El ex mandatario regresó al país para oponerse al referéndum constitucional que impulsa Lenin Moreno. El mismo podría dejarlo fuera de la carrera presidencial en 2021. La lucha por el control del partido, en el centro de la disputa.
Domingo 26 de noviembre de 2017
Foto: Ecuavisa
La madrugada del sábado, decenas de simpatizantes se congregaron en el aeropuerto de Guayaquil para recibir a Rafael Correa, quien durante una década encarnó el liderazgo de la autodenominada “Revolución Ciudadana”. El caudillo vuelve para intervenir en la crisis del oficialismo, con el objetivo de retener la dirección del partido.
Tras entregar el poder a su antiguo aliado, el ex presidente se había instalado en Bélgica para, según sus palabras, retirarse de la política. Las pugnas con Lenin Moreno comenzaron a las pocas semanas, a raíz de la nueva agenda de diálogos con la derecha, los empresarios, y la quita de funciones al vicepresidente Jorge Glas. Alianza País (AP) recibe a su líder histórico con una profunda división interna entre correistas y morenistas, lo que además se ve reflejado hacia dentro del bloque de la Asamblea Nacional.
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Dentro de una semana, Correa participará de la Convención Nacional que sus partidarios convocan para el 3 de diciembre en la ciudad de Esmeraldas. Luego de ésta, retornará a Bruselas. "Expulsaremos a quienes traicionaron nuestro programa, el primero será Lenin Moreno por estar gobernando con la derecha y los banqueros”, disparó antes de de su viaje.
El ex mandatario olvidó que la banca privada facturó jugosas ganancias por más de USD 160 millones durante los últimos seis años de su gobierno -en plena crisis económica y aumento de los precios de la canasta básica-, mientras que él persiguió toda oposición por izquierda al régimen, clausurando sindicatos y organizaciones civiles.
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Por su parte, el referéndum constitucional que Moreno convoca para legitimar su política de gobierno ha recibido apoyo de todos los partidos políticos a izquierda y derecha, excepto de sus antiguos amigos correistas. Pero la convocatoria no genera la efervescencia entre la población que el presidente espera. Sobre este terreno, Correa buscará ser cabeza en la oposición, en particular contra la enmienda constitucional que eliminaría la reelección indefinida y su posibilidad de un nuevo mandato.
“En Alianza País, ha comenzado una contrarrevolución desde las propias entrañas, la oligarquía busca exterminar al correísmo como proceso revolucionario”, sentenció. El ex presidente también sostuvo su defensa hacia Jorge Glas ante el inicio del juicio penal en su contra. Sobre este tema, días antes cínicamente afirmó que “la historia se repite dos veces, decía Marx, la única como tragedia, y la otra como comedia”.
Previo a la llegada del ex mandatario, el presidente Moreno convocó con apremio una sesión de la Directiva Nacional de AP, donde eligieron los reemplazantes de los dirigentes correistas suspendidos. Si bien los morenistas desconocen la convocatoria del 3 de diciembre, luego de la reunión se anunció con tibieza que la fecha de la VII Convención Nacional “oficialista” se decidirá recién tras la consulta popular.
La disgregación del partido que gobernó el país por más de una década tiene correlato continental. La continuidad del “socialismo del siglo XXI” bajo la dirección de Lenin Moreno despertó la esperanza del progresismo regional. Pero la actual crisis política local señala que los tiempos han cambiado definitivamente. La cita al Dieciocho Brumario -recurrente entre los caudillos reformistas- omite que en este libro Marx enseña que las amenazas revolucionarias de la pequeño-burguesía son sólo para intimidar al adversario: “Cuando se ven metidos en un atolladero, cuando se han comprometido ya lo bastante para verse obligados a ejecutar sus amenazas, lo hacen de un modo equívoco (...) y acechan todos los pretextos para sucumbir”.