La pandemia de Covid-19 puso en evidencia la crisis de los cuidados como una crisis de la reproducción social. En Chile las cifras expresan una brecha de género importante en el uso del tiempo y en el cuidado hacia las y los demás.
Miércoles 8 de marzo de 2023
Según un informe de la ONU (2020), las mujeres en promedio dedican 4,1 horas por día al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, en comparación con las 1,7 horas por día que dedican los hombres. Esta brecha visibilizada en las cifras e invisible en la cotidianidad, da por sentado los roles sexuales que operan en la sociedad.
Los cuidados se han puesto en el centro como demanda en la historia del movimiento feminista; la democracia participativa y la seguridad social junto con una nueva forma de liberalismo sexual y autonomía individual dieron pie a la segunda ola del feminismo.
Como parte de esta segunda ola, surge la corriente materialista fundada por Christine Delphy en Francia y el feminismo operaísta italiano, donde se centraron en la cuestión del trabajo doméstico considerándolo como explotación de trabajo reproductivo (Martínez y Burgueño, 2019). Desde la tercera ola del feminismo, el feminismo autonomista italiano, planteaba que las mujeres soportan, junto con sus maridos, hijos y
padres, la explotación capitalista y que, al producir la mercancía fuerza de trabajo, generan valor, del que se apropia el capital (Martínez y Burgueño, 2019).
El trabajo en cuidados puede expresar una gran inequidad social, la cual se traduce en
incompatibilidad laboral, probabilidad de perder el empleo, efectos sobre la propia salud y efectos sobre la vida afectiva y relacional.
Según el Primer Estudio Nacional de Valoración Económica del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado en Chile (Comunidad Mujer, 2019) un 71,7% del trabajo en cuidados es realizado por mujeres, sin embargo, esta carga representa solo el 66,5% del aporte al PIB ampliado. En relación al año 2015, el PIB ampliado era superior casi en un tercio al PIB corriente. El valor económico del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado equivalía a un 22% del PIB Ampliado.
La encuesta Casen 2020 en pandemia refleja algunos datos invisibles entorno al cuidado. En la encuesta, 3663 personas respondieron que no pudieron trabajar el mes anterior porque no tiene con quién dejar los niños, el porcentaje que correspondía al sexo femenino se expresó en el 98,3%, mientras que la edad promedio fue de 35 años y la edad que más se repite son los 30 años de edad. El sexo femenino continúa repitiéndose con la respuesta “no pudo trabajar porque no tenía con quién dejar a los adultos mayores” con un 85%, siendo el promedio de edad de 54 años y la edad de 58 años la más frecuente.
Un dato que llama la atención es la edad productiva y reproductiva de las mujeres que cuidan niños, pues expresa la postergación del desarrollo de la vida laboral y profesional ante el cuidado y atención de los hijos. Por otro lado, el cuidado hacia adultos mayores para las mujeres que se acercan a la edad de jubilación (60 años) problematiza el altruismo y “deber moral” en las unidades familiares.
La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo 2015 (ENUT) refleja datos similares en torno a la caracterización sobre quién cuida. Si bien existe poca representación de las personas que respondieron la pregunta: “¿realizó cuidado de niñas/os de 0 a 4 años?”, 91 personas de 172 respondieron que sí, de esta cantidad un 83% corresponde a mujeres. Un total de 291 personas respondieron que realizaron “cuidado de niña/os de 5 a 14 años”, donde 122 respondieron que sí, expresando un 41,9% y del cual nuevamente son las mujeres que representan esta labor.
En el actual gobierno de Gabriel Boric la política de cuidados se fortalece a través de la creación de un nuevo sistema de protección social: “Sistema Nacional de Cuidados”, donde se visibiliza a la persona cuidadora a través de la plataforma de identificación de personas cuidadoras. Esta política intenta visibilizar el cuidado a través de sus protagonistas potenciando la creación de nuevos programas de apoyo hacia la persona cuidadora. Sin embargo, esta política pública no es nueva. Durante el segundo gobierno de Sebastián Piñera la política de cuidados fue reforzar a la población
beneficiaria de los programas Chile Crece Contigo y Chile Cuida a través del programa Red Local de Apoyos y Cuidados, extendiendo mayores servicios y beneficios a la población desde la atención unidireccional y los estereotipos de género y familias.
En nuestro país existe un sesgo de estereotipos de género focalizado en la visión de familias y no en los hogares, donde en los territorios se excluye la visión de las comunidades a partir de la visión de hogar o familia. Es por esto que las políticas públicas hacia las y los cuidadores deben ser integrales, es decir, ampliar
la concepción del cuidado que abarcan las relaciones que sobrepasan el vínculo familiar con la persona dependiente. Además, de resignificar el tiempo de los cuidados y reconocer las diversas identidades de las y los cuidadores como también la identidad de las y los receptores. Para esto, es urgente una coordinación y movimiento de mujeres, trabajadores y jóvenes que luchen por un sueldo mínimo de 650 mil pesos para la canasta familiar con el reparto de las horas laborales para ocupados y desocupados, como también pelear por licencias médicas para cuidadores, quienes en su mayor parte realizan esta labor de manera gratuita.