La opinión de un estudiante de la Universidad de Cuyo que viajó con la delegación mendocina al acto que el Frente de Izquierda realizó en el estadio de Atlanta.
Martes 22 de noviembre de 2016 12:20
Fotografía: Enfoque Rojo // Sebastián Giacchino (colaborador)
Desde muy pequeño explote ante las injusticias, desde adolescente me indigne con aquellos que se llenan los bolsillos con el sudor de otros y mil veces por no callarme termine en más de un lío. Mantuve un perfil bajo muchas veces en búsqueda de lograr objetivos comunes, que me dieran la posibilidad de poder expresar mi opinión, así es que llegue, con bastante esfuerzo, desde mi pueblo a la ciudad de Mendoza a cursar la universidad. Con mucho esfuerzo ya que con mi familia no podíamos ni siquiera pensar en tal emprendimiento sin que este conllevara un gran esfuerzo, un gran compromiso y así es que comencé a trabajar y a cursar casi en forma paralela.
Realice experiencias de militancias con grupos y colectivos autónomos, apartidarios que en su momento me llenaron de experiencias y al mismo tiempo coparon mis expectativas. Luego de fuertes acontecimientos personales, a principios de 2016 comencé a acercarme con más convicción al PTS, a intentar colaborar con el FIT ya que durante 2015 fui fiscal y me conmovió el grado de compromiso y esfuerzo de pares, de compañeros que día a día se rompieron por sostener el Frente de pie, frente a los partidos tradicionales y con una clara convicción de defender la clase trabajadora.
Con mi participación un poco liviana por así decirlo, es que llegue a Atlanta, llegué con muchas dudas sobre asistir a un acto partidario pero al mismo tiempo con expectativas de que me llene de energía e interrogantes para poder generar respuestas que lleguen a servir a la izquierda. Fueron casi 16 horas de viaje desde Mendoza que se aliviaron compartiendo con compañeros charlas de todo tipo y hasta ensayando las canciones que algunos compañeros habían sociabilizado y otras que se usan en todas las marchas.
Llegamos a la ciudad y desde el principio me sorprendió ver tanta gente en las columnas, ver familias enteras, mujeres, jóvenes, una gran variedad de personas totalmente dispuestas a marchar hacia la cancha de Atlanta con el fin de asistir a un acto muy importante para fortalecer la izquierda pero que al mismo tiempo me repercutía porque era asistir a escuchar uno o varios discursos políticos. Esperamos más de una hora y media hasta que comenzamos a avanzar hacia el estadio, todos muy contentos y cantando cada canción con entusiasmo. Un entusiasmo que cuadra a cuadra se volvía más eufórico al igual que el resonar de los bombos y redoblantes.
Cuando llegamos a la puerta del estadio fue sorprendente ver el grado de organización del PTS para con cada una de las regionales, para los jóvenes y los adultos. Nos tocó el ala oeste del estadio y desde que subimos a la platea no deje de mirar a mi izquierda cada regional, cada militante hasta llegar al final, donde la regional de Mendoza debía ubicarse. Allí gire sobre mí mismo y el corazón se paralizó, los pelos se me crisparon al ver un estadio lleno de personas, una gran cancha roja, pero al mismo tiempo lo que me paralizaba era algo que racionalice luego, que cada persona que estaba allí no los unía conmigo una simple pasión por algún equipo de fútbol por ejemplo sino que había algo más grande que me unía con cada uno y esto era lo que me emocionaba.
En una humilde y quizás escueta opinión los discursos de cada uno de los referentes del FIT tuvieron repercusión en mí, llegaron las palabras del “pollo” Sobrero sobre la lucha contra la burocracia sindical, las palabras de Myriam sobre la lucha por el aborto legal y gratuito, las palabras de Pitrola sobre la necesidad de una acción común del frente de izquierda, las palabras de Nico del Caño recordando el esfuerzo de los trabajadores viñateros y ajeros que también asistieron al acto. Pero creo que más allá de los discursos lo que más me intrigaba era aquello que nos unía a todos allí adentro.
Baje de la platea con una compañera y fui al campo en busca de dicha respuesta, y cuando explotaron los fuegos artificiales, cuando salió Nico del Caño y comenzó su discurso, es que mi mirada se centró en un hombre de al menos unos 60 años que llevaba un redoblante colgado, volví a concentrarme y escuche el discurso, me emocione con los artistas por el FIT cantando la internacional y hasta me anime a cantarla cuando todos cantaban.
Luego llego el momento de volver, el día, el acto, la experiencia en Atlanta había terminado, me junte con mis compañeros de regional y comenzamos a salir del estadio. Yo llevaba un banderín con el que marche, y fue cuando me distraje de nuevo con un niño de un año y algunos meses que iba en los brazos de su padre, él se distrajo viendo la bandera del pts flamear mientras seguíamos cantando y aquella criatura agitaba su bracito izquierdo como varios de nosotros.
Fue al final del sábado cuando comprendí que nos unía a esas 20 mil personas dentro de aquel estadio, aquello no era la pasión, no era el gusto, era una condición que nos hacía referenciarnos en cada lucha llevada a cabo por cada persona, por cada agrupación y por cada regional que hace al Frente de Izquierda. Luchas que se expusieron en el escenario principal y que tiene que ver con la condición de clase que nos llevó a Atlanta. Que llevó a tantos como a mí a negociar con los lugares de trabajo, con familias, novias/os para poder asistir, porque ante todo lo que me sensibilizó hasta el final era ver un gran porcentaje de la clase obrera consciente de ello y totalmente convencida de seguir disputando la lucha en cada espacio, cada día, para llevar a dicha clase al poder.