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Red Internacional
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CRISIS DEL CAPITAL. Del fordismo y el Estado de Bienestar a la financiarización de la economía

Después de la crisis de los treintas, marcados por la gran depresión de 1929, los grandes capitales encontraron su salida con la dupla fordismo/taylorismo (f/t) y el Estado de Bienestar.

Lunes 2 de diciembre de 2019

En la década de los setenta del siglo pasado, el mundo experimentó una crisis muy fuerte, las principales economías entraron en recesión, hubo caídas estrepitosas en su crecimiento, el dólar fue cuestionado como “moneda fuerte internacional y resguardo de valor”, el desempleo creció, los precios del petróleo cayeron, entre muchos otros indicadores que mostraban serios problemas para el capitalismo.

Después de la crisis de los treintas, marcados por la gran depresión de 1929, los grandes capitales encontraron su salida con la dupla fordismo/taylorismo (f/t) y el Estado de Bienestar.

El "toyotismo" y La restructuración productiva

El f/t fue una forma de organización laboral, de producción y distribución mercantil, así como un modo de consumo acorde a la producción en masa. Se impuso –como diría Gramsci– “un tipo nuevo de trabajador y de hombre”, expresado culturalmente con la blanquitud de la modernidad y el American way of life que describiría el filósofo Bolívar Echeverría. Chaplin, con sus Tiempos Modernos caricaturiza esta organización, así como sus contradicciones y conflictos.

La producción bajo la lógica del f/t, básicamente, consiste en tareas rutinarias del obrero, una jerarquía rígida en la división del trabajo, donde el 75% de la producción de mercancías se desarrolla en el interior de la misma fábrica, lo que implica el establecimiento de una determinada división internacional del trabajo.

Las principales economías capitalistas centraron su desarrollo económico implementando el f/t en sus aparatos productivos. Es así que los periodos de guerra y entreguerras les permitieron forjar relaciones de interdependencia entre las naciones, acordes a las necesidades de sus economías. Crearon un mundo a imagen y semejanza y con ello exclusiones monumentales: la periferia, el género, la sexualidad, la etnia, la raza.

El f/t empató con relaciones políticas acordes a esta nueva configuración económica, lo que dio origen al denominado Estado de bienestar, el cual se sostuvo por un pacto social entre las clases sociales, el geógrafo marxista David Harvey describe el núcleo de esta relación:

Los sindicatos adquirieron un poder considerable en la esfera de la negociación colectiva en las industrias de producción masiva del Medio Oeste y del Nordeste, conservando cierto control del personal sobre las especificaciones profesionales, la seguridad y las promociones, y un importante poder político (aunque nunca determinante) sobre cuestiones tales como los beneficios de la seguridad social, el salario mínimo y otros aspectos de la política social. Pero adquirieron y mantuvieron los derechos a cambio de adaptar una posición de colaboración con respecto a las técnicas de producción fordista y estrategias corporativas afines para incrementar la productividad. [1]

La cúspide de este “modelo” llegó a mediados del siglo pasado (en la posguerra), las cinco principales economías experimentaron un gran crecimiento.

Las luchas de los trabajadores cuestionaron el f/t, la inmensa exclusión que generaba, el trabajo subsumido en la lógica rutinaria del capital, una cultura rígida y unidimensional. Su organización no logró construir una alternativa hegemónica, “sin embargo, ‘perturbó seriamente el funcionamiento del capitalismo’ y se constituyó en uno de los elementos causantes de la crisis de los años setenta” [2].

Otro elemento central de las causas de la crisis, fueron los serios problemas en la reproducción del ciclo del capital. Se asistió a la existencia de grandes capitales acumulados que ya no encontraban esferas productivas de inversión y el capital tuvo dificultades para contrarrestar la tendencia a la caída de las tasas de ganancia.

La crisis ya no era parte de un nuevo ciclo económico, anunciaba que el capitalismo había llegado a un límite histórico. De lo que se trataba era de una crisis profunda, permanente, estructural, como la llamó el filósofo húngaro Itzván Mészáros.

Pero el capital actúa, “antes de haber pensado”. Esta vez forzó una salida, ya no industrial, sino a través de la financiarización de la economía. Al ver el agotamiento del f/t, se lanzó a la esfera financiera desde donde ha intentado contrarrestar, sin detener, la tendencia descendente de la tasa de ganancia, el decrecimiento económico también ya es tendencia (como se aprecia en la Tabla 3).

El problema de la salida financiera es que en esta esfera no se crea un átomo de valor y plusvalor, su desarrollo depende de la especulación y mientras más crece, más se divorcia de los productos con los que especula y mayores dificultades hay de reconvertir esas sumas dinerarias en mercancía. Llega un punto en que los mismos organismos financieros (bancos, empresas de servicios financieros e inversión, etcétera) ya son incapaces de asumir el riesgo de las sumas astronómicas que manejan y vienen las grandes quiebras, arrastrando a todo el sistema financiero global a la crisis, que termina por arrastrar a la economía real (Tabla 4).

La crisis modificó profundamente los ejes de acumulación de capital, pero para ello ha tenido que lanzar necesariamente una brutal ofensiva laboral a nivel mundial.

Es por eso que los problemas actuales de los trabajadores se desarrollan no en un ciclo económico cualquiera, sino en medio de la crisis estructural del capital. Lo que implica que se necesita una gran fuerza social para combatir la decadencia del capitalismo.

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[1Harvey, D. (1998) [1990], La condición de la posmodernidad, Argentina, Amorrortu, p. 156.

[2Antunes, R. (2005) [2000], Los sentidos del trabajo, Argentina, Ediciones Herramienta, p. 31