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A 50 AÑOS DE LA UNIDAD POPULAR. Cordones Industriales: Autoorganización obrera y popular

En este artículo abordaremos el surgimiento de los Cordones Industriales, en el periodo que va de junio de 1972 hasta marzo de 1973, con especial acento en la enorme respuesta obrera y popular frente al paro patronal de octubre de 1972. Las y los trabajadores comenzaron a resolver necesidades sociales y demostraron que los patrones no eran necesarios, amenazando su poder desde su fuente económica.

Viernes 4 de septiembre de 2020 12:12

¿En qué consistían los Cordones Industriales?

Fueron organismos de coordinación territorial entre trabajadores de una determinada zona geográfica, de varias decenas de fábricas y empresas. Cada cordón estaba constituido por un grupo de compañías o fábricas que coordinan la lucha de obreras y obreros de una misma zona. En el momento del golpe de 1973, estaban establecidos y en orden 31 cordones, 8 de ellos en Santiago, siendo los principales el cordón Cerrillos-Maipú y el cordón Vicuña Mackenna. Los cordones industriales embrionariamente actuaron como órganos de poder obrero y de alianza con los sectores populares del campo y la ciudad. Se extienden por el territorio chileno durante la huelga patronal de octubre del 72’.

El primer cordón industrial

El primer cordón industrial, no surge en octubre, sino a fines de junio. Aparece en el sector de Cerrillos-Maipú. En esa zona se concentraba la mayor cantidad de industrias modernas del país, alrededor de 250 empresas que le daban trabajo a unos 46.000 asalariados y asalariadas. Era una zona donde además existía un fuerte peso del campesinado y del movimiento de pobladores.

1972 fue un año dinámico en esa zona. En abril y junio de ese año, los sectores populares de esa área de la capital, se movilizaron en torno al problema del transporte. Trabajadores militantes del Partido Socialista, encabezaron varias de las reuniones con los pobladores en el contexto de esa lucha. El PS local propuso “crear el Consejo Comunal de Trabajadores” en un sentido parecido a la propuesta de poder popular defendida por el MIR. Meses más tarde, se convoca a un "cabildo" [1]

Al calor del debate nacional que se desarrollaba respecto a los alcances del área de propiedad social, en las fábricas del sector, los conflictos no tardan en unir demandas económicas con la demanda política de traspaso al área de propiedad social. En medio de estos conflictos, dirigentes sindicales de la fábrica conservera Perlak, de la fábrica de fibras sintéticas Polycron y de Aluminios El Mono, tomaron la iniciativa de coordinarse con trabajadores de las industrias del sector, mientras se desarrollan una serie de conflictos, que terminaban en la demanda de traspaso al área de propiedad social. Un conflicto emblemático es el de los trabajadores de Fensa que se fueron a huelga exigiendo la expropiación de la fábrica, la cual se logró el 14 de junio. Al día siguiente -el 15 de junio-, el poder judicial no reconoció la expropiación, lo que fue aprovechado por los dueños de la fábrica para despedir a los dirigentes sindicales. Eso ocurría mientras en CIC 800 trabajadores iban a huelga y la conservera Perlak entraba en conflicto a raíz del boicot de la producción el acaparamiento y la venta en el mercado negro. “Sobre esta base, los trabajadores de Perlak” solicitaban “el paso al Área de Propiedad Social, pero bajo control obrero”. [2]

Al no encontrar respuesta, los trabajadores de la conservera Perlak junto a trabajadores de Aluminios El Mono que también demandaban el traspaso al área de propiedad social, se tomaron dependencias del Ministerio del Trabajo. Este hecho es recordado por las tensiones que generó con la ministra del Trabajo, Mireya Baltra, militante del partido Comunista, y la CUT local que no habían apoyado esta demanda.

