La terrible situación de los inmigrantes, de Alemania hasta las fronteras de la Unión Europea (UE) en Kos, Lampedusa o en Macedonia, pone de relieve que las potencias imperialistas solo aumentan la miseria para las masas. El desafío de la izquierda es mostrar una salida frente a esta situación.
Sábado 29 de agosto de 2015
Foto: EFE- NIGEL TREBLIN
Como consecuencia de la crisis capitalista mundial y la “primavera árabe”, en 2013 la cantidad de inmigrantes en todo el mundo alcanzó cifras nunca vistas después de la II Guerra Mundial. Esto no fue un hito único sino que marcó una tendencia que siguió el año pasado y en 2015 nuevamente huyeron más personas que en ningún año desde hace 70 años. El año pasado eran casi 60 millones de personas que se escaparon de la guerra o la miseria y Alemania recibió hasta julio más de 220.000 pedidos de asilo – más que en todo el año pasado. Según un nuevo cálculo del Ministro del Interior se espera la llegada de más de 800.000 personas. En el “año récord”, 1992, 440.000 pidieron asilo.
Ese año se produjo el pogromo en la ciudad en el norte del país, Rostock, donde por varios días miles de personas sitiaron e incendiaron un centro de refugiados. Como hace 23 años, el odio y la violencia racista se repiten en todo el país. Todos los días hay ataques a centros de refugiados. Organizados por grupos de ultraderecha, en cada vez más municipios crece el apoyo de sectores de la población -que vive el deterioro de sus condiciones de vida- a estas corrientes. En el marco de una campaña antiinmigrante de los partidos burgueses este descontento de las capas medias se transforma en una polarización hacia la derecha.
Esta campaña de discriminación aumentó más en las últimas semanas. Todos los partidos patronales, desde los antieuro de Alternativa para Alemania (AfD) y los neoliberales de la FDP, hasta los democristianos de CDU y la socialdemocracia, SPD, hasta los verdes, están de acuerdo en acabar con el derecho al asilo. Esto se ve en la integración cada vez más absurda de países como Kosovo, Albania y Montenegro en la lista de los “países de origen seguros” (invento alemán que permite la deportación de refugiados de los países listados); en la demanda de la Oficina Federal para migración e inmigrantes (BAMF) que quiere suprimir el apoyo estatal a los inmigrantes de 140 euros o reemplazarlo por vales; en la discusión por parte del “sindicato de policía” (sic), la AfD y sectores de derecha de la CDU del restablecimiento del control fronterizo; en la apertura de “campos” para refugiados del sureste de Europa cerca de la frontera para deportarlos más rápido y barato.
Como se puede observar, ven el destino de decenas de miles de personas que escapan de la miseria, la persecución, guerra y hambre como un mero coste en el “sagrado libro” del presupuesto es un consenso burgués.
Según un cálculo los refugiados costarán al estado unos 10 mil millones de euros. El hecho en sí no tiene nada de escandaloso: al contrario, Alemania debería gastar mucho más dinero para garantizarles a todos y cada uno de los refugiados una vivienda y manutención digna sobre todo en un contexto donde suben los ingresos fiscales al estado. El cálculo es “escandaloso” porque es parte de la campaña racista de los medios imperialistas de bajar los gastos para los inmigrantes y deportar de manera más “eficaz”. Incluso el partido neoreformista Die Linke (La Izquierda) cede a este clima reaccionario. No solo olvida sus “líneas rojas” acerca de la exportación de armamento y las intervenciones de la Bundeswehr, sino que su partidario no tan “de izquierda” Wolfgang Runge se hizo conocido por dichos antiinmigrantes. Esto no es un hecho aislado sino la expresión de que Die Linke cede al clima derechista en medio de su curso socialchauvinista en vez de ser una alternativa consecuente para los explotados y oprimidos.
Bancarrota absoluta
No se puede separar la política alemana de la europea y una mirada a otros países da imágenes similares. El gobierno en Macedonia decreta el “estado de emergencia” y reprime a los refugiados con gases lacrimógenos; Hungría está construyendo una valla de alambre de espino de la OTAN de 175 kilómetros para impedir que inmigrantes entren en el país y amenaza con la intervención del ejército - Hungría es el país de la UE que pisan los inmigrantes después de pasar por Grecia en la “ruta de los Balcanes”.
En Grecia, por culpa de los recortes la situación se volvió tan catastrófica que los inmigrantes que llegan siguen su curso hacia otros países. Miles de refugiados tienen que vivir semanas y meses en la isla fronteriza de Kos bajo condiciones miserables y encima son reprimidos por la Policía.
