×
×
Red Internacional
lid bot

TRIBUNA ABIERTA. Curas pedófilos: “Hay un patrón sistemático que hay que romper”

La autora, víctima de un sacerdote cuando era niña, hoy impulsa la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico. En esta columna relata parte de su historia y su reciente viaje a una conferencia en Washington.

Viernes 28 de agosto de 2015

Foto: Infojus

Hace 2 años "desperté" y recordé haber sido objeto de abusos en la infancia por parte del "Padre Ricardo" (Héctor Ricardo Giménez, un sacerdote de la Iglesia Católica).

La primera vez que pude hablar de estos abusos tenía 18 años. Creo que ese día mi vida se detuvo y yo quedé en estado de shock, como ausente.

Mis padres no sabían bien qué hacer o cómo actuar. Inmediatamente me enviaron a terapia, pero ellos no sabían que yo nunca pude volver a hablar de lo sucedido. En casa también no se habló de ello. Supongo que pensarían que era mejor para mí ...

Averiguaron en Fiscalía, pero la causa ya estaba prescripta, y no recurrieron al Arzobispado. (no se produjo el informe en la Arquidiócesis.)

Pronto me convertí en madre y me dediqué (como pude) a esta nueva vida.

A los 24 años pensé en suicidarme. Pensé todo. Pero por suerte no lo llevé a cabo. Nunca pensé en ello hasta hoy. Y me pregunto cómo pude haber llegado a pensar en esa salida. Hoy puedo entender que es una de las muchas secuelas que deja el abuso sexual.

Desde que desperté y pude romper el silencio mi vida comenzó a cambiar rápidamente. Antes no tenía muchas aspiraciones, nunca pude retener información. Y mi timidez me llevaba a encerrarme más y más.

Pero desde que empecé a hablar, comencé a liberarme. Una nueva Julieta comenzó a salir. Una Julieta que no sabía que existía.

Comencé a entrar en mi primer crisis (visible para mí). Me desgarré del dolor, sufrí, lloré, grité. Pensé que no podía salir de ese dolor. Me encerré durante un año. Me hice daño comiendo exesivamente, me odiaba, odiaba mi cuerpo. Otra vez que llegaron a mi mente ideas de suicidio y mi hijo junto a mi nieto, una vez más, me salvaron.

En ese año que estuve encerrada busqué información sobre abuso sexual en la infancia y busqué sobrevivientes de Argentina y del mundo. Así llegué a Barbara Blaine, al ex sacerdote Alberto Athie (México) y la Red de Sobrevivientes de Italia (Rete L Abuso). Inmediatamente empezamos a escribirnos y a conocernos de forma virtual.

Barbara me invitó a participar en dos actividades importantes (Entrega causas en la ONU y presentación en la Corte Internacional de La Haya), pero yo que nunca había salido del país. No tenía pasaporte.

Poco a poco fui haciendo mis trámites de visado y también estaba haciendo terapia. Sin pensarlo estaba comenzando a empoderarme.

Sabía que en la Argentina teníamos que hacer lo mismo que SNAP, teníamos que organizarnos.

Finalmente este año tuve la oportunidad de viajar a la Conferencia en Washington. Viajé sola, era todo nuevo para mí. Los idiomas, la distancia, las personas que no conocía personalmente. Pero necesitaba abrazarlos, sabía que me iban a entender, yo sabía que íbamos a compartir el mismo dolor y el mismo deseo de luchar para que ningún niño le suceda lo mismo que a nosotros.

Llegué y me sentí como en casa. Conocer a Bárbara y tantos sobrevivientes hizo que me empodere aún más.

Eschache a Héctor Ricardo Giménez, cura abusador de Julieta Añazco (Septiembre de 2013)

Ver tantos adultos emocionarse cuando cuentan sus historias me hizo entender que lo que nos pasó a nosotros, lo llevaremos toda la vida, sólo tenemos que aprender a saber qué hacer con ese dolor. Y que romper el silencio hace que nos liberemos de la culpa impuesta por nuestros abusadores.

Me dí cuenta que ya nunca más estaríamos solos y que hay mucho trabajo por delante.

En Washington nos hemos reunido personalmente por primera vez sobrevivientes y activistas de habla hispana y todos nos hemos sorprendido por la similitud de las dificultades que sucede en todo el mundo referido a los sacerdotes que abusan de niños. Hay un patrón sistemático que hay que romper.

Los sobrevivientes y activistas hispanos hemos decidido trabajar conjuntamente bajo los lineamientos de SNAP.

Ahora, definitivamente, siento que no estaremos nunca más solos, ya que el mundo nos conoce, conoce nuestras historias.

Mi vida ha dado un giro inesperado, pero me siento feliz porque nuestra lucha es para curar a los heridos, proteger a los vulnerables y exponer la verdad.