Llamó a “dejar de lado las internas”. Discursos para pelear en el balotaje y reivindicar su legado. Scioli, ausente del lugar y del discurso. Un poco de hielo para enfriar el clima en la coalición kirchnerista.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Viernes 30 de octubre de 2015
Foto: Dyn
Fue un discurso atípico. Atípicas son también las circunstancias. El peronismo acaba de perder la provincia de Buenos Aires después de 28 años; su candidato presidencial camina a la segunda vuelta con menos de 3 puntos de ventaja; la derrota política disparó balances cruzados que subieron rápidamente de tono y se difundieron por todos los medios. En ese marco, habló Cristina.
Fueron casi tres horas y cuatro discursos, uno en el Salón de las Mujeres y los otros en tres balcones internos de la Casa Rosada. Los primeros 50 minutos fueron para el olvido: anuncios y teleconferencias.
Lo importante empezó pasadas las 19.20 h. Ahí se lanzó la campaña oficialista hacia la segunda vuelta. Y hacia el 2019.
Rompiendo el silencio
El kirchnerismo apostó a una gran puesta en escena. Miles de militantes se movilizaron para el acto. Cristina, después de guardar un silencio atronador, habló para ordenar la “gran casa kirchnerista”, que todavía sufría los estertores del golpe recibido el domingo.
La consigna fue clara: salir a pelear la segunda vuelta para lograr la victoria. Los días transcurridos desde la elección habían estado marcados por la incertidumbre en la coalición oficialista. Un Scioli desconcertado, donde su habitual tibieza se multiplicaba, intentaba dar respuestas al golpe recibido.
Se trató de un discurso que combinó mística y Relato por dosis iguales. Un discurso con dos destinatarios: uno dentro de la Casa Rosada y en sus inmediaciones; el otro en los millones que pudieran recibir parte del mensaje, a través de los medios de comunicación.
La duplicidad del mensaje tiene sus razones. El kirchnerismo juega a dos puntas por necesidad e impotencia. Está obligado a impulsar la candidatura de Scioli a riesgo de poner aún más en crisis su propia coalición. Presentarse como derrotado desde el inicio mismo de la campaña equivale a fortalecer las tendencias centrífugas.
Pero, al mismo tiempo, está obligado a galvanizar su propia base política: la juventud y los sectores progresistas que, en parte sufrieron (y en gran parte aceptaron) la imposición de la candidatura del ex motonauta.
Cristina habló anoche a los dos públicos. Al primero, volvió a repetirle que hay que “defender el modelo”; recordó a quienes quisieran escucharla que en el 2003 estaban peor; señaló que los derechos pueden perderse si cambia la orientación política y económica del gobierno; llamó a defenderlos y reiteró que solo su fuerza política puede garantizarlos, como lo hizo hasta el momento.
En el mismo sentido fueron sus consideraciones hacia el PRO. “Tengo mucho respeto por el otro candidato, en términos personales” lanzó en referencia a Macri. Saludó a María Eugenia Vidal como mujer gobernadora y expresión de la emergencia de la juventud, aunque equivocó la edad que la atribuyó. Sus críticas hacia la oposición fueron por la incoherencia. “Ahora dicen estar de acuerdo, pero siempre votaron en contra”.
Es difícil poder estimar cuánto podrá incidir esta intervención en el balotaje. No se trata precisamente de un discurso que le permita al oficialismo expandirse hacia sectores independientes, dado que significa reivindicar todo lo hecho.
“Sin internas”
Cristina le habló también a la militancia juvenil presente desde los balcones internos de la Rosada. Allí pidió “dejar de lado las diferencias, de adentro y de afuera” y trabajar por la victoria. Scioli no estuvo presente. Hubiera sido más que incómodo, en un acto que tenía, también, el objetivo de cerrar filas en el núcleo duro del kirchnerismo.
El objetivo de separarse de Scioli revistió varios formatos: desde no nombrarlo nunca -“nuestro candidato” fue el término utilizado-, pasando por sorprenderse por la “rareza” de no haber alcanzado el 40%, hasta festejar los triunfos obtenidos en diversos distritos del Conurbano, muchos de ellos contra los viejos caciques peronistas, como una “renovación generacional”.
El kirchnerismo está obligado, después de la limitada victoria del domingo pasado, a volver a galvanizar todos los votos oficialistas alrededor de Scioli. Los cuestionamientos, desde Carta Abierta a Hebe de Bonafini, no hicieron más que alimentar la incertidumbre.
En ese marco, Cristina asumió su papel de líder de la coalición política y lanzó la campaña. Pero no todos los cañones apuntan al 22 de noviembre.
Legados
“Soy la presidenta más votada después de Perón” disparó en dos ocasiones. Fue una forma de ubicarse dentro de ese linaje, al tiempo que reivindicar su figura y su legado.
La larga enumeración de mejoras en aspectos de la vida de los argentinos cumple la función de mostrarse a sí misma como la garante de los mismos. Al no nombrar a Scioli, el “modelo” muta hasta fusionarse con su persona. Para completar el cuadro, el “rito sacrificial” cumplió su papel con la presidenta afirmando que, en esta lucha, ella “perdió lo más importante de su vida”.
Así, en la noche del jueves, CFK construyó también su propio mito, hablando de balcón en balcón en la Casa Rosada, dando consejos a la juventud, emocionándose y dando las consignas para la campaña.
En una suerte de sutura provisoria, la presidenta impuso a la militancia juvenil salir a bancar al candidato de su proyecto. Candidato al que, paradójicamente, decidió no nombrar.
Candidato que también es abiertamente cuestionado desde la izquierda por su completa similitud con el candidato de Cambiemos. Dos hijos políticos del menemismo, defensores explícitos de las ganancias del gran empresariado, disputan la presidencia. Cristina este jueves salió a apoyar a uno de ellos, pero pensando también en su propio retorno en 2019.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.