Entre junio y septiembre de 1972 los conflictos en fábricas del sector, las numerosas huelgas que se desarrollan, toman en sus manos la exigencia de pasar las fábricas al Área de Propiedad Social, pero bajo control de sus trabajadores. Pero no es sino hasta octubre del 72’ que los cordones comienzan a expandirse por todo el territorio chileno. Es decir, los cordones se originan con la combinación de experiencia y la necesidad. “Eso nos muestra que el elemento espontáneo” no es en el fondo otra cosa que "la forma embrionaria de lo consciente”. [3]

En octubre de ese año se organizó lo que más tarde sería llamado “la insurrección de la burguesía” por el documentalista Patricio Guzmán en La Batalla de Chile. Esta “insurrección” tenía que ver con la denominada táctica de “resistencia civil” contra el gobierno de Allende y contra los trabajadores, que venían desarrollando algunos grupos de extrema derecha como Patria y Libertad con atentados a industrias del área de propiedad social y locales de los partidos de izquierda, y métodos de enfrentamiento callejero. El Paro era una línea de acción de toda la burguesía chilena, respaldada por la CIA y por las multinacionales, que aportaron decenas de miles de dólares a la huelga patronal de la Confederación de Dueños de Camiones (CODUCA), que se inició el 10 de octubre.

¿Cuál era el objetivo de esta huelga patronal?

Afectar el suministro de combustibles, productos alimentarios y cargas marítimas, paralizando y bloqueando la red de carreteras, acelerando de esa forma las condiciones para un derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular y el desmantelamiento de las conquistas logradas por trabajadores, campesinos y pobladores en esos años. Los patrones de la industria, organizados en la Sociedad de Fomento Fabril, el día 12 de octubre, se hicieron parte de esta asonada reaccionaria, instruyendo “a los industriales para que procedan a paralizar sus actividades de forma indefinida”. La Democracia Cristiana -agrupada en la Confederación Democrática (CODE) junto al Partido Nacional y a la Democracia Radical-, al día siguiente declaró su apoyo al movimiento. Se sumaron médicos, ingenieros, conductores de la locomoción colectiva y estudiantes de la Universidad Católica. Ese mismo día, en una cadena de radio y televisión, Allende se dirige al país y llama a los trabajadores a mantenerse en “la más absoluta tranquilidad y calma”. Exige “que no haya caminos ocupados, ni predios, ni edificios públicos” con el fin de evitar toda “provocación” [4]

La escasez de alimentos, como consecuencia del paro patronal y a causa producto del acaparamiento, se hizo crítica. La falta de transporte público desorganiza la economía y la vida en la ciudad de Santiago. Los enfrentamientos callejeros entre las fuerzas de la reacción de los capitalistas y las fuerzas de la clase trabajadora y los sectores populares, se hicieron cada vez más directos y violentos.

Es en este contexto que se desarrollan los cordones industriales como órganos de autoorganización para la resistencia frente al paro patronal. Fue la necesidad de responder a ese paro, lo que empuja a los trabajadores a desarrollar y extender esta forma de organización inédita.

Los cordones industriales contra la huelga patronal

Con el paro de la locomoción colectiva, una de las primeras tareas planteadas para los trabajadores y los sectores populares, fue resolver el problema del transporte hacia los lugares de trabajo. En diversas fábricas se toman y usan los camiones de las empresas para suplir la falta de microbuses, que en un 70% estaban en manos de privados. También se hace uso de micros y autobuses privados. Una anécdota sobre esto, la narra Mario Olivares, obrero electrometalúrgico en esos años: “armados con armas de puño, con pistolas, y revólveres [...] salíamos a expropiar las micros y esas micros [...] las llevábamos al interior de las empresas que estaban en manos de los trabajadores, y con eso permitimos, garantizamos, que la producción no se parara; íbamos a buscar a los trabajadores, los llevábamos y los traíamos al lugar de trabajo”.

Pero lo más importante para resistir, era responder a cuestiones relativas a la organización de la producción y el abastecimiento. Mientras las clases dominantes querían desquiciar la vida social paralizando la producción y fomentando el mercado negro y el acaparamiento, generando así exasperación en las clases medias y apremiando a los sectores populares; los trabajadores y trabajadoras respondieron tomándose las fábricas paralizadas por los patrones y poniéndolas a producir bajo su control mientras exigían el traspaso al área de propiedad social. De esa manera, como efecto de las tomas obreras, en octubre de 1972, 65 nuevas empresas son integradas al área estatal, de las cuales solo 9 estaban previstas en el plan de la UP. Producto de las luchas obreras por abajo, el total de empresas estatales llegó a 232, muy por encima de las previstas en el programa original de la UP.

