En las veredas de la capital, ruedan los cuerpos golpeados por el frío. En los rascacielos, se revuelcan quienes viven a costa del cuerpo ajeno.
Luján Calderaro Trabajadora Social - Becaria UBA | @tete_calderaro
Viernes 5 de julio de 2019 06:16
Dibujo: Joe Ska
Un hombre muerto en una vereda.
Un hombre muerto de frío en una vereda.
Un hombre muerto de frío, sin techo, que sale en los diarios.
Un hombre muerto de frío, sin techo, que sale en los diarios, en campaña electoral. Un hombre que sale en los diarios porque está muerto.
Un hombre que de pronto tiene nombre porque murió de frío en campaña electoral. Un hombre que sobrevivió al frío más veces que las veces que Macri mencionó la palabra felicidad.
Un hombre en la calle como otros y otras miles, más que todas las promesas electorales alguna vez mencionadas por los políticos millonarios, propietarios de tantos techos.
Un hombre muerto de frío en una ciudad con miles de casas deshabitadas, prohibidas para los millones que arrastran su miseria galopante;
el peso de un sistema irrisorio que aplasta.
Un hombre que ahora es alguien: Un muerto no del frío, sino del calor negado, del techo que nunca fue derecho, del hogar desalojado, del negocio inmobiliario, de la propiedad privada, del odio usurero.
Un hombre en los diarios que no murió porque si; murió del frío abrigado por las ganancias ajenas.
No murió en la vereda: murió en las manos de un sistema que aplasta a quien nada tiene, y amasa fortunas y privilegios para quienes explotan la vidas del resto.
La resignación golpea las puertas de muchos diarios, de muchas casas, de muchas frazadas en veredas desoladas.
Queda una chispa de fuego en algún lado, en algunos corazones que le hacen frente, le gritan en la cara hasta quedar afónicos, y no se arrodillan frente a ningún, pero ningún, hecho consumado.
La bronca que cultivemos hoy, será la chispa del mañana.