Semana tras semana cientos de personas mueren en su intento de cruzar el mar mediterráneo para llegar a Italia. Pero la mayoría siguen hacia el centro imperialista, a Gran Bretaña o Alemania. La campaña racista del gobierno británico contra los refugiados que arriesgan su vida para atravesar el Eurotunnel de Calais (Francia) muestra claramente que la vida de personas vale poco y nada para el racismo furioso de los poderosos.
No es de extrañar que la mayoría de los refugiados venga de países como Siria, Afganistán o Somalia donde las intervenciones de la OTAN sembraron guerra y miseria.
En Alemania, el cuadro es similar: el 20 % de los refugiados vienen de Siria, donde la guerra civil y la emergencia del Estado Islámico como resultado de la ocupación y destrucción de las intervenciones de EEUU y sus aliados europeos de la región por años llevó a una situación desastrosa. Pero mientras entre el 85 y el 90 % de los inmigrantes de Siria o Irak son aceptados, esta tasa tiende a cero en el caso de países de los Balcanes como Serbia o Montenegro aunque fue justamente esta región la que sufrió el bombardeo de la OTAN en los años 90, la primera intervención bélica de la República Federal de Alemania después del 45. La huida de los cientos de miles que buscan una vida mejor en Europa y Alemania, arriesgando su vida, es forzada por la destrucción guerrera y económica de sus países de origen por los imperialismos como el francés, británico, norteamericano y alemán.
Llegados a Alemania, no les espera mejor destino. En los campos de carpas construidos cerca de varias ciudades como en Dresde, existen “condiciones como de regiones de guerra”, según informes de activistas solidarios. No hay espacio, pocos baños, pocos médicos, lo que lleva a que rápidamente mucha gente se contagie de varias enfermedades.
Las comunas, municipios y Länder de todo el país lamentan que el gobierno no mantenga a disposición la cantidad suficiente de dinero para los centros de refugiados, lo que se refleja directamente en las condiciones de vida de los inmigrantes. Esta situación no es muy diferente de la que viven los refugiados en Kos o Lampedusa.
Cínicamente, esa catástrofe humanitaria es parte de una política de asilo que usa la intimidación para impedir que más inmigrantes busquen su camino hacia Alemania. Es por eso que los políticos burgueses, a pesar de sus comentarios hipócritas, no tienen un serio interés en luchar contra la violencia racista en las calles.
Lejos de representar el “fracaso” de la política de asilo alemana, esto constituye la única respuesta de la clase dominante a la “crisis migratoria”: destruir la más mínima esperanza de que los refugiados puedan encontrar una vida mejor en Alemania.
Las 11.000 deportaciones, sobre todo hacia Serbia, Macedonia y Kosovo, significaron un nuevo récord y solo en la primera mitad de 2015 se deportaron 8.178 personas, que es un incremento del 42% en el mismo período del año pasado. Para la mayoría de los refugiados la deportación es igual a la muerte o la tortura en sus países de origen.
Al mismo tiempo se escucha cada vez más fuerte el grito de los políticos del gobierno para “tomar más responsabilidad” en el mundo, es decir, más presencia imperialista, sea en Ucrania, en medio oriente, los Balcanes o África. Esta política imperialista aparece en las exportaciones masivas de armamento de guerra, que es clave para la política económica alemana. Los flujos migratorios son solo la contraparte de la política económica y guerrera imperialista. Es por eso que sectores de la burguesía ven la necesidad de aprovechar la inmigración para una futura mayor “competitividad”, en vez de solo combatirla.
Organizar ya mismo la solidaridad
“Allí donde crece el peligro crece también la salvación.” Estas palabras de Friedrich Hölderlin sugieren por qué el movimiento de los refugiados, a pesar de la represión y persecución estatal, fue el movimiento democrático más dinámico de los últimos años.
Y la revuelta de Suhl, donde los refugiados resistieron la brutalidad policíaca, puede ser el preanuncio – aunque distorsionado – de nuevas luchas en la calle.
Los ataques a centros de refugiados en todo el país y los desmanes violentos de Heidenau y Freital tienen que despertar a toda la izquierda. Es necesario, junto con los trabajadores, jóvenes, refugiados y activistas solidarios, organizar la autodefensa de los afectados y sus centros en vez de dejar esto en manos de la policía, que es igual de racista y reaccionaria que los manifestantes neonazis.
Está a la hora del día retomar las acciones combativas de los refugiados y los jóvenes solidarios e impulsar un amplio movimiento democrático contra el gobierno y sus planes racistas, la violencia derechista y por el derecho de permanencia para todos.