En estas luchas se expresó una enorme creatividad de la clase trabajadora. En lugares como las fábricas ex-Yarur, Comandari o Fabrilana, se pone en pie un sistema de venta directa de su producción. Decenas de dirigentes sindicales del PS sacan un manifiesto que se titula “Para avanzar hay que destruir el poder burgués” [5] en el que plantean que “los Comandos Comunales a través de las JAP deben convertirse en organismos de control de la distribución y del abastecimiento” [6]. En Vicuña Mackena, los trabajadores de Soprole se toman la planta con el fin de garantizar la distribución de leche. Además, trabajadores del Cordón Vicuña Mackenna, organizan todos los domingos una feria libre. En varias empresas como la ex Yarur, Paños Continental, Pollak y Fanaloza, se toma la decisión de no venderle más productos a los comerciantes que participan del paro patronal. Entre los obreros fabriles surgen dos discusiones apremiantes: a quién distribuir y cómo distribuir en el marco del paro de los dueños de camiones y el transporte.

En San Joaquín las empresas reclamaron que había falta de materias primas e iniciaron acciones para autoabastecerse. Todos los cordones aumentan en actividad durante los días de paro. Organizan marchas después del horario de trabajo que terminan en el centro de Santiago. Columnas de todos los sectores se disponían a enfrentar el paro patronal. También los trabajadores de los cordones se coordinaron con los sindicatos ferroviarios y los transportistas independientes de los gremios patronales. Entre cordón y cordón, se estableció un sistema de trueques que recorría toda la capital. Los trabajadores de Lucchetti, parte del cordón Vicuña Mackenna discuten en asamblea como abastecer de trigo la empresa. Llevan adelante un plan de abastecimiento directo con organizaciones campesinas y sindicatos portuarios. En múltiples empresas los cordones también habían abierto salas cuna y guarderías para todas las trabajadoras y trabajadores.

Los cordones industriales, desde sus inicios, desarrollaron además sus propios mecanismos de difusión de la información y articulación: su prensa independiente. En ella, principalmente militantes del ala izquierda del PS y el ala obrera del MIR, sostenían varios medios como Tarea Urgente o Chile Hoy. En esta prensa, los cordones contaban no solamente sus experiencias, sino también realizaban llamamientos y agitación política.

Los Cordones y las JAP

Durante el paro patronal, aumentaron las Juntas de Abastecimiento y de Control de Precios en las poblaciones. Las JAP, habían sido fundadas por el gobierno en abril de 1972, bajo la dependencia de la Dirección de Industria y Comercio (DIRINCO). Eran entendidas como agrupaciones “de trabajadores que luchan por mejorar las condiciones de vida del pueblo dentro de cada unidad vecinal, de preferencia esforzándose por lograr un adecuado abastecimiento, velando por un eficaz control de los precios luchando contra la especulación y los monopolios, promoviendo el mejor aprovechamiento de los medios de subsistencia del pueblo y cooperando en general con todas las funciones de la Dirección de Industria y Comercio” [7]. Participaban pobladoras y trabajadores desde sus barrios.

Cuando estalló el paro patronal, el gobierno se opuso a la apertura forzada de comercios involucrados en aquél y declaró: “las JAP no tienen esas facultades” [8]. Pero pese a eso, muchas de ellas abrieron locales comerciales cerrados, se encargaron del comercio de artículos de consumo directo utilizando productos elaborados por los propios cordones y empresas del área de propiedad social, sobrepasando sus competencias institucionalmente establecidas. En Lo Hermida y la Nueva La Habana -poblaciones donde tenía un peso dirigente el MIR- se logra eliminar el mercado negro. Se forma un “almacén popular” que entregaba canastas populares a todas las familias, saltándose a los intermediarios. La población Nueva La Habana participará luego de las reuniones del cordón Vicuña Mackena. De esa manera, los trabajadores de los cordones, continuando el camino de los trabajadores de Cerrillos-Maipú van demostrando su capacidad de generar alianza con otros sectores populares.

