La Izquierda Diario recorrió la ciudad de Concordia. Con miles de evacuados y un tercio de la ciudad bajo agua los rostros de la inundación son los mismos de siempre.
Martes 5 de enero de 2016
Fotografía: PH. Ezequiel G. // Paxi Sioux.
La Izquierda Diario visitó algunos de los barrios más afectados por la inundación, recorrió centros de evacuados y se acercó a la seccional de AGMER Concordia junto a una delegación del PTS que acercó una donación de $ 50.000 en forma de víveres de la banca de la diputada nacional Myriam Bregman.
La inundación desde un barrio (no de un helicóptero)
La zona sur de la ciudad es una de las más afectadas. La mayoría de las familias sobrellevan el día a día con changas y trabajos temporales. Roberto es vecino de la zona desde hace años. Nos llevó a recorrer partes del barrio “para que veamos la realidad desde cerca”. Las inundaciones no hacen más que agravar una situación de por sí precaria. Alterna sus días trabajando como hornero y como pescador. En los veranos suele viajar al sur a la cosecha de la manzana, al igual que muchos de los trabajadores que habitan ese barrio.
Roberto se presenta: “Yo soy de acá, de la zona sur, soy pescador, soy hornero, hago mi trabajo con el horno, después me voy a la fruta. Hoy pensaba darle lo mejor a mi familia. Así me iba al sur por el tema de la temporada, pero con el agua hasta el cuello ¿a dónde me voy a ir? Pienso lo que puede llegar a pasar, tanto a mi familia, como a mis amistades y vecinos que tengo alrededor”.
La inundación no sólo arrasó con lo poco que tenían estas familias. También las despojó de todo tipo de sustento económico. Por el momento no tienen otra opción que vivir de la ayuda y de las donaciones.
“Perdimos todo. Perdimos todos nuestros elementos de trabajo. Vivo abajo del muro, soy pescador. Estamos apurados para que se vaya rápido el agua, para seguir trabajando, porque si no qué vamos a hacer. No podemos hacer nada. Tenemos gurises y no tenemos nada. Ni siquiera una moneda para comer”, nos cuenta otro vecino que está en la misma situación.
Concordia, en la víspera de la crisis del 2001, pasó a ser conocida en el país por ser una de las ciudades con mayores índices de pobreza y de desocupación. El porcentaje de pobreza llegó a escalar al 77 %. No obstante, a pesar de años de crecimiento a “tasas chinas” el trabajo precario, la changa y el trabajo temporal siguen siendo la salida de miles de trabajadores de Concordia. La ciudad todavía encabeza el ranking de las más pobres del país.
La inundación muestra su lado más cruel en los miles de trabajadores, que como Roberto, viven en las barriadas populares que el Estado ve desde un helicóptero.
“¿A dónde están las autoridades, los políticos que dicen que está todo bien?”
Un muro, que tiene varios años de existencia y pocos de mantenimiento, separa la creciente del río Uruguay de las casas del barrio de los “Horneros”. Allí, la conocida Defensa Sur, que contiene las aguas del río está al tope de su desbordamiento. Los vecinos nos cuentan que este sería el peor de los escenarios.
“El muro lo han hecho mal. Hay muchas grietas, filtraciones de agua. La mayoría han venido, pero como ya han engordado sus bolsillos, todo lo que podrían haber hecho para evitar la inundación no lo hicieron. Hoy se ve la consecuencia” nos señala Roberto mostrándonos las grietas por donde se filtra el agua.
Al momento lo único que ha hecho el Estado fue colocar algunos sacos de arena. “Dicen que va a aguantar pero nunca han hecho una reparación o algo por el estilo. Nunca le dieron un mantenimiento. Los responsables son los que hicieron esta Defensa Sur. Si llega a romperse el muro ¿qué va a pasar? ¿Quién va a ser responsable si ocurre una tragedia? ¿A dónde están las autoridades, los políticos que dicen que está todo bien? Bien están ellos”, plantea Roberto con indignación.
Años de desidia y de desinversión tienen sus consecuencias. Las declaraciones apaciguadoras de los funcionarios no se sostienen ni con una simple recorrida en la zona. Esta realidad se escapa a quienes la ven desde un vidrio polarizado. Con este cinismo y altanería se manejan los gobiernos. Es que, claro, las inundaciones no los afectan en nada.
