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Red Internacional
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Tucumán. Conocé a Plasticola, la enfermera payaterapeuta agredida por la ministra Chahla

Sus compañeros se organizaron contra este abuso de poder convocando a una asamblea interhospitalaria.

Sábado 30 de julio de 2016

El hecho de agresión trascendió por las redes sociales, además hubo una manifestación en el hall central del hospital y fue el puntapié inicial para convocar a una asamblea interhospitalaria de trabajadores de la salud. Las muestras de apoyo y solidaridad hacia Alejandra llegaban desde distintos hospitales y de diferentes lugares del país. También, pero en menor cantidad, comentarios en su contra elaborados por personas afines al gobierno y desde perfiles creados para tal fin; publicaciones que se desvanecen ante la lectura con el sentido común. Pero ¿quién es esta trabajadora que generó tanta muestra de solidaridad?

En nuestro sector es muy frecuente tener una doble jornada de trabajo. Salimos del hospital e ingresamos a alguna clínica o algunos trabajan en otros rubros, como por ejemplo el ingenio, la docencia o la venta ambulante. Pero a pesar del cansancio decidimos encontrarnos para conversar y parar la pelota por un instante hasta que un café se agote lentamente. No quería perder la oportunidad de conocer a la enfermera de la que hablaban las redes sociales y que había obligado moralmente a la ministra de salud a pedirle disculpas.

Llegó en una moto, el medio de transporte más común que usamos los laburantes de la salud para transportarnos de un lugar a otro, de un trabajo a otro, con nuestros hijos a cuestas. La misma era blanca, que cuando la estacionó, se sacó el casco y la pude reconocer. Su sonrisa reveló la identidad no secreta de Plasticola, la payaterapeuta que hace de la lucha que enfrentan diariamente sus pacientes oncológicos, una celebración de la vida por sobre el cáncer. Me contó que es jefa de enfermeros en el servicio de oncología del hospital centro de salud, y que trabaja desde 1995. Se especializó en cuidados paliativos y su interacción con estos pacientes la llevó a tomar su decisión más importante.

“Mi misión en la vida es acompañar a las personas a morir y ayudarlos a manejar el cuerpo. Trabajo con pacientes adultos. Mi tarea en esta vida es tratar de que el enfermo paliativo dignifique su vida. Estamos casi todo el tiempo con ellos y nos terminamos agotando. Es muy difícil contestar preguntas que te hacen los pacientes tales como: ¿me estoy muriendo no? Reímos de la muerte tomándola con mucho respeto tratando de desdramatizar esa situación horrible que atraviesa el paciente oncológico”, me explica Alejandra de una forma apasionada.

“Fue difícil levantar el ánimo de mis compañeros en oncología, porque incluso muchos enfermeros tenían antecedentes de intentos de suicidio. Levantarlos fue una de mis tareas más difíciles. Necesitaba que todos tengamos una actitud diferente ante la vida, y por suerte lo logramos entre todos”, me confesaba mientras por sus ojos se asomaba la siempre alegre Plasticola.

Contagiándome de energía me dice: El tiempo es fundamentalmente vida, y tenemos que vivirlo a full; muchas veces nos enfocamos en los juicios de valores de lo que interpretamos de nuestra experiencia y nos olvidamos de lo esencial que es la vida, el tiempo. Porque el tiempo es vida y tenemos que vivir a fondo, vivir el hoy. El café lentamente se agotaba y su calor se desvanecía mientras Plasticola me daba cátedra de empatía humanista, de terapias paliativas, de risoterapia con sus neurotrasmisores, del sufrimiento y de la muerte. Incluso me dijo “Si tuviese un cáncer prefiero morirme en mi sala”.

Aproveché para preguntarle sobre el episodio polémico con la ministra Chahla en su sala de oncología. “Yo me puse contenta cuando me enteré que la ministra iba a visitar mi sala, ya que ¡la tenemos adornada por entero!” comenzó contando Alejandra. “Cuando la doctora entró – continuó ella- hubo una familiar (de un paciente) que le dijo que su esposo se iba a morir de frío porque no había frazadas en la sala, lo que era verdad”. “Ella se puso muy furiosa (la funcionaria) porque en el ministerio había frazadas, y se transformó en una situación fea cuando comenzó a culparme, junto al director de que eso era producto de una mala gestión nuestra; y sinceramente yo no estoy acostumbrada a que me griten”.

Alejandra y Plasticola, ambas doloridas por el episodio, encontraron una amplia solidaridad desplegada por las redes sociales. Trabajadores de distintos gremios, incluidos SITAS, SITRE y ATSA hicieron llegar su apoyo hacia la licenciada, convocando a una manifestación en el hall central del hospital centro de salud haciendo sentir en las ventanas de la casa de gobierno, el repudio al autoritarismo y al maltrato laboral. Explicó emocionada: “Me sentí muy feliz por todo el apoyo… nunca me hubiera imaginado tanta demostración de compañerismo, y de sentirme tan cuidada por todos mis compañeros… ¡fue impactante! Me siento en deuda con toda esa gente que sin conocerme me apoyaba… es un verdadero privilegio para mí”.

Sacando su optimismo debajo de la manga, me cuenta” lo positivo es que le pude decir, a pesar del susto (porque me daba miedo de que por una frazada me quiten la matricula): yo me hago cargo de lo que no pido pero no me eche la culpa de todo lo que pasa”. La funcionaria manzurista la citó en la casa de gobierno para pedirle disculpas, el mismo día que se convocó la asamblea interhospitalaria que iba a tratar el punto de la violencia laboral. El gobierno comprendió el mensaje: si nos tocan a uno, nos tocan a todos, y que los trabajadores unidos son una fuerza imparable.

Era la hora de despedirnos. Luego de su enseñanza las tazas quedaron vacías, las sodas a medio vaso sin gas y las galletitas palmeritas intactas. Alejandra desarrolla su noble trabajo como payaterapeuta desde el 2007, y para la sorpresa de muchos lo hace ad honorem. Incluso muchas veces aportando dinero de su bolsillo para el bienestar de los 18 pacientes internados diariamente en la sala de oncología del hospital Centro de Salud. Se despidió sonriendo dejando una profunda admiración.

Comprendí que Alejandra Plasticola es una súper heroína del comic de la realidad que atiende a miles de trabajadores y pobres que concurren al hospital público cuando los asecha la muerte. No tiene motivos para ocultar su doble identidad terapéutica: enfermera y payaterapeuta porque vive (y se desvive) por sus pacientes. Es un soplo de humanismo que los llena de vida y, ante los ojos de todos los que trabajamos en salud, es un verdadero cachetazo viviente a la doble moral de los funcionarios del gobierno que manipularon las tasas de mortalidad infantil durante los años kirchneristas