Hacia el fin de la huelga de la burguesía

Los cordones cuestionaron la propiedad privada de la producción, el transporte y el comercio. Mostraron también que la clase trabajadora puede organizar la economía sin los patrones, resolviendo necesidades sociales populares reorientando la producción. Lograron la coordinación con campesinos, pobladores y estudiantes. En la crítica situación de octubre, según el interventor de Cristalerías Chile “la gente de los Cordones resolvía problemas con mucha más velocidad que cualquier estructura burocrática, porque estaba ahí mismo para conseguir apoyo”. En resumen, pasaron a ser verdaderos embriones de poder obrero, con capacidad de organizar la producción y el abastecimiento en determinados lugares. Son ellos los protagonistas en la resistencia al paro patronal de octubre que impidieron la victoria de las fuerzas reaccionarias, garantizando el trabajo y la alimentación.

Hacia el 23 de octubre ya se siente el cansancio de la patronal. El paro se desgastaba, mientras los cordones avanzan en control y profundidad de su organización. Mientras se desarrolla esa fuerza, Salvador Allende negocia el cese de la huelga mediante acuerdos con la Democracia Cristiana. Dentro de los acuerdos para terminar con la huelga, aparece el gabinete cívico militar. El 3 de noviembre asume dicho gabinete, finalizando la huelga patronal el 5 de noviembre. El pueblo tiene confianza en las decisiones de su gobierno. Los trabajadores celebran el fin de la huelga camionera de forma masiva en las calles.

El gabinete cívico militar y el plan Prats-Millas

Salvador Allende convocó a inicios de noviembre a un gabinete cívico-militar. El 3 de noviembre incorporó al gabinete a Carlos Prats en el Ministerio de Interior, el Contralmirante Ismael Huerta en Obras Públicas y el General de Brigada Claudio Sepúlveda en Minería, al igual que a dos representantes de la CUT: el socialista Rolando Calderón en Agricultura y, el comunista y presidente de la CUT Luis Figueroa en Trabajo.

Las primeras medidas que se tomaron en este gabinete fueron el desalojo del diario El Sur en Concepción -que había sido tomado por sus trabajadores en solidaridad con obreros de la construcción-, el llamado a la restitución de los bienes tomados después del 10 de octubre sin autorización del gobierno y el aplazamiento de las estatizaciones previstas. Por abajo, ese mismo 3 de noviembre, una serie de periódicos de fábricas tomadas o intervenidas señalaban “En el aniversario del Gobierno Popular, firmes en la causa de la revolución”. Otras empresas como Socometal llamaban a “seguir avanzando”. Los trabajadores textiles declaran que “trabajan por Chile”.

Por esos días, en congruencia con el “pacto de garantías democráticas” firmado dos años antes, el gobierno reabrió las negociaciones con la DC para impulsar la Ley de Control de Armas, publicada el 21 de octubre de 1972. El pacto de garantías democráticas, como explicamos anteriormente, establecía que la “fuerza pública está constituida única y exclusivamente por las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros, instituciones esencialmente profesionales, jerarquizadas, disciplinadas, obedientes y no deliberantes” y que “sólo en virtud de una ley podrá fijarse la dotación de estas instituciones”. La ley de control de armas, facultaba a los militares el control y fiscalización de armas en todas las entidades políticas, sociales y económicas del país. El senador democratacristiano Juan de Dios Carmona la consideró como “el primer gran triunfo obtenido por quienes desean el imperio de la democracia en Chile”. Más tarde, esa ley fue utilizada por las fuerzas represivas contra las organizaciones de izquierda y las organizaciones sociales, allanando locales, fábricas y empresas, mientras los grupos de extrema derecha realizaban golpizas y atentados contra la izquierda y los trabajadores e incluso contra los pequeños comerciantes que abrían sus locales durante el paro patronal.

El intento más claro de restaurar ciertos equilibrios previos a la crisis de octubre, fue el plan Prats-Millas, que el gobierno aprobó el 5 de enero de 1973. Este plan fue elaborado por el ministro de Economía Orlando Millas en común con el general Carlos Prats que había asumido el ministerio del Interior, y tenía como fin limitar el área de propiedad social, que había crecido producto de la lucha de los trabajadores. Recordemos que la pugna por la extensión de esta área, a lo largo del gobierno de la UP, había sido más o menos constante con el empresariado y la oposición, opuestos a la estatización de las empresas. En el texto de este plan, aparece señalado que:

“Las empresas requisadas o intervenidas, pero que no revisten carácter monopólico, serían devueltas a sus propietarios, previo estudio de una comisión de casos de los problemas que podrían suscitarse al levantarse la requisición o intervención”.

