El reciente y mortal tiroteo en una escuela de Texas pone una y otra vez en la escena mundial, los efectos de la industria armamentista estadounidense con el pretexto de la vigilancia y “defensa” hacia el interior de EE. UU., ante la indolencia de las autoridades.
Miércoles 1ro de junio de 2022
Los tres días posteriores al tiroteo de la primaria en Uvalde, Texas –que dejó 21 personas muertas, 19 niños y 2 maestras–, subieron las acciones de los tres principales fabricantes de armas de fuego en Estados Unidos, que generaron ganancias de 329 millones de dólares (mdd) en Wall Street; hay que mencionar que se trata de un Estado que, constantemente, le recuerda a su población que tiene enemigos en el exterior, participando y fomentando las guerras, y en el interior de su territorio, como es el caso del discurso xenófobo que criminaliza a los migrantes.
Para Smith & Wesson Brands (SWBI), productora de los revólveres y las pistolas más icónicas de EE. UU., subió 9 %, a 15.2 dólares la unidad al cierre de la semana pasada, respecto al precio que tenían el día del tiroteo, 24 de mayo de 2022. De la misma manera, la productora de municiones Vista Outdoor (VSTO) ganó 10.55 % cotizando a 38.85 dólares cada uno. En el caso de Sturm, Ruger & Company (RGR) incrementaron a 5.54 %, cobrando hasta a 67.17 % el título. Es una industria de la muerte.
Y es que, ante la amenaza de posible escasez, se incrementa la demanda de productos; se debe a que los consumidores, principalmente supremacistas y racistas, incitados por las políticas de vigilancia y arme hacia adentro del territorio estadounidense, sobre todo del Partido Republicano y grupos conservadores, tienden a volcarse a las tiendas a comprar armas, ante el temor de que se impongan medidas más estrictas para su venta. Ésta es una muestra de las ansias de ganancia capitalista en la principal potencia del mundo.
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Armas protegidas por la Constitución de EE. UU.
Las medidas restrictivas, y una política que apunte a minar el poderío de la reaccionaria Asociación del Rifle, se miran casi imposibles debido a que ponen en riesgo la Segunda Enmienda de la constitución estadounidense, la cual permite que los ciudadanos porten armas con mínimos requisitos. Cabe señalar que, durante la pandemia, las acciones de las tres compañías antes mencionadas disminuyeron notablemente: las de SWBI bajaron 8.1 %, RGR bajó 7. 5 % y VSTO hasta 12.5 %.
Resulta trágico pensar que, mientras la gente muere asesinada en los tiroteos, las empresas que fabrican armas avanzan en la acumulación de sus, de por sí, millonarias ganancias. Un caso anterior al de la primaria en Texas es la masacre en una discoteca gay en Orlando, Florida, acaecida en 2016 con más de 40 personas asesinadas; entonces, las acciones de SWBI subieron 10.46 %, los de RGR incrementó 5.62 % y VSTO avanzó 1.25 %.
Otro caso es el tiroteo del 1 de octubre de 2017 en las Vegas, Nevada, que dejó 59 personas muertas; las acciones de Sturm, Ruger & Company ganaron 2.95 %, mientras que en Smith & Wesson subieron 2.03 %.
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El capitalismo sostenido sobre una historia de violencia
Estados Unidos está involucrado en casi todas las guerras actuales, tiene bases militares en diversos puntos del planeta, ha impulsado el guerrerismo y su poderío tras las falsas luchas contra el narcotráfico y el terrorismo, que ha usado como pretexto para su injerencia en otros países, como en el caso de México, Irak o Afganistán, y actualmente es pieza fundamental del rearme de los imperialismos de la OTAN en el marco de la guerra en Ucrania. Todo esto como parte de una larga historia de intervenciones y crímenes de guerra alrededor del mundo, incluyendo el uso de bombas atómicas contra Japón al final de la Segunda Guerra Mundial.
Cabe señalar que Estados Unidos fue construido sobre la base de la eliminación de los pueblos originarios como base de la acumulación originaria en esas tierras y la esclavitud de los millones de negros traídos de África. Y, dado el carácter saqueador imperialista de ese país, se expresa el importante peso que tiene el racismo, el fenómeno del trumpismo y la proliferación de grupos de ultraderecha.
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Más armas, más ganancias capitalistas
Durante el periodo de 1994 a 2004 se vetaron las armas de asalto para uso civil en EE. UU., bajo la Ley de Control del Crimen Violento de 1994; una vez expiró este veto, volvieron a ser legales estas armas en la mayor parte de los estados; desde entonces se retomó la producción y venta de fusiles que estaban restringidos.
Un informe publicado por el Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives, mostró que se triplicó la fabricación de armas de 3.9 millones en 2000 a 11.3 millones en 2020. Asimismo, la organización Small Arms Survey estimó en 2018 que, de las 400 millones de armas que circulan en ese país, 20 millones son ese tipo de rifles.
Tristemente, el rifle usado en el tiroteo en la escuela primaria Robb, es el más utilizado en las matanzas colectivas más violentas en Estados Unidos. Además. Según la Fiscalía General de la República en México, ese rifle es una de las armas que más usa el crimen organizado; la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) señala que la armería de los cárteles de droga proviene, principalmente, de Arizona y Texas, cuyo resultado es el incremento en la violencia del país.
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¿Puede un Estado guerrerista que fomenta el racismo y la xenofobia terminar con la violencia armada?
Para los demócratas en EE. UU. la “solución” es el control de armas o su restricción para la población civil, pero estas medidas no solucionan el problema de fondo; puesto que las causas son la violencia estructural en una sociedad cimentada en el racismo, la esclavitud, la xenofobia y el impulso de la guerra como expresión de la hegemonía imperialista. Asimismo, porque la industria armamentista –sobre todo de exportación– es uno de los pilares de la economía capitalista en Estados Unidos, tanto para los productores privados como gubernamentales.
Para hacerle frente a estos fenómenos de tiroteos en las escuelas donde los que mueren son niños y docentes, se requiere de una transformación profunda de la sociedad que provenga de la lucha de la clase trabajadora multiétnica de EE. UU. y de los sectores oprimidos, como quienes luchan hoy por derechos políticos, sociales y económicos como por el derecho al aborto y por la sindicalización de las y los trabajadores.
Diana Palacios
Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx