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FORMACIÓN. Debates y reflexiones en los cursos de El Estado y la Revolución de Lenin en la zona sur del GBA

En un marco de rebeliones y huelgas a nivel mundial, más de 200 personas asistieron a los cursos, realizados en los clubes obreros de Monte Grande y de Florencio Varela, que ayudaron a clarificar nuestra lucha por una sociedad comunista sin Estado ni clases sociales.

Martes 11 de febrero de 2020 00:00

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PH: La Izquierda Diario

Iniciando 2020 durante el mes de enero y los primeros días de febrero se llevaron adelante dos ciclos de cursos sobre El Estado y la Revolución de Lenin (libro publicado recientemente por Ediciones IPS, la editorial del PTS en el FIT), tanto en el Club Obrero de Monte Grande como en el de Florencio Varela en la zona Sur del conurbano bonaerense. Fueron parte de los mismos más de doscientos compañeros entre trabajadores de la industria, ferroviarios, aeronáuticos, docentes y estudiantes de distintos niveles. En esta nota te presentamos un recorrido por los principales debates y reflexiones del curso.

Las charlas estuvieron a cargo de miembros del Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx zona Sur: Walter Moretti (coautor del libro Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969, Sol Chéliz (Socióloga, docente UBA), Martín (joven trabajador), Diego Talice (Economista), Olivia Doux, Nadia Petrovskaia, Carla Libertad (Estudiante del ISFD Nro 1), Nicolás Bendersky (Politólogo, miembro de Ediciones IPS) y Carlos Musante (Comunicador Social, editor del libro La disciplina de las balas).

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Decidimos centrarnos en los cursos basados en el texto clásico de Lenin (escrito a meses de la toma del poder por los bolcheviques en la Rusia de 1917), dado el contexto actual marcado por la oleada de rebeliones, movilizaciones y huelgas que se vienen desarrollando desde hace meses a nivel mundial que muestran un fuerte cuestionamiento al capitalismo, pero con la contradicción del escaso peso de las ideas del marxismo revolucionario. A su vez, en relación al problema del Estado es donde más han proliferado un amplio arco de ideologías confusas, y en algunos casos abiertamente burguesas que van desde la visión neoliberal hasta las que propugnan el llamado “Estado de Bienestar”, junto a las que hoy en forma más minoritaria sostienen la “autogestión y la autonomía” por fuera de enfrentar al Estado Capitalista.

Por esto, abrimos el primer encuentro con una serie de preguntas disparadoras respecto al Estado y su rol, así como sobre la imposibilidad tanto de avanzar hacia una sociedad sin clases en el marco del Estado actual como en una vía pacífica al socialismo.

Consenso, coerción y Estado en extinción

En la escuela, los medios de comunicación y los discursos de los políticos del régimen brindan un significado sobre el Estado que va sembrando un sentido común muy extendido entre los trabajadores y sectores populares: “El Estado somos todos”. A partir de ejemplos y de los planteos de Lenin, quien retoma a Marx, fuimos cuestionándolo y construyendo la definición marxista del Estado como órgano de dominación de una clase por otra.

El Estado es funcional a la clase dominante, es su instrumento. Nos dicen que es el mediador entre el patrón y la clase obrera, pero siempre, a veces en forma sutil y otras no tanto, se pone a favor de la minoría acomodada (Mica, estudiante terciaria de Quilmes)

Otros compañeros pusieron como ejemplo al peronismo y la política de “sacrificios” de Alberto Fernández “que vienen pagando los jubilados y los trabajadores y no toca nunca los intereses de los empresarios”.
Para expresar esa dominación basada en la fuerza que ejerce una clase sobre otra es que debatimos que el pilar del Estado son sus fuerzas represivas, los llamados “destacamentos de hombres armados” que son instrumentos fundamentales para garantizar la división de la sociedad en clases irreconciliables.

Aquí surgieron muchos ejemplos sobre el papel de las fuerzas represivas, como el rol que jugaron en las dictaduras latinoamericanas en los ´70 o Carabineros en la actual rebelión chilena reprimiendo, asesinando y violando permanentemente los “derechos humanos”. O el rol sistemático que juegan la policía, la gendarmería y la prefectura amedrentando a la juventud como forma de disciplinamiento social en tiempos menos convulsivos (gatillo fácil).

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Pero también abordamos que los mecanismos de dominación que impone el Estado no son solo represivos (si fuera así la dominación sería muy inestable) ya que posee una gran maquinaria de instituciones que promueven “el consenso” para hacer pasar los intereses de la clase minoritaria como si fueran los de toda la población. Ahí está el rol de la escuela pretendiendo imponer las ideas de la clase dominante a través de su visión de la historia y del mundo, o la propia democracia, “mejor envoltura política posible del capitalismo” según Lenin, que genera la falsa idea de que el pueblo gobierna.

Te venden la idea de que el Estado somos todos pero sólo nos dan una elección cada 2 o 4 años. Y a los jueces, a los ministros y funcionarios no los elegimos nosotros, y son los que toman las decisiones día a día. Y ni siquiera podemos quitarles el poder después de que no cumple con nada de lo que dicen en campaña (Lucano, joven de Lomas de Zamora)

Además, destacamos el doble rol que ejerce la burocracia sindical y sus “funciones estatales”. Por un lado, “organizando el consenso” desde los sindicatos, haciendo directamente campaña por candidatos de los capitalistas, promoviendo la conciliación entre las clases (“si a los empresarios les va bien a los trabajadores nos va bien”) y sembrando ideología de la clase dominante. Pero también ejerciendo la coerción con bandas paramilitares y patotas como los barrabravas que llevó recientemente la Unión Ferroviaria a Avellaneda para enfrentar a ferroviarios despedidos que luchan por su reincorporación.

Luego de desarrollar las características fundamentales del Estado como órgano de dominación de la burguesía a través de la represión y el consenso, sacamos como conclusión el carácter utópico y reaccionario de las posturas que plantean una vía pacífica al socialismo (es decir, a través de reformas graduales), y algunos compañeros dieron como ejemplo la experiencia chilena que terminó con el golpe de 1973.

A partir de estas premisas abordamos la necesidad de la revolución y la toma del poder del Estado por la clase trabajadora, para constituir un gobierno de las y los trabajadores, llamado por Marx “dictadura del proletariado”, en la que los medios de producción y de cambio son expropiados, las ganancias dejan de ser privadas y su destino es discutido racionalmente en los organismos de los obreros y los explotados que reemplazan a las viejas instituciones. En este acto la clase obrera mediante la revolución lleva adelante la destrucción del Estado Burgués, es decir desarmando su fuerza especial de represión y las instituciones burguesas de dominación, sustituyéndolas por instituciones de democracia directa de los trabajadores y el pueblo.

Tras la destrucción del Estado burgués, nace un Estado de nuevo tipo, el Estado Obrero, donde es la mayoría la que oprime a la minoría, las clases desaparecen paulatinamente y, por tal razón, es una negación del Estado en sí mismo.
A partir de esto destacamos que dicho Estado “se extingue”, al decir de Engels, y constituye una “trinchera” para avanzar hacia el comunismo. Es decir, sobre la base del desarrollo de las fuerzas productivas (ahora liberadas de las trabas de la burguesía), los avances económicos y culturales que esto conlleva y la extensión de la revolución a nivel internacional, hacer realidad nuestra gran estrategia que es el comunismo, una sociedad sin clases, ni Estado en la que pueda cumplirse la máxima de Marx “de cada cuál según sus capacidades, a cada cual según necesidades”.

La Comuna: primer gobierno obrero de la historia

Para explicar la forma que adopta el gobierno de las y los trabajadores hicimos referencia a la heroica Comuna de París de 1871, saludada por Marx como la primera revolución proletaria triunfante que “tomaron el cielo por asalto”. Sus enseñanzas, que recopila Lenin, permitieron “llenar el vacío histórico” de la pregunta acerca de con qué reemplazar la vieja maquinaria del Estado capitalista.

La comuna fue un gobierno obrero que señaló por primera vez las tareas de que tiene la clase trabajadora al tomar el poder, como suprimir el ejército regular y reemplazarlo por el pueblo armado, constituir un órgano de gobierno legislativo y ejecutivo conjunto, elegir funcionarios responsables y revocables ante la clase obrera y eliminar los privilegios y gastos superfluos haciendo que cada funcionario gane lo mismo que un trabajador medio. El planteo de Nicolás Del Caño acerca de que todo funcionario gane como una maestra, que tanta simpatía sembró en estos años entre quienes rechazan la casta de políticos de los empresarios, tiene aquí una referencia histórica ineludible.

Los medios hegemónicos de comunicación nos machacan todo el tiempo diciendo que lo que plantea la izquierda es utópico, pero no es así, porque el marxismo es científico, se nutre de experiencias concretas como la Comuna de Paris. ¡Qué yo no conocía! Y qué también me dieron la pauta de la importancia de la militancia y de un partido de los trabajadores (Alex, docente de Música)

Pero también abordamos los límites que tuvo la experiencia de La Comuna respecto a no proponerse aplastar la resistencia de la burguesía, expropiar el Banco de Francia -base económica de su poder-, ni nacionalizar al resto de Francia el propio gobierno obrero. Serán los bolcheviques con Lenin a la cabeza, quienes más estudiaron lo que sucedió por aquellos meses de 1871, para hacer realidad la Revolución rusa de 1917 y no repetir los errores de los comuneros.