En La Aurora de Chile, el cordón Vicuña Mackena, declaró que el plan Prats-Millas es un “proyecto de ley que no representa la opinión ni el sentir de la mayoría de los trabajadores, los cuales están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias en defensa de sus legítimos derechos”. Por su parte, el cordón Cerrillos-Maipú declaró que “el Proyecto Millas es una transacción entre el gobierno y la burguesía con el cual sólo ganan los patrones, y ganan para seguir con su actividad permanente para derrotar definitivamente a la clase obrera; incluso, un suicidio lento pero seguro, del propio gobierno del Compañero Presidente Salvador Allende (...) El Comando del Cordón Cerrillos llama a los trabajadores de Santiago a movilizarse para exigir el retiro inmediato del Proyecto que devuelve las empresas.” El 30 de enero, para expresar su descontento con este plan, obreros de varios cordones, protestaron a las afueras de La Moneda. Allende mismo interviene. Se compromete a asistir a una asamblea. El 17 de febrero, 700 trabajadores y trabajadoras del cordón Vicuña Mackenna cortan la avenida en rechazo al Plan Prats-Millas, entre otros actos de rechazo al proyecto, siendo reprimidos por carabineros.

Además de estas muestras obreras de descontento frente al plan Prats-Millas, las críticas provinieron también de las organizaciones de izquierda, desde dentro y desde fuera de la Unidad Popular. El MIR llamó a “rechazar categóricamente la devolución de las empresas requisadas y nacionalizadas durante la huelga”. Su principal dirigente, Miguel Enríquez, señaló que:

“el reformismo fundamentalmente planteó y levantó la fórmula de lo que llamábamos gabinete UP-Generales ¿Qué estaba haciendo realmente? Aceptando imposiciones de la clase dominante o de fracciones de ella; no caía el gobierno, pero al mismo tiempo, eso sí, se consolidaba el sistema de dominación burgués". [9]

El 24 de enero, con invitados de Izquierda Cristiana y el Partido Socialista, en el teatro Caupolicán, Miguel Enríquez declaraba:

“las masas populares buscan y no encuentran la conducción en el reformismo y más aún, sufren los golpes de los retrocesos que les impone el gobierno. Comienzan entonces a organizarse autónomamente [...] y así comienza a crear embrionariamente órganos de poder popular(...)”. [10]

El PS -dentro de la UP- rechaza la invitación del MIR a formar un poder paralelo al gobierno, aunque el 10 de enero, en un conocido discurso, Carlos Altamirano, dirigente de ese partido, señalaba que “nada ni nadie será capaz de devolver los bancos e industrias que pasaron al Área Social” y que “nada ni nadie será capaz de suprimir los Comandos Comunales de las ciudades, los Cordones Industriales y los Consejos Comunales Campesinos” [11]. Además, el 24 de enero la Comisión Política del PS declaró no haber sido consultada para la elaboración del proyecto Millas-Prats, y que “no comparte su contenido” [12]. Izquierda Cristiana tampoco respaldó el acuerdo. En una declaración, esta organización denunció que “El proyecto de Millas es una transacción entre el gobierno y la burguesía” .

El 29 de enero de 1973 hay una reunión en La Moneda de todas las direcciones políticas de los partidos de la UP, para abordar la polémica que suscita el plan Prats-Millas. Al concluir la reunión, Luis Corvalán, del PC, declaró que hubo “un problema de interpretaciones, que felizmente está superado” [13] Eso no sería así. A fines de febrero -producto de la resistencia de los trabajadores de los cordones- el Plan Millas se descarta completamente.

