Claudio Castro, Claudia Agüero y Marcelo Pirola integran la organización que lucha contra las detenciones arbitrarias, la falsificación de pruebas, los juicios y condenas exprés sobre cientos de personas, mayoritariamente jóvenes de las barriadas populares. La necesidad de organizarse y luchar contra un Estado que reprime, encierra y mata.
Daniel Satur @saturnetroc
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Sábado 29 de abril de 2023 08:20
Ilustración Marcos Kazuo
Claudia Agüero y Marcelo Pirola son padrinos de uno de los hijos de Alejandro Bordón, quien en 2010 fue absuelto en un caso emblemático de causas armadas, contemporáneo al de Fernando Carreras (protagonista del documental Rati Horror Show de Enrique Piñeyro). Para ellos la lucha por su liberación fue “titánica” y sentó un importante precedente en la materia. Desde entonces no dejaron de coordinar con víctimas de otras causas.
En 2014 los hermanos Claudio y Danilo Castro fueron acusados del homicidio de un policía bonaerense, en la zona sur del Gran Buenos Aires. Claudio contó su historia en detalle a este diario cuando aún estaba procesado. Gracias a la lucha hoy es referente de la Coordinadora Contra la Impunidad Policial.
Claudio, Claudia y Marcelo integran la organización que lucha por la libertad de varias personas víctimas de causas armadas. En 2017, tras su absolución, Claudio y otros familiares de víctimas crearon el espacio. Desde entonces lograron, en diferentes juicios, más de 15 libertades de personas que parecían destinadas a recibir duras condenas.
Conversamos con elles sobre esta práctica sistemática que llevan adelante las fuerzas llamadas de “seguridad” en complicidad con un Poder Judicial clasista y un poder mediático que instala diariamente la necesidad de “mano dura”.
Leé el Informe "Causas armadas en Argentina: una industria estatal que no para de crecer"
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¿Cómo definen desde la Coordinadora a las “causas armadas”?
Claudia- Una causa armada suele verse como una causa común, donde a simple vista parece justificada la detención de la persona, ya que aparentemente la Policía investigó, encontró pruebas y testigos, el fiscal acusó, hubo un juicio y esa persona pudo ser condenada en un proceso legal. Pero a través de años de lucha desarrollamos la capacidad de mirar críticamente cada causa y poder identificar los patrones que se repiten. Lo vemos en la televisión y ya lo identificamos. Y a la vez aprendimos a reconocer quién está del otro lado.
Claudio- Cuando me abrieron mi causa y por primera vez me contacté para pedir ayuda, una compañera me dijo “Claudio, acá no tenés que dar explicaciones, ya sabemos quién está del otro lado”. Eso me sacó una mochila de encima. Yo caminaba por la calle con un Tribunal sobre mi cabeza acusándome y me preguntaba “¿qué explicación le voy a dar a la sociedad para que sepa que yo no maté al policía? Hoy nuestra lucha es por lograr que, así como la sociedad ya distingue un caso de gatillo fácil, pueda distinguir una causa armada.
Claudia- Muchas causas se hacen contra personas que fueron ajenas a todo hecho delictivo, otras se arman para que determinadas calificaciones se agraven. Si alguien está preso por un robo simple, capaz termina siendo acusado por robo en poblado en banda, a mano armada, etc. No hay estadísticas, pero con todos los manejos que vimos de la Policía, casi todos los casos conllevan elementos de armado. Nos costó mucho llegar a esta definición. Para nosotros las causas armadas son políticas de Estado, parte de la mecánica represiva sistemática.
¿Qué sectores de la población son las mayores víctimas de estos armados?
