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Red Internacional
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Ningún ser humano es ilegal. Crisis migratoria en México: terrible costo de la subordinación a EEUU

Este 2023 se registró la entrada más grande de migrantes a México en más de una década, y aunque la cifras finales aún no son contabilizadas, podemos esperar que estemos frente a un número histórico.

Miércoles 10 de enero de 2024

Lo anterior no cayó de la nada, tras varios años de pauperización y de crisis económica en América Latina, y del resultado de gobiernos que entregaron los recursos naturales y atacaron los derechos de los trabajadores, millones perdieron el empleo, la casa y la esperanza de poder construir futuro en su lugar de origen.

A esto hay que sumarle la violencia estructural que se asentó en México y Centroamérica, que tras la llegada de la “contra” para acabar con la guerrilla regional, abasteció a grupo criminales como La Mara y que hoy son parte esencial del trasiego de droga rumbo a Estado Unidos, lo que ha recrudecido el desplazamiento forzado y el feminicidio. Por lo que millones han salido de Haití, Venezuela, Honduras, El Salvador, etc.

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Tras la pandemia del Covid-19 la situación se agravó drásticamente, las caravanas migrantes crecieron y con ello la crisis humanitaria que conlleva. La presión del gobierno de Trump logró en aquellos años convertir “de hecho” a México en un tercer país seguro, como se denominan a los países que detienen el flujo migratorio.

Esto no se pudo lograr sin la colaboración del gobierno de la Cuarta Transformación. La Guardia Nacional desde entonces cumple tareas en los cruces migratorios, reprimiendo, persiguiendo y amedrentando a quienes intentan pasar por territorio nacional, con el fin de llegar a Estados Unidos en lo que suponen, será la búsqueda de un mejor futuro para ellos y sus familias.

¿Cuál es la realidad migratoria en México?

El relativamente nuevo fenómeno de las “caravanas migrantes” ha permitido que volúmenes mayores de personas crucen el territorio nacional: estas surgen como respuesta a la constante persecución y asedio que vivían por parte de grupos del llamado crimen organizado y el ejército mexicano.

No obstante, esto no ha impedido que hechos barbáricos como masacres y secuestros de grupos de centenas de personas se sigan perpetuando a plena luz del día, en las carreteras de todo el territorio nacional y que se estima que diariamente mueran entre 3 y 4 migrantes al día. Esto mientras el 80% de la mujeres que cruzan el país sufren algún tipo de violencia sexual.

Esta situación, así como la ilegalidad y la inexistencia de derechos, es funcional a favorecer los negocios capitalistas. En la ciudades más grandes, los migrantes ocupan puestos de trabajo informales, por salarios por debajo del mínimo y con jornadas extenuantes que toleran por no tener ningún derecho en nuestro país y porque, según sus empleadores, son muy trabajadores y eficientes, como si no fuese su única alternativa soportar las exigencias que les hacen para poder comer.

En los peores casos, y que son mayoritariamente los de la población haitiana en México, viven en campamentos irregulares, a las afueras de deportivos y avenidas principales, en condiciones insalubres y de hacinamiento, mientras discursos xenófobos se extienden por el país y las medidas antimigratorias se endurecen.

Recordemos el terrible crimen ocurrido en Ciudad Juárez, donde decenas de migrantes murieron calcinados cuando tras un incendio las autoridades mexicanas dejaron encerrados a hombres, mujeres e infancias. O la clausura de los refugios en la CDMX y Matamoros.

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Para que nos demos una idea, para agosto del año pasado, se tenía registro de más de 400 mil personas en situación de migración irregular en México, por lo que se espera que el 2023 sea el que más ingresos ha registrado en la historia. Pero el número no alarma por la cantidad en sí mismo, sino por la total falta de acceso a derechos básicos, así como la violencia social y estructural a la que son sometidos.

¿Cómo sucedió esto?

