la masiva iniquidad social producida por los tipos de riqueza y privilegio que continuarían desarrollándose bajo ese sistema de impuestos. Mientras él aboga por un mayor gasto público en educación, seguro social, vivienda y pensiones, las más esenciales necesidades, incluyendo vivienda y alimentación, se mantendrían como una parte del mercado, que continuaría dictando las reglas de la producción económica. De manera significativa, mucho gente -particularmente quienes son devueltos en la frontera estadounidense- quedarían por fuera de estos beneficios. Mientras tanto su New Deal verde dejaría en paz, e incluso subsidiaría, a las corporaciones energéticas privadas, las mayores responsables del calentamiento global.
Quienes apoyan a Sanders frecuentemente argumentan que su presidencia sería una gran vuelta exitosa del progresismo, pero tanto sus enfoques como su historia -sin mencionar la composición ideológica del Partido Demócrata- sugieren lo contrario. En la medida en que Sanders continúe superando a sus rivales en las encuestas, es un buen momento para preguntar si puede ganar. ¿Cómo sería un gobierno de Sanders? ¿Y cómo puede la izquierda posicionarse mejor para tomar ventaja en caso de que esa victoria ocurra?
¿Puede Sanders ganar la primaria?
A pesar de su crecimiento estable en las encuestas, muchos se mantienen escépticos de que un candidato como Sanders pueda ganar la primaria Demócrata y menos aún la presidencia. Y existe una buena razón para ese escepticismo. Después de todo, en 2016 el Comité Nacional del Partido Demócrata [DNC por sus siglas en inglés] tomó todas las oportunidades posibles para sabotear su campaña y promover a Hillary Clinton, efectivamente garantizando la victoria de Clinton. Algo que están intentando nuevamente si el impulso de Sander continua en el año. En efecto, el DNC está ya confabulando contra él y los ataques desde la prensa burguesa empiezan a acumularse. Más aún, como otros han señalado, Sanders se benefició considerablemente del pequeño e insustancial campo de candidatos en 2016, haciendo más fácil para él postularse como una alternativa a las políticas de Hillary Clinton y el establishment demócrata. La cantidad de candidatos comparativamente más progresivos en 2020, particularmente Elizabeth Warren, le ha dificultado a Sanders diferenciarse.
Habiendo dicho eso, la popularidad de Sanders no debería darse por descontada. El continúa atrayendo grandes multitudes donde sea que vaya y probablemente el tamaño de esas multitudes se incrementará en la medida en las primarias de los grandes estados se acerque. Más aún, cuando Elizabeth Warren ha logrado pintarse a sí misma como la otra verdaderamente progresista en la contienda, es claro que ella ha comenzado el proceso de moverse a la derecha y se ha alejado de las demandas populares como el Medicare For All -una táctica que claramente ha resultado contraproducente. Esto ha dejado a Sanders en una buena posición para ir directamente contra Biden, cuya plataforma ligada al establishment y cuyas excentricidades y traspiés lo han convertido tal vez en el menos llamativo de los principales candidatos demócratas desde Al Gore. De hecho, Biden parece estar perpetuamente a un paso de distancia de un momento que podría destruir su campaña y entregarlo todo a sus más cercanos rivales, tal como sucedió con Howard Dean en 2004.
Y además está el problema de Donald Trump. Desde el 2016 Sanders consistentemente supera a casi todos los otros candidatos demócratas en las encuestas en caso de enfrentar a Trump y el Partido Demócrata es cauteloso de perder otra elección general más ante un presidente en ejercicio tan ampliamente vilipendiado. Por lo tanto, aunque el DNC pueda aún tener la capacidad de sabotear la campaña de la primaria de Sanders, ellos podrían no tener el estómago para hacerlo dos veces -después de la desastrosa derrota ante Trump en 2016-. Así que, aunque es un escenario poco probable, parece posible que Sanders podría ganar la primaria demócrata si gana las primeras contiendas electorales. Un victoria así plantearía problemas específicos así como oportunidades para la izquierda.
