Domingo 6 de enero de 2019 13:59
Ayer un grupito de militantes del PTS con sus hijos y sus invitados fuimos por primera vez al club obrero que inauguramos en Funes. El alquiler lo pagamos entre todos con nuestro aporte mensual y el esfuerzo extra que hacemos en julio y diciembre (aclaración para los que no saben). En esos meses también colaboran amigos y compañeros que no son militantes, pero que nos respetan.
Este club obrero es una iniciativa autogestionada, impulsada por militantes del PTS y compañeres independientes, para poner en pie espacios de recreación para familias obreras y jóvenes trabajadores. Organizada de manera independiente de empresarios y burócratas.
Llegué pasado el mediodía con Franco, Adrián y Any. Salió corriendo Cuyén a abrazarme con toda su amorosa algarabía y pensé: "Con este abrazo de Cuyén ya estoy hecha para todo el día". Pero las alegrías y satisfacciones siguieron: un grupo de estudiantes y trabajadores (la mayoría precarizados) mateando relajados y contentos alrededor de una mesa en la galería, el Bocha y Oscar asando chorizos con compañeros metalúrgicos que no conocía, niños en la pileta jugando con sus madres y padres o "voluntarios bañeros", a la que se sumaron después los más grandes a jugar con una pelota, otros improvisando una cancha de voley con dos sillas y una manguera, otros jugando a las cartas a la sombra. En todas estaba prendida Mili, con su entusiasmo imparable.
Una fiesta, pensaba, esto es una fiesta para el alma... pero no veo que haya muchas lecturas y discusiones políticas. Y después se dio, tan naturalmente como compartir un mate o una cerveza: grupos más grandes o más chicos hicieron rondas alrededor de distintos textos y los discutíamos mientras algunos pasábamos de grupo en grupo para chusmear lo que otros decían. El Bocha, leyendo solo tirado en el pasto, tranqui el hombre, un gusto verlo así. Las charlas derivaban en cuestiones cotidianas de la vida y de la lucha y en cómo enfrentar a un sistema que impide que tantos trabajadores con sus familias puedan disfrutar de una vida que merezca ser vivida.
Ya caía la tarde y nos pegábamos la vuelta con Franco, que tenía que llegar a la pizzería donde hace repartos con su moto. Y la última imagen: la hermosa Florentina tocando la guitarra sentada en el pasto y regalándonos su espectacular sonrisa.
Un día lleno de emociones, de rasguñar un cachito muy pequeño de ese cielo que soñamos tomar por asalto, de colmarnos de pasión para que juntos logremos que la tierra sea el paraíso de toda la humanidad. Y en el mientras tanto, derrotar los ajustes y humillaciones de las patronales, el gobierno, el Fondo y sus cómplices (algunos solapados y otros, no tanto).