Recientemente el Canal Encuentro se encuentra publicitando la “Revolución de Bolivia” de 1952, como parte del ciclo “Revoluciones” del mismo medio, donde se relata brevemente en qué consistieron las revoluciones de la era contemporánea. En esta nota, reseñamos críticamente el guión referido a la Revolución boliviana.
Daniel Lencina @dani.lenci
Viernes 31 de julio de 2015
Tratándose de un ciclo (“Revoluciones”), notamos que este documental tiene un formato muy didáctico. Desde ese punto de vista creemos que cumple el objetivo de explicar en forma sencilla (aunque a veces cayendo en el reduccionismo) las grandes revoluciones de nuestra época (otros episodios, tratan sobre las revoluciones Rusa, Haitiana, China, etc).
Desde el primer momento hace una definición acertada que da cuenta del nivel de explotación de las masas indígenas en los campamentos mineros y las comunidades originarias que, ya entrado el siglo XX, demostraron qué poco ha cambiado desde la colonia. Luego hace un recorrido por la Guerra del Chaco (1932-1935), entre Bolivia y Paraguay, tal vez una de las más fratricidas de la época moderna –en beneficio de las grandes compañías petroleras – de la que Bolivia sale derrotada.
Esa guerra trajo como consecuencia que amplios sectores de la población tengan instrucción militar, sobre todo los jóvenes provenientes del medio obrero y campesino. Por eso los obreros, en los días de la Revolución del ‘52, se pusieron al frente de las milicias y actúen como líderes naturales en las barricadas. Lo harían, instruyendo en el manejo de armas y coordinando las acciones en la lucha contra el ejército y maniobrando de la mejor manera en las barriadas fabriles de La Paz.
Esa visión de la Revolución Boliviana forma parte de la “batalla histórica” que pretende dar el kirchnerismo dentro del revisionismo, defendiendo el “ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante” con el objetivo de sostener su propio proyecto político.
En este documental de Encuentro, se caracteriza al MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) como “nacionalista, antioligarca y antiimperialista”. Definición discutible teniendo en cuenta los resultados de la revolución.
El “nacionalismo” demostró no ser tal, ya que una vez que estabilizaron la economía del país después de la revolución, el Estado boliviano se puso a las órdenes del FMI, en contra los intereses de la nación. El aspecto “antioligárquico”, fue por detrás de la revolución en el campo, ya que las comunidades indígenas se lanzaron a la ocupación de tierras, previo ajuste violento de cuentas con los latifundistas, y esto se dio antes de que el MNR actúe (incluso con la reforma agraria del ´53; “se inició uno de los procesos de diferenciación social más acelerados al interior de las comunidades campesinas” (1).
Este perfil que pretende darle Encuentro al MNR es falso ya que los grandes barones del estaño (como se conocía a las corporaciones mineras de Aramayo, Hoschild y Patiño, que eran los verdaderos dueños del “super Estado” minero), fueron indemnizados suculentamente por la “nacionalización” de las minas.
Finalmente el aspecto menos creíble es el del “antiimperialismo”. Como decíamos más arriba, cada paso que el MNR dio, fue consultado con el imperialismo norteamericano, y cuando no lo hizo, se vio obligado –por la presión de las masas– a ir más allá de sus intenciones. Luego de la II Guerra mundial, se dio en los países periféricos, el fenómeno de gobiernos “bonapartistas sui generis” (bajo esa categoría entra el primer gobierno peronista en Argentina, por ejemplo). Esa categoría fue planteada por Trotsky en su último exilio en México. Allí sostiene que:
“En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política (del gobierno mexicano, N. de R.) se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras”.
Precisamente, esto es lo que hacía el MNR: maniobraba con las masas “llegando incluso a hacerle concesiones”, pero estuvo muy lejos de representar los intereses del conjunto de la nación oprimida.
Trabajadores mineros: los silenciados del documental
Luego, el breve documental, señala distintos hitos de la historia previa a la Revolución, como la masacre de Catavi, y el derrocamiento y linchamiento del gobierno de Villarroel, quién terminó –literalmente– colgado de un farol en julio de 1946. Pero, hay aquí una omisión importante, ya que el mismo año se aprobaron las Tesis de Pulacayoen el congreso de la FSTMB (Federación Sindical de los Trabajadores Mineros de Bolivia). Ese documento, fue presentado por los trotskistas del POR y fue un gran aporte a la formación de una conciencia de clase revolucionaria de los trabajadores mineros, quienes serían decisivos en la victoria de la revolución. Esto fue así, más allá del rol del POR antes, durante y después de la revolución.
Siguiendo esta misma lógica se explica la Revolución como si fuera una obra pura y exclusiva del MNR. Lo que el documental del Canal Encuentro no explica es que, lo que debía ser un golpe de Estado rápido, se convirtió en una revolución de masas. Años de persecución política y represión al movimiento obrero, tenían que llegar a su fin. Y ese final se desató del 9 al 11 de abril en La Paz y Oruro esencialmente, donde los mineros fueron la vanguardia de la lucha para destruir al Ejército y al Estado.
La ausencia de una dirección a la altura de las circunstancias, es decir un partido revolucionario, llevó a que el poder caiga en manos del MNR y de esa manera, Paz Estensoro (que se encontraba exiliado en Buenos Aires) retornó para hacerse cargo del gobierno, sin siquiera haber participado de los acontecimientos decisivos. Incluso, solo unos meses después del triunfo del los insurrectos, el mismo Paz Estensoro se encargó de reconstruir el Ejército en medio de una situación de doble poder (lo que significa por un lado el poder naciente de la clase obrera armada, expresada en la COB –Central Obrera Boliviana– y por otro lado en el poder moribundo de la burguesía). Ese mismo Ejército, no sólo destruyó lo que quedaba en pie de la Revolución, sino que barrió del poder al propio Paz Estensoro en 1964 (el mismo que asesinó al Che Guevara en Bolivia en 1967, de la mano de la CIA).
Tal vez, con motivo de la inauguración del monumento a Juana Azurduy y con la visita de Evo Morales a la Argentina que ocurrió hace dos semanas (link nota), se emitió este documental ya que el mismo finaliza con la imagen de Evo diciendo que tuvieron que pasar varias décadas para que un indígena sea presidente. Como si el origen étnico del que dirige el Estado determinaría por sí mismo la política (nótese que Obama por ser afroamericano, no dejó de bombardear a los pueblos de Medio Oriente, ni de someter como su patio trasero a América Latina).
Las movilizaciones, los bloqueos a las carreteras y el paro indeterminado que comenzó la semana pasada en Potosí, encabezado por cientos de trabajadores mineros que reclaman un pliego de 26 puntos, demuestran que el gobierno de Evo, dice lo opuesto a lo que este documental nos ofrece 6. El ataque del gobierno del MAS a su propia base social, como lo es el pueblo de Potosí, es elocuente. Mientras tanto los trabajadores mineros continúan organizándose y recuperando parte de esa experiencia de lucha que dejó aquel abril de 1952.
Notas.
1. Javo Ferreira. Comunidad, Indigenismo y Marxismo. Un debate sobre la cuestión agraria y nacional-indígena en los Andes. Ed. “Palabra
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.