En primer lugar, una victoria de Sander podría potencialmente ser un enorme impulso para la joven y emergente ala progresiva del Partido Demócrata, y forzaría al establishment más moderado tomar una decisión: o apoyar (aunque sea nominalmente y temporalmente) las reformas que Sanders está promoviendo o ser reticentes con la esperanza de que la derrota de Sanders podría ser usada para desacreditar sus políticas y garantizar una candidatura moderada en 2024. Sin duda hay algunos demócratas que en secreto prefieren una victoria del actual presidente antes que permitir al partido moverse a la izquierda, aunque perder contra Trump una vez más sería una enorme derrota. El escenario más probable es que el partido no dará su apoyo hasta que Sanders dé señales de que está dispuesto a aminorar las expectativas que ha despertado y moverse a la derecha sobre ciertos asuntos fundamentales, particularmente Medicare For All y el incremento de impuestos a los ricos. Por supuesto, con más de un millón de voluntarios podría no inmediatamente necesitar el apoyo total del partido.
Si Sanders gana la primaria, esto muy probablemente llevaría a una ola de ataques contra la izquierda en una escala que no se ha visto desde el final de la Guerra Fría. En una batalla entre Trump y Sanders, Trump no dudaría en atacar directamente a Sanders como socialista o comunista, y acusaciones infundadas -algunas de las cuales Sanders confirmaría- sobre la Unión Soviética, Cuba o Venezuela, de seguro seguirían. Está casi garantizado que el Senador se vería forzado a reconsiderar su anterior apoyo por los sandinistas en Nicaragua y sus duras críticas a la CIA, de ñas cuales ya se ha retractado. Sanders seguramente disminuiría su identidad de izquierda, argumentando que sus planes son enteramente consistentes con los principios del Partido Demócrata heredados del expresidente Franking Delano Roosevelt. En un debate así Sanders sería forzado a explicar, como ya lo ha hecho, que su visión de socialismo es en realidad nada más que un New Deal liberal que dejaría al capitalismo intacto.
A pesar de las tergiversaciones del socialismo que resultaría de este debate, sin embargo introduciría en millones de ciudadanos americanos la idea de que existe una alternativa al capitalismo. Esto sería una oportunidad para la izquierda de alcanzar una amplia audiencia de trabajadores y trabajadoras, y de juventud interesada de manera creciente en estas alternativas, pero solo si estamos dispuestos a ser críticos de la falsa definición de socialismo que Sanders ha estado vendiendo y sin miedo de ofrecer una clara alternativa revolucionaria.
¿Qué pasaría si Sanders gana la presidencia?
Como Barack Obama antes que él, Sanders entraría a la Casa Blanca sobre una ola de expectativas increíblemente altas que, para decir lo menos, serían difíciles de lograr. Excluyendo la posibilidad de algún gran cambio ideológico, Sanders afrontaría una significativa oposición tanto del Partido Republicano como de los miembros más conservadores del Partido Demócrata, muchos de los cuales están marcadamente opuestos o, como Elizabeth Warren, quieren diluir o posponer indefinidamente reformas fundamentales tales como Medicare For All.
Si bien es cierto es posible que el Senado cambie en 2020, es más probable que Sanders enfrentaría un Congreso dividido, en el que los demócratas controlarían la Cámara de Representates (cámara baja) y los republicanos continuarían controlando el Senado con una pequeña mayoría. Esto haría que pasar grandes reformas, incluyendo Medicare For All, educación universitaria gratuita e incremento de impuestos para los más ricos, serían imposibles sin un movimiento de masas tras ellas. Por supuesto, algunos de las propuestas más modestas de Sanders podrían ser realizadas por órdenes ejecutivas, específicamente una reducción de encarcelamiento de los migrantes y la descriminalización o legalización de marihuana, cambios que Sanders ha dado señales de estar dispuesto a hacer desde el primer día de gobierno. Sin embargo, los grandes problemas, que requieren incremento en el gasto e impuestos, tendrían que darse a través del Congreso.
Existen pocos motivos para creer que el Congreso en su forma actual será susceptible de estos cambios. De hecho, mientras la prensa mainstream ha hecho mucho por construir la ola de nuevo progresismo y a The Squad [el Escuadrón, es un grupo de mujeres progresistas en el Congreso conformado por Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib], en última instancia hay en esto más fuego que calor. La mayoría del Partido Demócrata se mantiene, como ha sido por décadas, dedicado a una ideología de “responsabilidad fiscal”, que es clave para la continuidad de la austeridad neoliberal y se mantiene como siempre ha sido: el segundo partido del capital. A pesar de que los demócratas tienen una mayoría de 35 puestos en la Cámara de Representantes, la Nueva Coalición Demócrata -un grupo moderado que apoya un presupuesto balanceado y salud de libre mercado- tiene 103 miembros, la mayoría de los cuales rápidamente votaría con sus colegas republicanos para derrotar cualquier propuesta que requiera incrementos de impuestos significativos, especialmente Medicare For All. Y si el ala progresista del Partido Demócrata ha estado creciendo, también lo ha hecho el ala derecha del partido. De hecho, la Nueva Coalición Demócrata tiene más miembros en el Congreso ahora que en cualquier otro momento desde su creación en 1997.
