Tres niños de 3, 4 y 10 años murieron en un incendio el pasado domingo en el Barrio Pachamama en Udaondo, y este lunes murieron otras tres personas que habían sido trasladadas a hospitales de la zona.
Martes 11 de junio de 2019 14:07
El domingo pasado murieron tres niños de 3, 4 y 10 años en un incendio en el Barrio Pachamama de esta localidad de Ituzaingó. Ayer lunes, murieron otras tres personas que habían sido trasladadas a hospitales de la zona en grave estado (dos menores de 2 y 17 años y una mujer de 32).
El incendio ocurrió en una casa donde habitaban 20 personas, en su mayoría niños pequeños que se vio envuelta en llamas en pocos minutos, no permitiendo salir a tres niños que murieron carbonizados en el instante.
Las autoridades que asistieron al lugar, indicaron que el incendio había comenzado por un desperfecto en una estufa. El dolor y la bronca que atraviesa la población de Ituzaingó así como la conmoción en las escuelas de la zona ante la muerte de varios niños despertó por abajo la solidaridad para reunir ropa y objetos para esa familia que perdió todo.
La pregunta aparece: ¿cómo pudo suceder esta tragedia?
Pero no es un detalle en los diarios la foto de la casa humilde donde vivían y que casi 20 personas, incluyendo varios niños, vivan hacinados y en condiciones de extrema pobreza.
Para algunos será un trágico accidente, pero esto es un crimen social.
Cuando el sistema social, el Estado, y sus instituciones ponen a centenares de trabajadores en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura, a una muerte tan violenta como por la falta de vivienda digna, el hacinamiento y la precariedad; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir, hablamos de un crimen social. Así lo definía el marxista alemán Friedrich Engels: “Cuando la clase dominante pone a centenares de obreros en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala, entonces lo que se comete es un crimen”.
Lo cierto es que las frías estadísticas hablan del alarmante crecimiento de la pobreza entre la niñez, esto no sólo son cifras, hoy vemos cómo este avance hace estragos entre los niños de todo el país que viven en condiciones de absoluta precariedad, donde la necesidad lleva a la supervivencia. No son números son seres humanos.
En las últimas semanas se publicó un informe "Pobreza, derechos e infancias en la Argentina (2010-2018)" elaborado por el Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA) estima que entre un 47% y un 60% de la infancia entre 0 y 17 años es pobre.
En 2016 se registró que 1 de cada 10 personas vive sin agua corriente, sin luz, sin acceso a la red de gas natural y rodeados de basura. Al menos 2.993.151 habitantes viven en asentamientos informales, en el territorio donde reside el 67% de la población del país.
Entre los derechos básicos negados, además de la falta de dinero para que sus familias cubran la canasta básica, están el derecho a la alimentación, a una vivienda digna, al saneamiento, a la atención de la salud y la educación entre otros, considerando estas múltiples dimensiones la pobreza afecta al 63 % en el tercer trimestre del 2018.
¿A cuánto hechos de este tenor se debe llegar para ser prioridad en la agenda de los gobiernos de turno? En un país gobernado por los organismos internacionales de crédito que exigen un mayor ajuste, gobierne quien gobierne después de octubre, mientras se pronuncian de un lado y del otro para pagar la Deuda, esto traerá como resultado, negar derechos elementales a la gran mayoría de la población, empezando por los niños.
Es hora de invertir las prioridades y poner en el centro las necesidades del pueblo pobre y trabajador, de los niños, los jóvenes y las mujeres porque la deuda es con nosotros.
Es necesario batallar la resignación a la que nos quieren conducir entre campañas y promesas absurdas y apostar a una salida para darlo vuelta todo.
¿En qué momento los que planteamos techo, comida y educación para los niños pasamos a ser los utópicos y los de arriba los realistas diciendo que hay que aceptarlo porque no hay otra salida? ¿Desde cuándo el pobre es menos pobre por recibir una asignación de indigencia? ¿La realidad solo puede ser la miseria que ofrece el capitalismo?
Junto con los políticos tradicionales que nos plantean la imposibilidad de transformar la realidad, la Iglesia hace apología de la pobreza y los sindicatos olvidaron salir a las calles porque no hay motivos suficientes.
"Me dijeron que en el reino del revés nada el pájaro y vuela el pez", Para dar vuelta esta historia nos organizamos y nos preparamos, que la crisis la paguen los capitalistas y que las futuras generaciones puedan disfrutar de una vida que merezca ser vivida.