Los Cordones Industriales, un nuevo actor que mostró la fuerza de la clase trabajadora

De esta manera, como bien lo dice el historiador Franck Gaudichaud, los principales gérmenes de poder obrero y popular surgieron en “ciertos cinturones industriales del país y en torno a la clase obrera organizada”. Son esas formaciones las que “sobreviven después del fin de la crisis de octubre”. Los cordones Cerrillos-Maipú, Vicuña Mackena, Macul, Santiago Centro, Estación Alameda, Mapocho Cordillera, Matucana, Recoleta, Santa Rosa, Panamericana Norte, San Joaquín, Bernardo O’Higgins y Santiago Centro Norte en la región metropolitana, y decenas de experiencias a lo largo y ancho del país, empezaban a demostrar nuevamente que la historia de las revoluciones no es más que la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.

Los cordones, de forma embrionaria mostraron la capacidad que tiene la clase trabajadora para organizar la vida social. A través del control y gestión de industrias, con la resolución desde las bases de los problemas de abastecimiento y distribución de los productos empezaron a abrir un camino para la autoorganización. Intervinieron directamente en las cadenas de valor capitalista, manteniendo la producción mientras la burguesía quería paralizar todo para dañar al gobierno de la Unidad Popular, que representaba expectativas altísimas de transformación social.

La emergencia de organismos de poder obrero ha ocurrido en varios momentos de la historia mundial: se han presentado como soviets o consejos obreros.

Rosa Luxemburgo, respecto de los consejos obreros en Alemania, decía “Nosotros debemos plantear la cuestión de la toma del poder" de esta manera:

¿qué hace, qué puede hacer, qué debe hacer cada consejo de obreros y soldados (...)? Ahí reside el problema. Es necesario minar por la base al Estado burgués, sustraerle cada una de las funciones sociales, no separando sino uniendo en todas partes el poder ejecutivo, la legislación y la administración, poniéndolos en manos de los consejos de obreros y soldados. [14]

Por su parte, el revolucionario León Trotsky reflexionaba que el control obrero de la producción no es un régimen estable: pues

El control se encuentra en manos de los trabajadores. Esto significa que la propiedad y el derecho a enajenarla continúan en manos de los capitalistas. Por lo tanto, el régimen tiene un carácter contradictorio, constituyéndose una especie de interregno económico (...) Así pues, el régimen de control obrero, un régimen provisional y transitorio por su misma esencia, sólo puede corresponder al período de las convulsiones del Estado burgués, de la ofensiva proletaria y el retroceso de la burguesía, es decir, al período de la revolución proletaria en el sentido más completo del término. [15]

Con los cordones industriales en la escena, 1973 iba a ser inevitablemente un año crucial. Estos organismos constituían, como dijimos, gérmenes de poder obrero basado en la autoorganización. La burguesía vio en ellos un gran peligro. Si esta experiencia se masificaba y sumaba a la mayoría de la clase trabajadora, se podía poner en juego su propio poder. Y es esa posibilidad la que quiso evitar a toda costa la clase patronal. Por eso, respondió tan rabiosamente al cuidado de sus privilegios.

NOTAS AL PIE

[1] Gaudichaud, F. (2004). Poder popular y cordones industriales. Santiago, Chile: Lom.

[2] Idem

[3] Lenin. La espontaneidad de las masas y la conciencia de la socialdemocracia

[4] El Mercurio, 13 de octubre de 1972, citado en F. G., p. 188.

[5] Gaudichaud, F. OP CIT. p.216

[6] Idem

[7] Resolución 112 de la DIRINCO

[8] El Mercurio, 13 de octubre de 1972

[9] Enríquez, M. (1972) Intervenciones de Miguel Enríquez en el foro político: "El poder popular y los comandos de los trabajadores". Recuperado desde: http://www.archivochile.com/Miguel_Enriquez/doc_de_miguel/miguelde0001.pdf

[10] Citado en Gaudichad, F. (2016) Chile 1970-1973: Mil días que estremecieron al mundo. Santiago, Chile: LOM Ediciones

[11] Gaudichaud, F. (2016) OP CIT (p.225)

[12] Gaudichaud, F. (2016) OP CIT (p. 226)

[13] Gaudichaud, F. (2016) OP CIT(p. 227)

[14] Luxemburgo, R. (1918) Discurso sobre el programa.

[15] Trotsky, L. (1931) El control obrero de la producción. Recuperado desde: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/08_31.htm


Ideas Socialistas

Revista de teoría, política y cultura.