Esto significa que la posibilidad de ganar cualquiera de las mayores reformas que Sanders está actualmente promoviendo dependerá, parafraseando al historiador estadounidense Howard Zinn, más de quién está en las calles que de quién ocupa la Casa Blanca. Sanders ha dicho lo mismo en muchas ocasiones, proclamando que él podría usar la presidencia para ayudar y liderar un movimiento para ganar las reformas que ha propuesto. Sin embargo, para el éxito, esas calles deben autoorganizarse, de manera independiente del Partido Demócrata y los políticos burgueses. Mientras los partidarios de Sanders han dicho que él sería el “organizador en jefe”, su presidencia minaría, al menos en el futuro cercano, el crecimiento y formación de un verdadero movimiento social y reforzaría la falsa noción de que el Estrado puede ser un árbitro justo del conflicto de las clases o que el Partido Demócrata puede ser un vehículo para el cambio social. Aún cuando Sanders dice que él movilizaría su base en todo el país para construir ese movimiento ¿Cómo sería realmente ese movimiento y en que maneras contribuiría al poder de la clase trabajadora?
Antes que todo, un movimiento así sería casi certeramente liderado por las mismas personas y los mismos comités de acción política que han pasado años trabajando por una victoria presidencial de Sanders. Ya sea Our Revolutión, Brand New Congress, Justice Democrats, o simplemente voluntarios entusiastas de base de la campaña, el liderazgo de tal movimiento post-elecciones se mantendría enraizado en la lógica del electoralismo y esto es precisamente lo que Sanders tiene en mente. En una entrevista con MSNBC en agosto anterior, Sanders dejó claro lo que él entiende por “organizador en jefe”:
“Voy a llevar la presidencia de una manera diferente a todos los demás. No solamente voy a ser Comandante en Jefe, voy a ser organizador en jefe. Vamos a ir a Kentucky, un estado muy muy pobre donde la gente ganas bajos sueldos, no puede pagar por los servicios de salud, no puede pagar seguro o medicamentos y vamos a movilizar a la gente para que le diga a sus senadores que se pongan del lado de los americanos ordinarios y no con los ricos contribuyentes de las campañas”
En la superficie esto suena muy radical, y la pasión y encanto de Sanders, como el de Barack Obama antes que él, es persuasivo. Pero si se mira de cerca lo que realmente está diciendo es claro: que el plan de Sanders es más bien modesto.
Como cualquier presidente, Sanders está prometiendo enfocarse en ganar el apoyo del Congreso para su agenda a través de presión política ¡Esto es bastante normal! Mientras estas movilizaciones -que podrían perfectamente resultar ser poco menos que campañas de cartas de palabras fuertes- también podrían perfectamente atraer un gran número de votantes desafectos, movilizaciones de ese tipo harían poco para crear el poder real de la clase trabajadora. En vez de ello, de la misma manera que militancia de izquierda predijo desde el 2016, estas movilizaciones llevarían todos esos activistas potenciales al interior del Partido Demócrata donde los movimientos sociales van a morir.
Esto no es una pura especulación, de hecho es consistente con la visión reformista de Sanders en un sentido más amplio. Después de todo, Sanders ha dedicado su vida a la idea de “justicia en cámara lenta”: presionar por una agenda progresista, pero siempre apoyando el mal menor (como la candidatura de Hillary Clinton en 2016) y llegando a compromisos cuando sea necesario. Si bien es cierto Sanders ha sido crítico del ala derecha del Partido Demócrata, en última instancia cree que la única vía hacia adelante es a través de la transformación de dicho partido. “Podría haber excepciones en ésta o aquélla comunidad en el país”, dijo Sanders en una entrevista en 2018 a la revista Jacobin, “pero la acción debe darse dentro del Partido Demócrata”. No podría ser más claro: Sanders cree que el método primario para ganar conquistas debe implicar tomar o transformar el Partido Demócrata -una estrategia que ha fallado una y otra vez.