No es nuevo que EEUU y los grandes empresarios de toda la región han amasado enormes fortunas sobre la base del despojo, la expoliación, la hiperproductividad y la promoción de todo tipo de golpes de Estado y gobiernos neoliberales .

Tampoco lo es el fenómeno migratorio que ni siquiera es un fenómeno moderno, ha sido una actividad humana milenaria, la cual es recientemente regulada y penada, sobre todo para quienes empobrecidos por la política económica del imperialismo huyen con la esperanza de una vida mejor.

Fenómeno que alrededor del mundo se ha recrudecido en medio de la crisis económica que inició en 2008 y que tras el Covid y la guerra en Ucrania se profundizó, lo que ha resultado en una enorme masa social arrojada a la misera.

México hasta hace unos años era un país considerado como de “libre tránsito”: aunque en pésimas condiciones, la migración se podía dar de manera más o menos libre,y se concentraba sobre todo en las entidades por las que pasaba la red ferroviaria, con personas sobretodo provenientes de centroamérica.

Sin embargo, la brutal crisis económica en Haití, Venezuela y gran parte de los países centroamericanos, obligó a que millones tuvieran que emprender la peligrosa travesía. Y México, quien recientemente había firmado el T-MEC, formó una serie de acuerdos confidenciales que tenían que ver con seguridad y cooperación fronteriza.

Tras esto, la política migratoria del país ha sido las más dura en décadas. Sorprendemente el progresismo no se ha quedado atrás respecto a las políticas reaccionarias de la derecha y las ha profundizado. Esto se ve, por ejemplo, en que sólo un reducido número de personas han podido regularizar su situación en el país, y toda medida que el imperialismo de EEUU ha exigido ha sido implementada. Desde las oficinas consulares en Chiapas, para evitar que los migrantes lleguen a la frontera norte, hasta la inversión en Centroamérica con pretexto de la “cooperación” regional.

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Las administraciones republicana y demócratas de EEUU, así como todas la fuerzas políticas de México, son las principales responsables de la crisis humanitaria que se vive actualmente, y hasta ahora todo discurso ha resultado ser solo demagógico.

¿Qué podemos hacer?

Habría que partir que la migración no es un fenómeno de “delincuentes” o de personas “extrañas y ajenas” que nos “invaden” como ha presentado históricamente la derecha y más recientemente han retomado en redes muchos defensores de la actual política federal. Se trata de familias pobres y trabajadoras que han perdido casi todo, y que han decidido encarar una dura travesía por tierra, en una de las rutas más peligrosas del mundo.

Son trabajadoras y trabajadores que buscan escapar de la ruina, y que para ello no solo se enfrentan a las situaciones antes descritas, sino a gobiernos propios y extraños que les criminalizan en todo momento.

Es por ello, que las organizaciones sociales, populares y sindicales, de derechos humanos y de izquierda, que nos propongamos defender los derechos democráticos y de los trabajadores y la misma dignidad humana, tenemos que levantar una enorme campaña de solidaridad por plenos derechos políticos y laborales para nuestros hermanos migrantes.

Exigir de una vez por todas la desmilitarización de las fronteras, el país y las tareas migratorias es una necesidad, para lo que hay que desfinanciar y disolver a la Guardia Nacional que funge de la Border Patrol en territorio nacional y persigue a los migrantes. Y que con ese millonario presupuesto se creen empleos formales y con todos los derechos para connacionales y migrantes. El derecho a una vida digna no tiene fronteras.

Pero sobre todo, es necesaria la movilización unitaria de las y los trabajadores en ambos lados de las fronteras, que exijan el fin de la xenofobia y de las políticas aintiinmigrantes, que impongan la regularización de todos los migrantes, porque ningún ser humano es ilegal. La unidad del poderoso proletariado multiétnico estadounidense, con la clase obrera mexicana y de los países centroamericanos y caribeños, junto a los demás sectores populares, es fundamental.

Para poder acabar con la miseria de millones, solo la unidad internacionalista de los trabajadores de la región puede poner fin al saqueo de millones y enriquecimiento de unos pocos.