Vox decide cerrar la crisis interna al destituir a Ortega Smith como secretario general y nombrando en su lugar a Ignacio Garriga, actual portavoz de la formación en Catalunya. Ortega Smith permanecerá como vicepresidente de Vox desplazando a Víctor González, el hasta ahora vicepresidente económico del partido.

Roberto Bordón @RobertoBordon13
Miércoles 12 de octubre de 2022

La crisis de Vox se ha cobrado finalmente la cabeza de su secretario general, Javier Ortega Smith, que ha sido destituido tras un torrente de criticas internas que han ganado publicidad mediática a raíz del enfrentamiento de Vox con Macarena Olona, excandidata de la formación en Andalucía. Su sustituto, Ignacio Garriga, portavoz de Vox en el Parlamento de Catalunya, ha tomado el revelo aprovechando el festival Viva22, el evento anual de Vox, donde ha tomado contacto con las bases. Garriga se enfrenta ahora a la tarea de solucionar la debilidad estructural de un partido que sufre constantes crisis internas y un desgaste orgánico que amenaza sus posibilidades electorales en las próximas elecciones municipales y autonómicas.
La caída de Ortega Smith
Javier Ortega Smith, vicepresidente de Vox, ha sido durante seis años el secretario general del partido de Abascal e íntimo amigo de este último. Precisamente ha sido Santiago Abascal el primero en salir a arroparlo tratando de cerrar la crisis abierta exponiendo que el destituido dirigente de Vox se dedicará ahora a preparar su candidatura para la alcaldía de Madrid, abriendo nuevamente un enfrentamiento con Almeida y el PP madrileño. Quizás es por esa lealtad y amistad es por lo que lejos de abandonar la dirección del partido Ortega Smith es ahora vicepresidente de la formación.
El hasta ahora secretario general arrastraba una serie de problemas internos como escisiones y sectores críticos en Murcia o Andalucía, continuas dimisiones de direcciones provinciales como la reciente en Badajoz o anteriormente en Alicante. Una ristra de ejemplos que demuestran que a pesar de su éxito electoral en el periodo 2018-2022, Vox no ha conseguido estabilizar una estructura orgánica suficientemente fuerte para resistir un periodo de bajada de expectativas electorales como el que se abrió este verano tras la derrota en Andalucía.
La formación de Abascal afronta una difícil situación de cara al ciclo electoral de mayo, en el que algunos medios afines dudan incluso de la capacidad de dicho partido de cubrir con suficientes candidatos los municipios de más de 50.000 habitantes y de si deberán presentar a más figuras nacionales como cabezas de listas en las autonómicas. Esta debilidad fue reconocida en parte por el propio Abascal, en una entrevista donde explicaba que habían cambiado el reglamento interno para la toma de decisiones respecto a las listas electorales para resolver una problemática de descontrol en las bases donde las luchas de poder y los arribistas habían dificultado anteriormente los procesos electorales. Una política que ha sido recibida por parte de un sector crítico como otra muestra del funcionamiento antidemocrático del partido de extrema derecha.
La salida de Ortega Smith en este contexto se ha leído por parte de algunos analistas como una solución impulsada por Iván Espinosa de los Monteros y de Abascal, para atajar estas críticas internas en un momento tenso donde han perdido el grupo parlamentario en Murcia. Y que deja a su sucesor la complicada tarea de resolver la crisis de las estructuras locales en pocos meses teniendo en cuenta que el partido espera
Un cambio en la estructura orgánica que no sólo asciende a Ignacio Garriga, uno de los grandes pesos institucionales de Vox, a la dirección del partido, sino que reduce el peso de Víctor González, el “alma económica liberal” del partido en palabras de Macarena Olona, a simple vocal en la dirección. Si atendemos a los perfiles de los dirigentes, se suma a la dirección un representante del ala ultracatólica del partido, con vínculos cercanos al Opus Dei pero que también es cercano a Jorge Buxade, vicepresidente político y representante del ala neofalangista en el partido, por lo que el peso de dicha corriente en la dirección no parece reducirse a priori a pesar de la destitución de Ortega Smith.
El de Garriga ha sido presentado por medios afines a la formación como un perfil de consenso, leal a Abascal y que puede unificar un aparato dividido. Pero también podría ser un aliciente para recuperar a un sector ultracatólico más crítico ligado a HazteOír, el lobby religioso que inicialmente impulsó a Vox y que recientemente rompió con el partido por su falta de dureza en temas como el aborto y la defensa de la familia tradicional, que podría unirse a una posible escisión capitaneada por Olona. Una excandidata y ahora exmilitante que hace poco recibió el apoyo público de HazteOír debido a que identificaban que sí defendía los valores reaccionarios del lobby con la firmeza suficiente. Una falta de combatividad que el lobby achaca a Vox y que algunos leen como un intento de Abascal de perder votantes de centroderecha que podrían volver próximamente al Partido Popular.
Es imposible saber si como dicen algunos Abascal estaría ensayando una estrategia de corte más “centrista” al estilo Reagrupamiento Nacional en Francia, lo que sí está claro es que su formación sigue manteniendo una división interna marcada por disputas entre familias políticas y que todavía están a la búsqueda de una síntesis que estabilice las cosas. Una necesidad para una formación que ha perdido el impulso inicial que una serie de rápidas victorias sucesivas a nivel electoral le dieron y a la que se le han comenzado a abrir grietas una vez el triunfalismo dejó de hacer pegamento entre distintos elementos de la extrema derecha que no necesariamente estaban de acuerdo en todo.

Roberto Bordón
Andalucía