Debido a que Sanders enfrentaría un Congreso increíblemente hostil, la orientación reformista, que probablemente tomará, girará en torno a ganar tanto la Cámara de Representantes y el Senado y fortalecer el ala progresiva del partido. Esto significa que cualquier movimiento que apoye a Sanders en el día de inauguración de su gobierno será dirigido dentro de la política electoral. Defendiendo figuras que le apoyan, como Alexandria Ocaso-Cortez e Ilhan Omar -que enfrentarán fuertes desafíos en 2022- y ayudando a elegir una nueva cosecha de candidaturas progresivas, se priorizarían candidaturas del Partido Demócrata, mientras discusiones sobre los esfuerzos para una organización independiente y movilizaciones e irrupciones reales de la clase trabajadora, como los que estamos viendo en Francia por ejemplo, serían dejadas de lado para lo que Trotsky llamó “discursos de día festivo”.
Un giro así sería un desastre para la clase trabajadora, ya que cualquier movimiento así estaría obligado a llegar a compromisos con el capital, ya que son una parte natural de cualquier democracia burguesa, más que a antagonizar con el capital. Es posible, dependiendo del crecimiento de la economía, que la clase dominante voluntariamente otorgue concesiones con el objetivo de aplacar el crecimiento de votantes descontentos, pero lo que el capital da con una mano lo quita con la otra. Tomando en cuenta el mediocre performance de la economía post-recesión y la caída de la tasa de ganancia en el largo plazo, que viene desde la década del sesenta, es poco probable que el capital esté inclinado a conceder mucho y en el caso de una recesión la burguesía no sólo estará indispuesta sino que directamente demandará concesiones y ayudas, muy parecido a como lo hicieron en 2008., cuando el expresidente Barack Obama salvó a los bancos con 700 mil millones de dólares. Fue en ese mismo momento que Obama empezó a alejarse de la “opción pública”, dejando al país bajo la desastrosa Affordable Care Act, que aplastó la idea de seguro social universal, dejando a millones sin seguro hasta el día de hoy. Esperar una salida fundamentalmente diferente, simplemente porque hay otro individuo en la Casa Blanca, ignora el hecho de que el poder del Estado nunca reside en éste o aquél político, sino que siempre está cautivo de la dictadura del capital.
Sin un movimiento masivo listo para confrontar directamente al Estado (y eso incluye a Sanders), sin sindicatos radicales dispuestos a ir a la huelga y parar la producción, sin una amenaza real a la estabilidad del mercado y a la habilidad del mercado de continuar haciendo ganancia a partir del sudor de la clase trabajadora, es básicamente imposible pensar que cualquiera de las más radicales demandas que Sanders está promoviendo pueden ser ganadas sin compromisos y pagos al capital. Incluso si un movimiento así de radical pudiera ganar tracción en los Estados Unidos e incluso si fuese capaz de forzar concesiones y ganar reformas como el Medicare For All o educación universitaria gratuita, no hay manera de proteger estas victorias sin una lucha continua que eventualmente culmine en la apropiación, sin compensación, de al menos alguna significativa porción de propiedades corporativas. Sanders no ha mostrado inclinación a interferir directamente con la capacidad del capital de continuar su acumulación de ganancia, mucho menos nacionalizar alguna porción del mismo.
Sanders como Comandante en Jefe
Sanders tendría dificultades aprobando leyes durante su gobierno. Tendría mucho más control y autoridad sobre el ejército del que tendría sobre el Congreso. Si esto es algo bueno o no es difícil de decir. Si resultara electo, Sanders tendría, desde el día uno, poder sobre el ejército entero de los Estados Unidos y docenas de grandes y pequeñas intervenciones militares alrededor del mundo. Como Comandante en Jefe de las fuerzas armadas, Sanders hipotéticamente podría modificar el mapa de los conflictos globales de la noche a la mañana cerrando las bases militares de los Estados Unidos y trayendo de regreso a los más de 450 000 soldados desplegados en el extranjero. Desafortunadamente no hay nada en la plataforma de Sanders o en el historial de sus votaciones como político que indiquen que haría eso. De hecho su historia sugiere justo lo contrario y es en el ámbito de la política exterior que la presidencia de Sanders sería más parecido a sus predecesores y donde es probable que reciba algún tipo de apoyo del establishment demócrata.