Las posiciones estratégicas de la clase obrera y el partido revolucionario

Un debate interesante se desarrolló sobre el punto de si actualmente la clase trabajadora puede jugar un rol revolucionario.

Sobre este tema Franchesco, estudiante de la UNQ, preguntó si la definición de clase obrera tomaba en cuenta los cambios en el mundo del trabajo que se produjeron durante el Siglo XX y lo que va del XXI y planteó como problema el conjunto de diferencias que atraviesan a las y los trabajadores, dos cuestiones de particular importancia hoy, en momentos en que el desarrollo del sector servicios y de las nuevas tecnologías ampliaron el espectro de los sectores que venden su fuerza de trabajo para sobrevivir.

Asimismo, la necesidad de “unir las filas obreras”, divididas artificialmente por patronales y burocracias sindicales entre efectivos, contratados, nativos, inmigrantes, etc, se vuelve una necesidad imperiosa para que pueda hacerse valer el peso de la clase trabajadora. Recientemente lo hemos visto en Francia por la negativa, donde las centrales sindicales se encargaron de dividir al movimiento obrero organizado de los Chalecos Amarillos y que hoy con la lucha contra la reforma previsional en curso no tienen una política para ganarse al conjunto de la clase trabajadora para derrotar las políticas de Macron.

Posteriormente avanzamos sobre la necesidad de que la clase trabajadora se gane para la revolución al resto de los sectores oprimidos y explotados de la sociedad que también son víctimas del capitalismo como los pobres urbanos, los campesinos, el movimiento de mujeres, los organismos antirrepresivos o los sin techo, entre otros, para acaudillarlos en la lucha por el socialismo, lo que los marxistas rusos llamaban hegemonía obrera. En este marco destacamos que una de las características que hacen que las rebeliones actuales muchas veces no lleven al éxito, más allá de su combatividad, es la falta de hegemonía obrera, ya que la clase trabajadora aparece en estas luchas, pero como ciudadanos dispersos, o en paros y medidas aisladas y discontinuas, sin hacer valer su poder y sus métodos que son los únicos pueden derrotar al Estado capitalista como la huelga general y la insurrección.

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Esta discusión nos llevó al problema de si la clase obrera sola, maniatada y dividida por las burocracias sindicales y los partidos burgueses, puede acometer esas tareas en forma espontánea, y desde allí abordamos hacia el final del curso el tema del partido revolucionario.

Un partido de vanguardia con la estrategia del comunismo

Al intercambiar sobre la situación actual, decíamos en el curso que los revolucionarios somos aún una minoría ¿Cómo crecemos? ¿Cómo aumentamos nuestros volúmenes de fuerza? Hoy tenemos una herramienta fundamental en la Argentina que es el diario digital La Izquierda Diario (e iniciativas similares impulsadas por los partidos hermanos del PTS en otras partes del mundo) para difundir las ideas de la revolución. Con esas ideas queremos construir fuertes agrupaciones en los lugares de trabajo, de estudio, en los movimientos como el de mujeres, agrupaciones que desarrollen lo que los marxistas llamamos el frente único obrero, que es una táctica elaborada por la III Internacional de Lenin y Trotsky.

A mí la discusión del frente único me hizo pensar en la lucha que damos para poner a funcionar la fábrica y expropiarla. Peleamos juntos para ganar. Me dejó pensando eso de golpear juntos, marchar separados (Jonathan, trabajador de Ansabo)

Justamente esa consigna resume la táctica de frente único obrero: desenmascarar el rol de la burocracia reformista frente a las masas obreras al calor de la experiencia con esta, obligándola a responder al llamado a luchar por demandas específicas.

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De ahí su síntesis como “golpear juntos” para vencer a los patrones y a su Estado; pero “marchar separados” sin sembrar confianza en esas direcciones, para que en esa experiencia común (hasta donde lo permiten las traiciones de las burocracias) podamos sacar conclusiones junto a nuevos sectores de trabajadores y jóvenes para ganarlos para las ideas de la revolución socialista.

Como la conciencia avanza en función de la experiencia, no va a ser en un laboratorio que podamos sentar las bases para que las próximas rebeliones puedan devenir en revolución. Será en la lucha de clases, en las experiencias en ella y en las tácticas y estrategias que llevemos adelante desde donde surgirán nuevas camadas que comprendan la necesidad de construir un partido revolucionario ante la nueva oleada de luchas actuales. De esa manera resumíamos algunas de las principales tareas preparatorias que tenemos planteadas.