Claudia- Los jóvenes, los pobres, los trabajadores. Hay muchos jovencitos, como le pasó a Luciano Arruga, a quienes la Policía obliga a robar para ellos. Muchos se niegan y entonces les arman una causa. Después aparece la extorsión judicial, donde les proponen firmar un juicio abreviado y muchos se terminan autoculpando de delitos que no cometieron. A ese chico le queda un antecedente penal, con lo que queda más vulnerable que antes. Es una bola de nieve que, hoy por hoy, te impide decir cuántas causas armadas hay.
¿Qué delitos se usan más comúnmente para armar causas?
Claudia- El robo. Actualmente la entradera. Pero también los homicidios, sobre todo cuando tienen que “resolver” casos que se hacen mediáticos.
Claudio- Los homicidios son los que más llegan a la Coordinadora, porque al tener como expectativa de pena una perpetua, las familias están dispuestas a hacer de todo, a salir a luchar, por la libertad de sus seres queridos. En el caso de delitos menores, es muy común que las familias terminen cerrando en un juicio abreviado.
¿Qué actores participan en el armado de una causa?
Marcelo- En realidad los tres poderes del Estado participan, el Ejecutivo, el Judicial, y el Legislativo. La Policía es la institución que interviene primero, la que arma la causa. En la comisaría es donde se empieza a escribir el expediente. Después están los juzgados, donde jueces y fiscales tienen el rol de dictar las prisiones preventivas y, llegada la instancia de juicio, pueden condenar. Y el Poder Legislativo tiene un papel importante, porque el Congreso es donde se elaboran las leyes represivas. Todos esos actores intervienen y son responsables. No es sólo responsabilidad de un gobierno en particular. El Estado es responsable.
Claudia- Últimamente la experiencia nos demostró que hay un sector “privado”, los narcos, que también participan del armado de causas. Cuando buscan quedarse con un territorio o un búnker y tienen que hacerse de ciertos inmuebles, quienes son dueños de esas propiedades terminan muertos o con una causa armada. Hay familias a las que les tirotearon las casas y por defenderse, las terminaron quebrando, acusando a sus miembros de intento de asesinato y otros delitos. Hay gente que fue a denunciar que estaba en peligro y cuando llegó a la comisaría ya la habían denunciado por agresión. Esa gente queda con un terror bárbaro que la paraliza. En Santa Fe al MTD le quitaron un comedor con causas armadas.
Con la experiencia acumulada, ¿ustedes pueden hablar de un modus operandi? ¿Qué características comunes hay en los casos que les llegan?
Claudia- Lo que más vemos son los llamados “reconocimientos impropios”. En una causa abierta por un delito determinado aparece un “testigo” que no se quiere dar a conocer, por temor a supuestas represalias. Dice que fulanito sería el autor del delito. La Policía busca a esa persona por Facebook, le muestra la foto a la víctima y ésta dice que sí, que es esa persona. Se allana la casa y se “secuestran” elementos, casi siempre pequeñas cosas como un llavero o algo de la víctima.
Una búsqueda que sale de la propia fuerza, ¿no?
Claudio- En realidad la “investigación” de la Policía no existe, eso es algo que se le hace creer a quien es víctima de un robo u otro delito. Pero con la excusa de que hacen “tareas investigativas” meten a cualquier “culpable” por la ventana. Ahí salen a decir que, “luego de arduas tareas investigativas, se dio con la dirección de uno de los presuntos culpables” y chau, te engarronaron, hasta te ponen un apodo y te llevan detenido.
Claudia- Estas causas también son parte de la recaudación de la “cooperadora policial”. Es muy común que en la esquina de cualquier barrio levanten a un pibe y le digan “si no tenés $ 100 mil para las cinco de la mañana te ‘escribimos’ algo”. Cuando una causa no es muy mediática y tienen que enganchar rápidamente a alguien, salen a cazar pibes y el que no tiene para pagar es el que queda. Es como el juego de la silla, el último se queda parado y chau.
¿Y el plantado de pruebas?
Claudio- La prueba trucha es otro patrón que se repite. Te plantan un arma, una bolsa de droga o cualquier otra cosa. Lo que le hicieron a Oscar Vega es hasta bizarro, él es hincha de Boca y lo engarronaron plantándole una campera de River.