La idea de que Sanders es de alguna manera opuesto al ejército o a las intervenciones en el extranjero o que su política exterior sería una ruptura radical con presidentes previos es una historia que se ha convertido en canon dentro de los partidarios de Sanders. La evidencia más frecuentemente presentada para este cuento de hadas es que Sanders votó contra la desastrosa invasión a Irak en 2003. Si bien es cierto Sanders estuvo correcto en esa votación, él no estuvo solo. Además de Sanders, 126 demócratas votaron contra la resolución, incluyendo figuras demócratas como Nancy Pelosi, Dick Durbin y James Clyburn. En otras palabras, el voto contra la guerra en Irak fue difícilmente un acto de gran coraje o convicción.
Sin embargo, la razones que Sanders dio para votar por el no son esclarecedoras y el discurso de Sanders para oponerse a la guerra, muestra dónde están sus prioridades en política exterior. De acuerdo a ese discurso, las mayores preocupaciones de Sanders eran que la guerra era un acción unilateral, que dañaría los intereses de los Estados Unidos y sería una pérdida para el tesoro estadounidense, que podría obstaculizar la “guerra contra el terrorismo” y que sería una distracción respecto de la situación económica. Sanders termina su discurso -aún cuando el tiempo había terminado- con una enfática afirmación de que si Irak rehusara las inspecciones al régimen por las Naciones Unidas, entonces los Estados Unidos deberían “estar listos para asistir a las Naciones Unidas en asegurar el cumplimiento” de las mismas. En otras palabras, el centro de la oposición de Sanders a la guerra fue que sería mala para los Estados Unidos; el conflicto militar con Irak era una opción siempre y cuando fuera con la aprobación y cooperación de las Naciones Unidas. Este enfoque es difícilmente inconsistente con el imperialismo de los Estados Unidos, pero es consistente con las votaciones previas de Sanders sobre intervenciones en el extranjero y su nacionalismo económico.
El hecho es que Sanders ha votado a favor de muchas intervenciones militares desde que fue electo al Congreso en 1991. Por ejemplo, votó a favor de la guerra en Afganistán, apoyó la guerra contra el terrorismo y notoriamente votó a favor de la campaña de bombardeos de Bill Clinton en 1999 en Serbia. Ha votado dos veces por el Iraqi Liberation Act, que efectivamente preparó las condiciones para la invasión a Irak en 2003 y las brutales sanciones al régimen que le precedieron. En 2001 votó a favor de la Authorization for Use of Military Force (AUMF), que fue usada para legitimar cientos de ataques de drones durante la presidencia de Obama y que fue la base legal para el accionar que permitió el asesinato del general iraní Qassem Suleimano a manos de Trump en enero pasado.
Más aún, si bien es cierto que Sanders ha sido mejor que muchos presidentes -ciertamente mucho mejor que Biden- en relación al tema de las intervenciones extranjeras (esto es, sobre si poner soldados en terreno), sin embargo regularmente ha dado apoyo a duras sanciones que han llevado a la muerte de miles. Existen muchas historias sobre la batalla solitaria de Sanders contra las sanciones a Irán, pero la verdad es que él ha apoyado sanciones contra Irán e Irak antes de eso, y su justificación para votar contra las sanciones a Irán en 2017 fue simplemente que podría interferir con el acuerdo nuclear con Irán. Sanders dijo en ese momento:
“He votado sanciones a Irán en el pasado, y creo que las sanciones fueron una importante herramienta para traer a Irán a la mesa de negociación. Pero yo creo que estas nuevas sanciones podrían poner en peligro el importante acuerdo nuclear que fue firmado entre los Estados Unidos, sus socios e Irán en 2015”
En otras palabras, Sanders es, por ahora, opuesto a más sanciones, pero solamente si Irán se mantiene dentro de las demandas estadounidenses de monitorear y contener su programa nuclear doméstico. Esto es consistente con el enfoque de “poder suave” que Sanders seguramente tendría en política exterior, un enfoque que significaría más ciudadanos estadounidenses muertos -pero dejaría intacto al imperialismo estadounidense y su poder militar global.
