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Red Internacional
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Juventud. Con hambre no hay clases: 1200 estudiantes de la Universidad Católica de Temuco tuvieron que desertar

En medio de la crisis sanitaria y económica, miles han sido los afectados a raíz de las políticas empresariales del gobierno de Piñera. Mientras las y los estudiantes de las Universidades se enfrentan a una situación de incertidumbre: Los despidos, el hambre, la conectividad, el trabajo precario. ¿Comer o estudiar?

Lunes 29 de junio de 2020

En medio de la pandemia han sido muchos los afectados, pero sobre todo la clase trabajadora quienes han sufrido a manos de los empresarios coludidos, los mismo que se han favorecido por las leyes del gobierno de Piñera en plena pandemia con complicidad de la falsa oposición.

Desde el movimiento estudiantil el 2006 y el 2011 hasta la rebelión popular, diferentes han sido las consignas, una de ellas también era educación gratuita y de calidad, entre todas las otras exigencias frente a un sistema capitalista que beneficia a los más ricos. Lo que sucede ahora en las Universidades no solo se debe a la situación de pandemia, sino que es producto de décadas de desmantelamiento de la educación pública y negocio de la educación privada, un lucro incesante que ubica a Chile en los primeros puestos respecto al coste de la educación.

Actualmente estamos en la mitad del año académico y la incertidumbre de las y los estudiantes se incrementa, y es que ¿es posible continuar de este modo?
Actualmente no existe un catastro entorno a quienes no tienen acceso a conectividad de forma actualizada, entendiendo el contexto actual. Hace unas semanas se daba a conocer que cerca de 1200 estudiantes de la Universidad Católica de Temuco desertaron, un total de 826 suspendieron sus carreras y 400 renunciaron a la Universidad, y es que es totalmente explicable, una Universidad con los mayores porcentajes de estudiantes vulnerables en la región con la pobreza multidimensional más alta de Chile. Así también, se suma a una crisis económica cargada a los hombros de la clase trabajadora y la juventud trabajadora, con trabajos altamente precarios como las apps de comida rápida.

Y es que también nos enfrentamos a suspensiones laborales, despidos, rebajas de salario de millones de familias y de jóvenes trabajadores que deben decidir si estudian o comen, donde ni el tiempo para clases online, donde debes tener acceso a internet, computadores y tiempo es imposible en tiempos de pandemia, y es que el aumento del desempleo de la mano de la ley de “protección” del empleo, ponen más bien en una situación de total vulnerabilidad a quienes trabajan, y más a quienes también deben estudiar.

La sobrecarga académica, la mala o nula conectividad de las clases via online carece de toda efectividad tanto para estudiantes como para docentes, mientras que otras no tienen posibilidad alguna de poder estudiar, por falta de internet, un computador o por vivir en lugares rurales donde la señal se vuelve intermitente. Según cifras preliminares de la Dirección de docencia de esta Universidad, para el cohorte 2020, el 16% de los estudiantes declaraba no tener acceso a internet y un 30% no tenía acceso a computador, actualmente las cifra deben ir en aumento, como desencadenamiento de todo lo que mencionamos anteriormente.

Así también, la tasa de morosidad en el pago de los aranceles se duplicó en el mes de abril de este año, en comparación a abril de 2019, donde miles de familias se quedaron sin ingresos por las medidas del gobierno criminal de Piñera, que dió luz verde a los empresarios adueñarse de nuestros salarios y ahorros.

La educación de mercado nuevamente dejando en evidencia su cara más cruda, ya que no solo un gran número de jóvenes queda sin ingresar a la Universidad, por el sistema de selección totalmente clasista, el acceso por no contar con recursos o inclusive por tener que trabajar, etc. Es más, la Universidad Católica de Temuco se concentra como la universidad con la tasa de estudiantes vulnerables más alta a nivel nacional. Actualmente, y en plena crisis sanitaria, las y los estudiantes deben decidir si trabajan y comen o si estudian, ya que la sobrecarga universitaria sumado con las enormes posibilidades de ser despedidos abren todo un problema para la juventud que está estudiando. A su vez, una juventud ampliamente precarizada, donde los empleos que pueden obtener son mal pagados, sin condiciones adecuadas como lo hemos visto en rappi, diddi, o ubereats.

Es más, si consideramos el último Censo (2017) realizado que registró 2,5 millones de hogares en el que 45% viven niñxs y jóvenes, tan solo 1.125.000 de hogares cuentan con internet, sin tener la certeza si es que parte de la mitad que si tiene acceso a internet cuenta con estudiantes. Esto, sin mencionar que para tener un aprendizaje cualitativo vía modalidad online se requieren también otras condiciones; tener acceso a un computador, ambiente óptimo para el estudio, etc. Una tarea difícil para las 77.000 familias que viven hacinadas según CASEN (2017).

Los estudiantes son parte de la juventud trabajadora y precarizada, de las familias pobres que tienen que salir sin ninguna garantía sanitaria a exponerse al contagio para llenar la olla hasta fin de mes.

Tenemos claridad que las multimillonarias ganancias de los empresarios gracias a las políticas empresariales de los gobiernos de la derecha y la ex concertación han servido para mantener sus riquezas a costa de las y los trabajadores. Sabemos también que todas estas ganancias son suficientes para levantar un plan de emergencia en plena crisis sanitaria y económica que quieren cargar a la clase trabajadora, pero es posible tener sueldos dignos acorde a la canasta familiar, test masivos y acceso a la salud, suspensión de cobros de los servicios básicos y cobros de los aranceles. Inclusive, cumplir la demanda histórica del movimiento estudiantil que es la educación gratuita y no sexista. Pero también tenemos claridad que el gobierno en complicidad a la oposición solo salvaguardar a los empresarios, es solo cosa de mirar el nuevo plan económico, donde el 80% va para reactivación económica a grandes empresas que ni siquiera asegura que no vayan a haber más despidos de los que hay actualmente.

Por su lado, los organismos estudiantiles siguen inertes, como la CONFECH que no se ha manifestado para hacer un plan de lucha mientras vemos cómo se desarrolla la situación para millones de estudiantes y sus familias, debiendo organizar al movimiento estudiantil y ponerlo en escena como un actor político que se apueste a la unidad con las y los trabajadores, desempleados, suspendidos, jubilados, etc. Y es que, con hambre no hay clases, y es una realidad para miles de estudiantes, juventud trabajadora y familias trabajadoras.