Este miércoles el Banco de México anunció su pronóstico de crecimiento para nuestro país planteando 6% como el escenario más real, pero, ¿qué significa?
Viernes 4 de junio de 2021
El informe
Esta semana, el Banco de México (Banxico) anunció el pronóstico de crecimiento para la actividad económica mexicana en el año 2021, después de haber enfrentado en 2020 una contracción de la economía de 18.7 %, la mayor caída desde los años treinta, derivada de los efectos de la pandemia por COVID-19 y la crisis económica agudizada por la misma.
Banxico anuncia un escenario optimista, al tiempo que se reserva su pronóstico para el 2022, estimando un crecimiento de entre 2 y 4 por ciento, es decir, quizás para ese año, se alcancen los niveles de actividad previos a la pandemia, aunque esto no quiera decir que sus efectos no dejarán secuelas en la economía, o que esto vaya a ser así por decreto.
Por otro lado, este crecimiento es un tanto contradictorio, pues está basado en el crecimiento del país vecino del norte y su política fiscal de estímulos, que permitió un aumento de la demanda también impulsada por el proceso de vacunación y la reducción de limitaciones para la movilidad en Estados Unidos, es decir, no se da sobre la base de una mejora estructural en nuestro país.
Los vínculos entre la economía mexicana y estadunidense son profundos, y la demanda externa es el motor de crecimiento que argumenta los buenos pronósticos de Banxico, sin embargo, para sostenerlos probablemente sea el T-EMEC uno de los puntos clave, y en ese sentido un tema del que habrá que estar pendientes.
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¿Qué significa este pronóstico para la clase trabajadora?
En el mismo informe trimestral en el que se prevé el crecimiento económico, se destacaron números sobre el empleo y la recuperación de puestos de trabajo en el país, con un pronóstico de creación de entre 350 y 570 mil puestos de trabajo para 2021.
En contraste, el mes pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que fueron 13 millones de personas en nuestro país las que quedaron sin empleo durante el primer año de la pandemia, y que a pesar de haberse recuperado –aunque de manera informal- el empleo, todavía al mes de abril había más de 2 millones de personas que seguían sufriendo las consecuencias de los despidos derivados de la pandemia, destacando que de esas personas que no recuperaron sus empleos, el 70% son mujeres.
Por otro lado, el reporte de la institución financiera nacional dejó ver otro elemento que a la clase trabajadora –aparte de los despidos- nos afecta directamente, y se trata de la inflación (subida de precios) que llegará a 4.8% para finales de año, derivado del alza en los precios de los productos agropecuarios y energéticos que ya sufren aumentos visibles, la gasolina y algunos alimentos básicos han subido de precio en el último mes, afectando directamente la calidad de vida de las familias trabajadoras.
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En resumen, el hecho de pronosticar un crecimiento de 6% no significa que (aunque suene abultado), la vida de las familias trabajadoras mejore en los hechos, para que eso suceda, es necesaria una política económica que rompa con la subordinación al imperialismo, recuperar nuestros recursos naturales y energéticos al tiempo que se impongan impuestos progresivos a las grandes fortunas, que exista un aumento al salario de emergencia, que cubra la inflación y que alcance para la canasta básica familiar, empleos dignos, con derechos laborales plenos y distribución del trabajo entre todas las manos disponibles, es decir, una política económica que derive de los intereses de las mayorías y no solo de unos cuantos.