Bolsonaro fue escogido presidente en las elecciones más fraudulentas de la historia reciente de Brasil. El Partido de Trabajadores, de Lula y Dilma, mostró lo impotente de su estrategia puramente electoral y terminó siendo incapaz de ofrecer cualquier resistencia seria al golpe institucional. La derecha toma fuerza en América Latina, y se repone el debate sobre qué izquierda construir para enfrentar los próximos ataques.
Martes 6 de noviembre de 2018
Si hace algunas semanas, en especial luego del resultado de La Haya y con la ofensiva del gobierno y su proyecto criminalizador “Aula Segura”, el clima nacional venía tornándose más “a la derecha” y con Piñera logrando recuperar la agenda legislativa; el triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil profundizó este aspecto y marcó de manera más clara una coyuntura política favorable a la derecha.
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“Por abajo” también se manifestó una ofensiva de la extrema derecha, con la “Marcha por la Vida”- en contra del derecho al aborto y a la identidad de género-; con el reciente triunfo de la agrupación evangélica y ultra-conservadora “Águilas de Jesús”, junto a militantes RN, quienes ganaron la Federación de Estudiantes de la U. Católica de la Santísima de Concepción, y disputan la Universidad Católica en Santiago; también con la configuración de grupos neonazis como el Movimiento Social Patriota y Motín Estudiantil.
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Esta mayor ofensiva de la derecha- con un especial fortalecimiento de la extrema derecha- también repercute en América Latina, donde se viene desarrollando una fuerte crisis de los proyectos pos neoliberales del siglo XXI. El triunfo de Bolsonaro no se explica solo por la alianza entre la burguesía nacional, el capital extranjero, el Ejército, el Poder Judicial- los llamados “poderes reales”-, sino también por la debacle del Partido de Trabajadores (PT) de Lula y Rousseff, que luego de gobernar durante años con los capitalistas y sus partidos, aplicó una serie de ataques contra el pueblo trabajador brasileño. La estrategia del PT, puramente electoral, de contención de la lucha de clases, terminó siendo incapaz de ofrecer una resistencia seria al golpe.
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La estrategia desplegada por el PT- guardando las diferencias entre la situación de cada país- no es muy distinto a cómo viene actuando la “oposición” en Chile “para enfrentar a Piñera”. En el caso del “progresismo concertacionista”, en las últimas semanas se ha derechizado, por ejemplo, avalando el contenido represivo del proyecto “Aula Segura” y realizando ciertas modificaciones para aprobar el proyecto del gobierno, y también hablando de “seguridad y orden”, para ponerse a tono con la derecha y el clima generado.
Por su parte, el Frente Amplio y el Partido Comunista vienen desplegando una estrategia con un fuerte peso parlamentario y de buscar acuerdos con los sectores más progresistas de la “oposición”, en base a ciertas “movilizaciones de presión”, y con una serie de maniobras parlamentarias como las acusaciones constitucionales contra ministros- todas fracasadas-; pero sin poner al centro la movilización en las calles para enfrentar las reformas neoliberales del gobierno, como la única vía seria para dar una respuesta y cambiar la relación de fuerzas, evitando que el gobierno se siga fortaleciendo.
Lo anterior toma aún más relevancia si consideramos que tanto el FA como el PC dirigen organismos de masas, como el Colegio de Profesores (Partido Humanista, FA)- con por lo menos 40.000 afiliados a nivel nacional-, la Confech y federaciones estudiantiles, o la CUT (Partido Comunista con sectores de la ex Concertación como el PS)- que dirige a la mayoría de la clase trabajadora del país.
Estas "batallas no dadas" actúan como factor de fortalecimiento del gobierno y su ofensiva, y ayudan al envalentonamiento de la derecha y empresarios al no haber respuestas que puedan cambiar la relación de fuerzas. Ejemplos hay varios en estos meses de gobierno. Se vio en la actuación del FA aprobando "la idea de legislar" el cuestionado proyecto de Estatuto Laboral Juvenil; en la completa subordinación de esta coalición y del PC en la peupérrima propuesta de aumento del sueldo mínimo, con consenso de todo el régimen político; en que desde la CUT no han impulsado ningún plan de lucha y movilización serio para enfrentar los miles de despidos que se han efectuado este año y la reforma laboral- salvo el actual llamado de "paro activo" para el 8 de noviembre-; en que el FA desde el CdP ha optado por movilizaciones "de presión", divididas, sin plantear una visión crítica al proyecto " Aula Segura", ni apoyarse en los miles de profesores para pelear por la educación pública y las precarias condiciones que afectan al gremio docente; se expresó en el desvío del FA ante la demanda del movimiento de mujeres por el aborto legal y libre, rebajando esta demanda a un proyecto de "despenalización" del aborto, que no lo garantiza como derecho, ni tampoco erradica los abortos clandestinos; y también se ha manifestado en la constante estrategia parlamentaria y de diálogo con autoridades que llevan adelante en el movimiento estudiantil, que lo ha sacado de las calles y lo ha ubicado en una posición pasiva luego del importante rol opositor que cumplieron los estudiantes durante el primer gobierno de Piñera.