Pero hay otra parte de la política exterior de Sander que no recibe suficiente atención crítica, su política económica exterior. Además de sus previos apoyos a intervenciones extranjeras y sanciones, Sanders se ha mostrado a sí mismo como un fuerte apoyo de las políticas económicas de America first [primero los Estados Unidos], políticas que han creado un foso entre la clase trabajadora de los Estados Unidos y la clase trabajadora de otros países. Como lo señala FeeltheBern.org: “Bernie Sanders cree que la mayor prioridad de cualquier acuerdo comercial es ayudar a los trabajadores estadounidenses”. Y en efecto Sanders se ha opuesto a muchos acuerdos comerciales (incluyendo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el acuerdo Trans-Pacífico) precisamente porque cree que no son buenos para los trabajadores estadounidenses. Pero tiene poco que decir sobre los devastadores efectos de tarifas aduaneras en trabajadores extranjeros y economías extranjeras. En vez de ello, Sanders se ha opuesto a relaciones normales de comercio con China, regularmente ha hecho afirmaciones de que China es responsable por la pérdida de trabajos de manufactura en los Estados Unidos, ha dicho que él impondría tarifas para negociar mejores acuerdos comerciales para la clase trabajadora estadounidense.
Si no hay prácticamente nada redimible en Sanders de los muchos acuerdos comerciales que ha votado en contra, sus preocupaciones acerca del outsourcing a China no solo muestran que Sanders falta de una perspectiva internacional de la clase trabajadora sino que incluso hay una sobreestimación de la misma. Como lo ha demostrado Kim Moody, la mayoría de las pérdidas de trabajos en los Estados Unidos han sido causadas por el outsourcing dentro de los propios Estados Unidos y por métodos de producción más simples, no por el outsourcing a países extranjeros. En otras palabras, el problema no es malos acuerdos comerciales, el problema es el capitalismo; y la política comercial de Sanders no hará nada para aliviar el sufrimiento de trabajadores estadounidense, mucho menos trabajadores del mundo.
Una oportunidades para la izquierda
Es probable que muchas cosas infames vayan a suceder hasta el final del proceso de primarias. Incluso si Sanders logra ganar la nominación, estará enfrentado a un fuerte presidente en funciones y una clase dominante que intentará destruirlo por todos los medios o doblegarlo para sus propósitos. Si él sobrevive para convertirse en presidente, no saldrá ileso o sin cambios. Sanders potencialmente tendrá el apoyo de millones de votos, pero sin un movimiento independiente y una combativa clase trabajadora lista a enfrentar al establishment entero, incluyendo a Sanders como Presidente de los Estados Unidos y Comandante en Jefe, no hay ninguna esperanza para un cambio sustancial.
Mientras Sanders enfrentaría una batalla cuesta arriba para conseguir cualquier de las más básicas demandas sobre las que está haciendo la campaña, su presidencia probablemente elevaría -al menos en el futuro inmediato- las expectativas y la moral de grandes sectores estudiantiles y de clase trabajadora. Atraer a esa clase trabajadora y estudiantes a la lucha y estar junto a ellos para construir organizaciones y movimientos independientes sería la primera tarea de la izquierda después de la inauguración del poder de Sanders. Por ejemplo una lucha independiente para ganar educación universitaria gratuita y la condonación de las deudas por educación universitaria, liderada en partes por estudiantes y sindicatos de las universidades podría ayudar a iniciar un gran movimiento de estudiantes. Un renovado movimiento de lucha de la población afroamericana sobre temas como la violencia policial, vivienda y gentrificación de las ciudades, podría desafiar la criminalización e superexplotación de la comunidad afroamericana. En tanto, vinculando la lucha por seguro social universal y un verdadero New Deal verde junto a la lucha de la clase trabajadora en sentido amplio, se podría poner la base para el tipo de huelga militante que se da en Francia actualmente.
Sin importar si Sanders lograra pasar algo o nada de su programa en los primeros 100 días de gobierno, no tomará demasiado tiempo antes de que las contradicciones de luchar por reivindicaciones de la clase trabajadora dentro de un partido imperialista se hagan más agudas, y sería imperativo que la izquierda fuera capaz en ese momento de ofrecer una mejor alternativa que el imperialismo suave de Sanders y su reformista New Deal. Sin una alternativa de este tipo los más determinados luchadores y luchadoras probablemente se desilusionarían y retrocederían de la política a la vida privada, mientras otros continuarían la batalla por hacer al Partido Demócrata un partido de la clase trabajadora, sin fruto alguno. Solo un partido revolucionario con raíces en la clase trabajadora y en los movimientos sociales es capaz de superar una apatía y desilusión de ese tipo. Posponemos la construcción de ese partido a nuestro propio riesgo.
James Dennis Hoff
Escritor, educador y activista, Universidad de Nueva York.