El incendio en el hospital San Borja mostró crudamente el estado de la red asistencial pública: edificios altamente vulnerables que descansan en la voluntad de sacrificio de sus trabajadores y trabajadoras.

Antonio Paez Dirigente Sindicato Starbucks Coffe Chile
Lunes 1ro de febrero de 2021
Eran las 7:30 de la mañana y una enorme columna de humo podía verse desde gran parte de Santiago. El incendio podría haber sido de una gran bodega o empresa, como otras veces ocurre, pero no, esta vez fue el hospital San Borja Arriarán.
A las 8 de la mañana cientos de familiares se agolpan en las rejas del hospital tratando de tener información sobre sus seres queridos. Mientras en el interior las y los funcionarios de la salud corrían por los pasillos intentando evacuar a los pacientes, los medios de comunicación transmitían imágenes donde el fuego consumía el techo del recinto.
Entre la desesperación y el apuro, bomberos ingresaba al recinto para combatir el incendio, familiares piden respuestas que aún no hay, carabineros asiste al lugar pero como siempre con zorrillos y guanacos comienzan a detener personas que exigen saber sobre el estado de sus familiares.
El caos se mantiene gran parte de la mañana, cientos de funcionarios que se encuentran en sus días de descanso, llegan al hospital para ayudar con la evacuación, estabilización y traslado de más de 300 pacientes que deben ser puestos en lugares seguros. Un campamento improvisado recibe a quienes salen a la calle para escapar del fuego.
A las 9:35 de la mañana el ministro Paris junto a otras autoridades del Ministerio de Salud dan un punto de prensa, los mismos funcionarios de la salud los encaran diciendo “ustedes no han hecho nada, vienen para la pura tele”, “si si si gracias a los funcionarios que han trabajado” responde Paris.
Pasada las 10 de la mañana el incendio está controlado y la mayoría de pacientes en tránsito a otros hospitales. El saldo del incendio: no hubo fallecidos, más de 350 evacuados, 500 camas menos para atención hospitalaria (120 UTI y 55 UCI); En total más de 1 millón de dólares en pérdidas.
Este incendio pone una enorme presión sobre la red pública de salud que ya estaba al borde del colapso producto de la segunda ola de Covid.
¿Se pudo prevenir el incendio?
Ciertamente los accidentes ocurren, este incendio pudo ser eso, pero hay que tener en consideración lo rápido que se extendió para entender que un incendio de esta magnitud no se debe solo a un accidente, sino también al abandono que ha sufrido la salud pública los últimos 30 años. Hospitales como el San Borja Arriarán que son de alta complejidad muchas veces se encuentran equipados con indumentaria de punta, pero sus edificios se encuentran en precarias condiciones.
Tanto los gobiernos de la Concertación, como los que le han seguido jugaron una línea peligrosa desfinanciando la salud pública, haciendo enormes traspasos a la salud privada privilegiando el negocio de la salud.
Los funcionarios de la salud vienen los últimos años denunciando estas situación, las respuestas de los gobiernos han sido la misma: rechazo absoluto a las demandas y represión.
¿Quién pagará los costos del incendio?
Más allá de las lamentaciones de las autoridades como Paris o Patricia Méndez (Directora del servicio de salud metropolitano central) la “tragedia” del San Borja la pagarán las y los funcionarios de la salud así como los pacientes que se atendían ahí. Recordemos que el hospital deberá estar cerrado varias semanas para su reparación, lo cual llevará a una serie de problemáticas de traslado, tratamiento y otros para miles y miles de personas.
Hasta ahora los hospitales de la red pública como el barros luco se encuentran parchando la falta de camas, pero también cientos de pacientes fueron derivados a clínicas privadas que seguro no atienden gratis, por lo que sacaran una jugosa tajada de la emergencia así como lo hizo Espacio Riesco en su momento.
Es urgente terminar el negocio de la salud que mantiene una precaria infraestructura en la red de salud publica. EL estado debe acabar con los subsidios a los empresarios que lucran con nuestras vidas. Y para terminar con la precarización de la salud, debemos exigir un plan de emergencia para fortalecer la infraestructura de los hospitales y centros de salud, financiados por un impuesto a las grandes riquezas.