El hecho de que no hayan respuestas contundentes y movilizaciones ante los ataques y medidas del gobierno allana el terreno para que la derecha y empresarios fortalezcan su confianza y estén en mejor pie, por ejemplo, para pasar la neoliberal reforma de pensiones o la antisindical reforma laboral anunciada para los próximos meses. Las batallas no dadas no se revierten con maniobras parlamentarias o electorales, y terminan jugando un rol negativo al desmoralizar a los sectores que quieren dar una respuesta y exigir en las calles sus reivindicaciones. Entonces, ¿qué izquierda construir y bajo qué estrategia?
“Invitamos a trabajadores y trabajadoras, mujeres, estudiantes y juventud, a participar del Acto por una izquierda anticapitalista y revolucionaria”
El próximo sábado 17 de noviembre, a las 17 horas, en el Foro Griego de la Universidad de Santiago (Usach), se realizará el Acto- Encuentro por una Izquierda Anticapitalista y de las y los Trabajadores, convocado por el Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR), la agrupación de mujeres y diversidad sexual Pan y Rosas, la organización estudiantil Vencer, y el medio La Izquierda Diario. La instancia, además, contará con la presencia de diputados de la izquierda anticapitalista en Argentina, como Nicolás del Caño- ex candidato presidencial- y Nathalia González Seligra, y de dirigentes políticos de Brasil y Bolivia.
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En palabras del dirigente nacional del PTR y ex candidato a diputado, Dauno Tótoro, “uno de los ejes clave de la izquierda que queremos construir es que sea internacionalista y antiimperialista, y esto concretamente hoy en día significa posicionarse y luchar contra Bolsonaro, de manera independiente a las políticas del PT, llamando a la solidaridad de las y trabajadores, y en el caso de Brasil impulsando comités de acción en lugares de trabajo y estudio para enfrentar los próximos ataques de la derecha, como las privatizaciones de empresas estatales o de derechos como las pensiones. También nos definimos antiimperialistas, nos planteamos contra las políticas reaccionarias y antiinmigrantes de Trump, pero también contra todo el saqueo de los empresarios extranjeros que se llevan las riquezas de los recursos naturales de la región, y en Chile lo vemos con el saqueo del cobre y el litio”.
“Queremos forjar una izquierda que enfrente a la derecha y los empresarios, pero basada en los métodos de la lucha de clases, de la organización y movilización de la clase trabajadora junto a los sectores oprimidos, y no bajo una estrategia de conciliación con quienes gobiernan a favor de los capitalistas, ni en base a maniobras parlamentarias. Es decir, totalmente independiente a la política de sectores burgueses, por muy “progresistas” que se hagan llamar. Nuestra apuesta es por una izquierda de las y los trabajadores, que hoy pelee por la unidad en la acción de la clase trabajadora para enfrentar al gobierno y sus reformas neoliberales, como el próximo 8 de noviembre; que luche por un sueldo mínimo de $450 mil, por la reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo para responder al desempleo, contra los despidos; por el fin de las AFP y por un sistema de reparto solidario, tripartito, estatal y bajo gestión de trabajadores y jubilados, contra el Estatuto Laboral que precarizará a miles de jóvenes que estudian y trabajan, entre otras demandas”, comenta Pablo Muñoz, dirigente del Sindicato Interempresa del Ferrocarril (FCAB), Antofagasta.
Otro punto clave es “una izquierda que impulse un feminismo socialista”, que se proponga luchar contra el machismo y la violencia a las mujeres, pero “con una perspectiva anticapitalista, porque sabemos que el patriarcado no caerá solo, sino que debemos derribarlo junto a esta sociedad de clases y explotación, y eso lo haremos en alianza con la clase trabajadora y los sectores oprimidos, como la diversidad sexual. El movimiento de mujeres ya mostró su potente fuerza, y que pelear por el aborto legal, libre, seguro y gratuito es totalmente posible y necesario en la actualidad. Claramente, plantearse conquistar esta demanda implica enfrentar los poderosos intereses de los empresarios de las clínicas privadas, de la derecha y sectores más conservadores, y también a instituciones como la Iglesia Católica y los Evangélicos, y esa batalla nos proponemos dar”, señala la dirigente nacional de PYR, Bárbara Brito.
“Cuando hablamos de forjar una izquierda anticapitalista nos referimos concretamente a que construyamos una fuerza militante con un programa de ruptura con el capitalismo. Esto significa luchar contra el saqueo de los monopolios imperialistas y los grupos empresariales nacionales; pelear por la nacionalización de los recursos naturales como el cobre, litio, bajo gestión de los trabajadores y comunidades; por la estatización de la banca; y, por sobre todo, que tenga la perspectiva de luchar por un gobierno de los trabajadores y en ruptura con el capitalismo. Queremos que sea el pueblo trabajador y sectores oprimidos los dueños de su propio destino”, concluye Tótoro.