Bolsonaro cambió al presidente de Petrobras y puso a un militar. Se trata de un robo contra los trabajadores en el marco de la política de privatizar la gigante estatal. Una oportunidad para la intervención independiente de los petroleros.
Domingo 21 de febrero de 2021 18:20
No pasaron 24 horas de la huelga de petroleros del estado de Bahia y acciones de solidaridad en todo el país, y el presidente de Petrobras Castello Branco fue sustituido por Bolsonaro. La sustitución ocurre después de que Bolsonaro confirmara públicamente que no intervendría la petrolera estatal, bajo protesta de la dirección de la empresa, que ya amenazaba con renunciar frente a una medida de ese tipo, aumentando las crisis y fisuras internas en el Gobierno.
Bolsonaro puso a un general, exministro de Temer, en la presidencia de la empresa y la crisis sigue abierta. Posiblemente toda la dirección y el consejo de administración de la empresa también serán sustituidos. Esa crisis no fue solo resultado de la huelga petrolera, la propia huelga se metió en el medio de una crisis política que está atravesando el Gobierno de Bolsonaro y diversas instituciones. La crisis de los combustibles es un capítulo de la crisis que también se expresa en las tensiones entre el Supremo Tribunal Federal, el bolsonarismo y los militares.
El precio de los combustibles está aumentando escandalosamente en Brasil. En los cincuenta días que van de este año, la gasolina aumentó 34,78 % y el diesel 27,72 %. Se trata de un robo contra todos los trabajadores brasileños.
Con estos aumentos buscan aumentar la remuneración de los accionistas privados de Petrobras, de los cuales más del 43 % son extranjeros según el propio site de la empresa. Pero sirve principalmente para abrir camino a la privatización de las refinerías, atrayendo compradores internacionales interesados en los altos márgenes de ganancia. Los potenciales compradores quieren ganancia máxima, en dólares, como el fondo de inversión Mubadala Capital de Emiratos Árabes, que tiene pautado llevarse la gigantesca refinería de Bahía, la RLAM, a mitad de precio.
Esta política de precios para abrir camino a la entrega es un programa de todo el golpismo. Sin embargo, este plan se choca con las necesidades políticas inmediatas de Bolsonaro: mantener el apoyo de los camioneros y frenar la caída de su popularidad en diversas capas de la población. Es así que esta crisis social, inflacionaria, de corrosión del poder de compra de los trabajadores, se transforma también en elementos de crisis política.
La intervención de Bolsonaro en Petrobras no va a cerrar la crisis de los combustibles
Presionado por su base camionera y su desgaste en los sectores más precarios de la población, Bolsonaro intervino la empresa y anunció medidas inocuas que no van a interrumpir la alza de precios. La prensa y el mercado financiero protestaron porque no quieren que la ganancia de los accionistas privados de la empresa disminuya un centavo, menos aun la de los futuros compradores imperialistas. No se puede descartar que esta crisis ponga en ruta de colisión a Bolsonaro y los militares por un lado y Paulo Guedes y Bovespa de otro, aumentando la crisis en curso. Pero aun con este fuerte roce, Bolsonaro ya declaró que el precio seguirá siendo dictado por el mercado mundial, o sea, tomará algunas pequeñas medidas para intentar preservar su imagen pero la política de precios y el énfasis privatista se mantendrá intacto.
Bolsonaro anunció la baja a cero del impuesto federal sobre el gas de cocina (aunque ese impuesto solo representa el 3 % del precio final) y la suspensión del impuesto federal en el diesel por dos meses (que representa el 9 % del precio final). Más allá de despedir a Castello Branco, las medidas anunciadas son inocuas porque no van a frenar el aumento de los combustibles. No se adoptó ninguna medida para la gasolina, lo que subraya que la preocupación de Bolsonaro es con los camioneros y con el agronegocio y tiene un discurso popular al afectar el gas de cocina, pero le importa poco los conductores de Uber, o la clase media y el trabajador que anda en auto o moto.
La medida de Bolsonaro es tan pifia que si el petróleo, que hoy cotiza 62,72 dólares por barril, sube un poquito, a 68,36 dólares, o si se queda donde está pero el dólar pasa de los actuales 5,38 a 5,86 reales, todas las medidas de Bolsonaro quedarán deshechas. Pura demagogia. El trabajador seguirá pagando el pato de la privatización, lo que queda aun más claro con el hecho de que no haya ninguna medida con respecto a la gasolina, exactamente lo mismo que ya había hecho Temer para agradar a los camioneros y patronales que los apoyaban e incentivaban.
Se trata por lo tanto de una decisión política de agradar una base y preservar la política de precios diseñada para el privatismo, y ya que está, ejercer presión contra gobernadores opositores para que reduzcan también los impuestos estaduales. Incluso una hipotética retracción a cero de los impuestos en todos los ámbito solo enjuagaría hielo frente a las perspectivas de aumento de los precios del petróleo en el mediano plazo. La política de usar los precios internacionales debe ser subrayada como lo que es: un robo a todos los habitantes de Brasil para enriquecer a los imperialistas. Solo los petroleros pueden decirlo fuerte y claro a toda la población.
La crisis política es una oportunidad para que tenga éxito una fuerte huelga contra la privatización, que sea un catalizador para el conjunto de las demandas de los trabajadores
Las crisis que atraviesan a las Fuerzas Armadas, el bolsonarismo, el gran centro político, el Supremo Tribunal y actores por algunos considerados “racionales”, como los tucanos (del PSDB), el partido DEM, jueces del Supremo Tribunal, exponen la podredumbre de todo el golpismo y generan parálisis entre los “de arriba”. Los socios de ayer ahora se sacan a luz la mugre mutuamente, intentando imponer su proyecto particular sobre los otros. En la disputa entre los poderosos está la oportunidad de que una voz “desde abajo” se levante y aparezca ante el conjunto de la población como vocera de sus intereses, en oposición a las distintas alas del golpismo.
Es precisamente esa la oportunidad que ofrece la movilización petrolera. En medio de la disputa que ubica a Guedes, Bovespa y Globo de un lado y Bolsonaro de otro, los petroleros podrían mostrar que pueden ofrecer combustibles baratos y hacer que las riquezas del país sirvan no a los extranjeros o a la corrupción de los poderosos, sino al pueblo brasileño. Pero para aprovechar esa oportunidad, deberán superar el freno que colocan las direcciones sindicales que conducen el movimiento, sin cualquier tipo de democracia, donde una cúpula decide cómo y cuándo hacer huelga, cómo y cuándo levantarla para sentarse en negociaciones de mentira, ahora con Petrobras, y como hizo el año pasado en la huelga de la estatal productora de fertilizantes FAFEN.
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