El cantante Gustavo Cordera, seis meses después de sus repudiables declaraciones acerca de las violaciones a mujeres, volvió a arremeter hace unos días, esta vez justificándose en autores psicoanalíticos para respaldar sus dichos. Los psicólogos no podemos más que reflexionar ante estas declaraciones.
Sábado 4 de marzo de 2017 19:27
El año pasado, Cordera sostenía en la escuela de periodismo TEA Arte: “Es una aberración de la ley que si una pendeja de 16 años con la concha caliente quiera coger con vos, vos no te las puedas coger. Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente", lo que le valió no sólo un amplísimo repudio, sino también una demanda judicial y la cancelación de todos sus conciertos.
En esta ocasión, reafirmó: "Hay mujeres que tienen la fantasía de la violación para llegar a un orgasmo”, y agrega: “no es algo que surge de mí sino que lo dicen Freud, Lacan y demás, las Cincuenta sombras de Grey lo dicen: que hay mujeres que tienen la fantasía de la violación para llegar a un orgasmo".
Sin dudas, una burda interpretación acerca de las teorizaciones psicológicas sobre el deseo femenino. Sin embargo, la misma encierra un llamado a la reflexión: ¿no es un buen momento para cuestionarnos acerca de nuestra formación y sobre el rol social que cumplimos? Es que no sólo Cordera se ampara en la psicología para justificar su machismo, sino también, psicoanalistas como Ernesto Pérez o Juan Bautista Ritvo.
La teoría del fantasma lacaniano: la condena de la degradación femenina
Freud teoriza que existen dos puntos de la realidad que el inconciente no puede inscribir y, por lo tanto, no pueden tener una representación en la realidad psíquica de un sujeto: la sexualidad femenina y la muerte. La consecuencia de esto es que, al no haber símbolo que los procese en la psiquis, resulten experiencias traumáticas para el sujeto. Lacan, por su parte, retoma estos planteos y agrega que esto sucede debido a que el lenguaje es irreductible a estos puntos, no puede simbolizarlos y evitar así el efecto traumático. Por lo tanto, la sexualidad femenina y la muerte serían puntos potencialmente traumáticos para cualquier sujeto hablante; agregamos: de cualquier época y lugar.
Partiendo de esta conceptualización, Lacan desarrolla que esos puntos deben ser recubiertos por una formación psíquica, el fantasma, que le otorga significaciones que aseguran al sujeto contra el encuentro con lo indecible, lo irrepresentable, lo traumático.
Schejtman * (2012; 57), docente de la Facultad de Psicología de la UBA, dice al respecto tomando los planteos freudianos acerca de la impotencia psíquica: “el hombre se ve compelido, justamente, a degradar el objeto sexual para sostener el deseo –y no caer en la impotencia psíquica [derivada del horror por no tener representación el sexo femenino en el inconciente NdR]-. Lacan lo precisa: el sujeto masculino degrada lo radicalmente Otro [lo irrepresentable en la psiquis NdR] que supone para él una mujer (…)”. Y concluye: “el ‘modo hombre’ de abordar lo hétero femenino se reduce precisamente a eso: conducir a una mujer a la posición de objeto en su fantasma”.
Este "modo hombre" es luego generalizado por Lacan para ambos sexos, englobando la psiquis femenina. Es decir, la concepción de una mujer como objeto degradado se extiende a la relación de una mujer con su propia sexualidad -llegando a causar, en algunos casos, la inhibición de la misma por la experiencia traumática que supone-.
En otras palabras, según estos autores, no habría otras maneras en que el psiquismo humano pueda vivir la sexualidad femenina: o el trauma o el lugar de lo degradado. “La fantasía de ser violada para llegar al orgasmo” a la que se refiere Cordera puede perfectamente encajar en una de las maneras degradadas de relacionarse, tanto hombre como mujeres, con dicha sexualidad.
Reflexionando sobre nuestra formación
Si bien los lacanianos no se posicionan a favor de esto sino que dicen estar simplemente describiendo la realidad psíquica, puede resultar problemático realizar semejante generalización acerca del deseo en la que siempre se encontraría el juego la degradación femenina. A pesar de que la interpretación de Cordera acerca de Freud y Lacan no es correcta, en un aspecto existen puntos de contacto que le permiten justificar afirmaciones (y acciones) machistas de sentido común.
¿Pero realmente no hay escapatoria de la degradación o el trauma para el deseo femenino? ¿Inconcientemente siempre deseamos el maltrato, la humillación, el ser reducidas a un “pedazo de carne”? ¿Esto se trata realmente de una realidad producida por el lenguaje? ¿Sólo nos queda dejar de ser seres hablantes para escapar de esto?
En todo caso, difícilmente podamos responder que el lenguaje es responsable de semejante “hecho”. Pareciera más bien que el sospechoso más probable se trata de una realidad bien histórico social: la existencia del patriarcado (cuyo aliado más fiel es un sistema también histórico-social: el capitalismo). ¿O acaso la realidad psíquica que describe Lacan se trata de un hecho a-histórico refractario a la realidad actual que nos niega el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, que nos mata cada 18 horas, que nos utiliza como mercancía en las redes de trata? Poco probable.
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Difícilmente tampoco no haya ninguna repercusión psíquica cuando las mujeres nos sentimos hartas de esta realidad y buscamos transformarla. El deseo no vive en un tapper, y menos en momento en donde nos estamos preparando para realizar un #ParoInternacionalDeMujeres en más de 40 países. La psicología tampoco debería vivir en un tapper y por eso es fundamental la reflexión acerca de lo que buscamos preservar: si la salud psíquica o al patriarcado y al capitalismo que tanto daño le causan.
*Schejtman, F. (2012). “Histeria y Otro goce”. En Schejtman, F. (comp.), Elaboraciones lacanianas sobre la neurosis. Grama. Buenos Aires.