Para la mayoría de las familias es comenzar una pelea contra un sistema que los expulsa y al mismo tiempo los hostiga
Claudia- Sí. Vemos cómo viven estos procesos las madres, las hermanas, las familias. Es mucho sufrimiento. Desde el hecho simple de levantarse a la mañana y decir “tengo una jarra de agua fresca y mi hijo no”. Los traslados de penal en penal, donde no saben a dónde los llevan y si los van a maltratar, sabiendo de lo que son capaces la policía o el servicio penitenciario.
Marcelo- En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, el dueño del expediente es el fiscal, no el juez. Si el fiscal no quiere que se ingrese a la causa determinada prueba aportada por la familia del acusado, no se ingresa. Es tremendo, porque las familias quieren presentar las pruebas de la inocencia y los fiscales no se las aceptan. Otro hecho tremendo que se repite, como fue en el caso de Oscar Vega, es cuando a las familias directamente les niegan la posibilidad de acceder a la sala de juicio. Eso ya es un avasallamiento del Poder Judicial sobre los juicios orales y públicos. Una garantía de más impunidad, porque en una sala vacía es más fácil manejar todo. Hay una compañera, Laura Ríos, que quería acompañar en el juicio a su hijo Ezequiel, de 22 años, que estaba con una discapacidad y usaba muletas. Pero no la dejaron entrar a la sala, que estaba casi vacía, y el pibe tuvo que entrar solo a escuchar el veredicto por el que lo condenaron a nueve años de prisión. Claramente eso está enmarcado en el odio de clase del Poder Judicial. Sólo con la movilización logramos que pueda ingresar familiares, veedores y hasta medios a muchos juicios.
¿Qué caso recuerdan como el más extremo que les llegó?
Claudia- Hace algunos años estuvo el caso de José Luis Orellana, un pibe con retraso madurativo al que acusaron de entrar a robar a un supermercado y acribillar a tiros a un vigilante. En el momento en que supuestamente hizo eso, en realidad estaba yendo a la escuela especial. José Luis tenía la mentalidad de un pibe de jardín de infantes y estuvo dos años preso. Estando en la cárcel, por ejemplo, no quería compartir su comida y lo terminaron apuñalando. La Policía llegó a detenerlo por la supuesta descripción que habían hecho los dueños del supermercado, que eran chinos. Cuando se llegó al juicio, resulta que los chinos no hablaban castellano y el Juzgado no conseguía un intérprete. ¿Cómo describieron que fue José Luis el que entró a robar? Al chico le negaron la domiciliaria y estuvo varias veces al borde de la muerte. Lo terminaron absolviendo.
¿Nunca un policía terminó procesado y juzgado por armar una causa?
Claudia- Quizás alguno procesado, pero juzgado jamás. En algunas sentencias puede llegar a plantearse que se investigue al fiscal que actuó en la instrucción, pero nunca se avanza en eso.
Claudio- Para nosotros es imposible dar esa pelea, porque ni bien terminamos un juicio encaramos otro y tenemos que organizarnos para nuevas peleas junto a las familias que nos contactan. En mi caso, después de mi absolución se mandó a investigar a los policías (que ya estaban presos por otras causas) y a la fiscal María Olmos Coronel de Avellaneda, que todavía sigue armando causas. Cuando quedamos en libertad nos pusimos a apoyar otras causas. Siendo francos, a veces no hay tiempo para pelear contra este tipo de asociaciones ilícitas, tenemos que ir por la próxima libertad porque hay pibes desesperados que necesitan esa ayuda.
En ese sentido, ¿qué queda después de una causa armada?