12 inundaciones
Las inundaciones no son catástrofes naturales sino crímenes sociales. Producto del monocultivo de la soja, el desmonte, el uso de agrotóxicos y la deforestación, sus consecuencias no hacen más que agravarse con el paso del tiempo.
En los centros de evacuados hay familias que han pasado por doce inundaciones. Es decir doce madrugadas que se levantan con el agua hasta las rodillas salvando lo poco que se puede rescatar y a empezar de cero una vez más.
Las historias de cada uno de los evacuados se repiten en cada escuela que visitamos. Yanina se encuentra en la escuela “General San Martín” el centro de refugiados donde Macri, luego de sobrevolar la zona, fue a sacarse la foto.
Junto a sus dos hijos vivirán en un aula hasta que baje el agua. No es la primera inundación que sufre. Había accedido a una vivienda hace sólo un año, pero esta vez también le tocó perderlo todo: “Yo hace un año que estoy viviendo en la casa que se me inundó. Ya viví una inundación anterior donde también perdí un montón de cosas”.
Bien consciente de la situación, Yanina no deja de señalar que los inundados son los de siempre y sus responsables también. La ausencia de obras públicas y de planes de viviendas aparece en cada relato que recogemos. “Las obras se tendrían que haber hecho hace rato. Prometieron un plan de vivienda que tampoco se hizo”
Sin embargo cuando los gobiernos cumplen con alguna promesa de campaña, como la construcción de algún barrio, las condiciones en las que pretenden que los vecinos habiten son deplorables.
Esta fue la experiencia que le tocó vivir a Yanina: “El año pasado hicieron el barrio Los Pájaros. No te voy a negar, me dieron la casa y cuando yo vi el barrio dije “ningún político va a vivir acá”. No sabes lo que es eso. Es tierra de nadie. La dejaron a la deriva. Eran casillas precarias, el baño no tenía desagüe, ni cloacas. El techo era de nylon negro y para de contar”.
La solidaridad entre trabajadores
Es contrastante la respuesta insuficiente del Estado con la solidaridad organizada por los propios vecinos y los trabajadores. Cada relato remarca la solidaridad espontánea de los vecinos de la cuadra que de madrugada se ayudaron mutuamente para rescatar lo poco que se podía.
AGMER Concordia, el sindicato que nuclea a los docentes, ha sido un núcleo fundamental de la solidaridad para los afectados. Se organizan por fuera del Comité de Crisis formado por los gobiernos, las fuerzas de seguridad y armadas y punteros políticos que convierten la necesidad en negocio. Los docentes han denunciado manejos irregulares en la administración de donaciones motivo por el cual se mantienen independientes de dicho comité.
Los vecinos afectados así reconocen esta diferencia. Una vez más en el barrio de los Horneros narran los tratos inhumanos que el Ejército, por ejemplo, propina con los afectados: “Es una vergüenza la comida que trae el Ejército. No se puede comer. Nos dan una pelota de harina (…) Yo esa comida no la como, no se la doy a mi hijo (…) Vienen, te la tiran, no tienen respeto por las personas. No somos chanchos. No somos animales, somos seres humanos, somos personas. Capaz mucho mejores que esos que tienen una corbata en el cuello”.
La actitud de las maestras y los docentes contrasta por el vértice con la ayuda propinada por el Estado. La “humanidad” en el trato, tan simple como ello, separa a estos de aquellos. El ser tratado como personas, la sensibilidad y la compresión basta para diferenciar uno de otros.
Así se percibe en la sede del sindicato. Familias enteras eran recibidas por las maestras que repartían las donaciones. No eran tratados como un número más. Se atendía a las necesidades que cada una de ellas tenía que resolver.
Ningún político del régimen podría alcanzar esta empatía. Es que como Roberto dice: “Pasan con el vidrio polarizado, no bajan. Como les dije, ustedes son personas, son gente. Han venido caminando, y están caminando el barrio. Se toman su tiempo. Ven la realidad. Pero ellos no. Te miran de lejos y olvidate”.
Rodrigo López
Nació en Rosario en 1989. Es licenciado en Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.