Claudia- Creo que el ejemplo más claro que responde esa pregunta es que perdimos muchas compañeras en la lucha. Compañeras enfermas de cáncer, que durante uno, dos o tres años dejaron de comer para poder llevarles el “bagayo” a sus hijos o esposos, que anduvieron de acá para allá sin descanso. Ése es el después de nuestras causas armadas, no el de las causas de (el exvicepresidente Amado) Boudou u otros, pero sí el de las nuestras. Los familiares se privan de todo, no van al médico, no se compran remedios ni ropa, siempre tratando de sostener la asistencia a quienes están engarronados mientras la angustia y el estrés las va desgastando. Además con familias pobres, con lo que esas mujeres tienen que hacerse cargo de seguir alimentando a sus hijos, sin ninguna otra ayuda.
Claudio- Es tanto el atropello a lo largo de los años que no podemos saber cuál es el límite, hasta dónde quieren llegar. Yo me siento todo el tiempo perseguido por la Policía, me despierto a la madrugada pensando que van a venir a “reventarme” la casa. Hace dos años mi mamá murió de cáncer y me acuerdo que cuando fuimos a la psicooncóloga le preguntaron si hacía años había pasado algo determinante, algo traumático, y justo hacía cuatro años nos habían armado la causa a Danilo y a mí. Es así. Y la lucha no se acaba con obtener la libertad, porque ellos se quedan con la espina".
¿Cómo se organizan en la Coordinadora?
Marcelo- Tenemos un enemigo muy poderoso, que es el Estado, que tiene todas las herramientas, las armas, los dispositivos para contrarrestar nuestra lucha.
Por eso la clave es organizarnos colectivamente. Si no hay organización no hay nada. Nosotros tratamos de darles a las familias herramientas a través de reuniones semanales que hacemos, a modo de asambleas donde nos juntamos, analizamos las causas que tenemos y planificamos las actividades a realizar para cada causa. Hay que tener en cuenta que cada causa dura un mínimo de dos años, porque los procesos duran eso o más hasta que se llega a un juicio. Si no dotamos a esta lucha de una mínima organización, no podemos avanzar. Y además de las reuniones, otra de las claves es la movilización en las calles. Nuestra premisa es que la libertad se arranca en las calles, marchando a tribunales y juzgados, haciendo radios abiertas, cortando calles o autopistas para visibilizar. Arrancarle una libertad al Estado es valiosísimo, es estar salvando una vida.
Y parte de nuestra pelea es también porque las víctimas de las causas armadas y sus familias tomen conciencia de lo que les pasa, de por qué les pasa, y logren comprometerse solidariamente con las otras causas que vamos teniendo que afrontar. Para nosotros es un logro que en cada movilización participen todas las familias que se van organizando con la Coordinadora. Ante problemáticas y sufrimientos parecidos, frente a las mismas instituciones que nos atacan, lograr que se hermanen los diferentes casos es muy importante. Para eso hacemos también videos documentales, donde filmamos las luchas y eso va quedando como registro que nos sirven para seguir trabajando.
Claudia- También es importante que los chicos, los hijos de las víctimas, puedan ver que se puede luchar contra el Estado. Inculcarle a las nuevas generaciones que se puede torcerle el brazo al Estado en las causas de sus padres o hermanos, es un logro también para nosotros.
¿Qué posibilidades hay de que cambie esto con nuevas leyes o medidas políticas?
Claudia- Yo creo que en estos temas el Estado es un “nido de víboras”, creo que hay que cambiar todo de raíz. El Código Penal está todo hecho para garantizarle impunemente ese poder al Estado. Y eso no se va a acabar porque cambien un artículo o una ley en particular.
Marcelo- Nosotros, políticamente, creemos que nada de fondo va a cambiar porque se anulen o modifiquen determinadas leyes. Porque el Estado capitalista va a seguir existiendo y este sistema va a seguir funcionando. Puede que mañana se anule la Ley Antiterrorista, por decir un ejemplo, pero después va a surgir otra ley que también va a ser represiva. Las causas armadas son política de Estado.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).