Conversamos con Lala Pasquinelli, del colectivo “Mujeres que no fueron tapa” sobre la muestra que se inauguró recientemente en el Centro Cultural Recoleta.
Sábado 26 de marzo de 2022 12:33
Fotografía: @mujeresquenofuerontapa
La muestra del colectivo Mujeres que no fueron tapa reúne una serie de fotografías tomadas por mujeres sobre sus propios cuerpos. Estas dan cuenta de la diversidad, son imágenes con historia y voz de las representaciones comúnmente invisibilizadas por el discurso hegemónico que vemos en internet.
Desde el año pasado, el colectivo impulsó una campaña que no para de crecer en Instagram. La misma invitaba a hackear la “Operación Bikini” y “Llegar al verano”, que todos los años pesa sobre el cuerpo de las mujeres contraponiendo la operación #HermanaSoltáLaPanza. El hagstag se hizo muy masivo y miles de mujeres publicaron las fotografías de sus panzas “libres”; estas imágenes son las que podemos ver hoy en papel en las paredes del Centro Cultural Recoleta.
La diversidad en las fotografías abre la posibilidad de identificación en otros cuerpos e historias y con cuestionamientos sobre los ideales de belleza. Conversamos con Lala Pasquinelli, fundadora del movimiento; sobre la muestra y las perspectivas de la misma.
¿Que significó ver en las paredes la campaña #HermanaSoltaLaPanza?
Para nosotras fue muy emocionante e importante ver las imágenes de la campaña puestas en paredes de un centro cultural, donde circula un montón de gente. Están ahí para hackear también ese espacio y la represión que existe sobre el cuerpo de las mujeres. Era muy importante saltar de la virtualidad al plano de la materia, para interpelar los cuerpos desde otro lugar. Romper con esa intimidad, de cada una con su celular y poder validar nuestros cuerpos, mostrándolos, exhibiéndolos, en un espacio cultural. Es una forma de validarnos también a todas nosotras.
¿Por qué pensas que tuvo tanta repercusión un hashtag y trascendió la pantalla?
La repercusión de la campaña tiene que ver con haber podido sostener una campaña a lo largo de muchos meses y sobre todo porque es una conversación que nosotras seguimos sembrando hace siete años. No es la primera vez que hablamos del tema, tenemos una comunidad que viene siendo parte de esta conversación hace años y a lo largo del tiempo ha ido creciendo el activismo gordo y otros activismos por la diversidad corporal que son parte de esta conversación, que la amplifican y la problematizan.
El hecho que el ideal de belleza se vuelva cada vez más opresivo, hace que encontrar una acción, una conversación que permita drenar y ponerle palabras a lo que sentimos sea importante. Tiene que ver con eso el éxito de la campaña.
¿Cómo es la relación entre el activismo en las redes sociales y la militancia que llevan adelante?
Es interesante la pregunta. Creo que hoy es bastante difícil separar lo virtual o lo digital de la vida real.
La digitalidad forma parte de nuestras vidas; nosotras tenemos algo particular, tenemos una conversación constante y permanente con las personas que nos siguen, leemos miles de mensajes, los respondemos todos. Tenemos una comunidad de Whatsapp, hacemos encuentros, hace cinco años que hacemos el “Festival de hackeos de estereotipos” en las escuelas, donde han participado más de seis mil docentes; entonces esto de sostener los proyectos en el tiempo hace que haya una trama que se teje entre lo material, lo virtual, los encuentros y las redes sociales. Nuestra militancia no es exclusivamente de redes sociales, sino que tenemos un montón de espacios de encuentros que sostenemos a lo largo del tiempo, acciones en el territorio. Todo esto es indispensable para la construcción de una real comunidad y que no sea sólo ponerle likes a las publicaciones; sino intentar convocar a la acción y al encuentro.
¿Consideras que el anonimato que puede darse en las redes ayuda a la visibilización de la diversidad de nuestros cuerpos?
El anonimato que existe en las redes sociales permite, y permitió en el caso de la campaña que nos llegaran tantas imágenes. Muchas de estas mujeres les pusieron la cara a estas imágenes, le pusieron la cara a sus historias y esto ya rompe la idea del anonimato. Las que no se animaron a ponerle la cara, que es algo bastante difícil, el anonimato sirvió para contar y para mostrarse igual.
¿Qué relación hay entre la opresión de nuestros cuerpos y la imagen en las redes?
Las redes sociales son un dispositivo más para reproducir y reforzar, esta idea que las mujeres somos cosas agradables a la vista y que nuestro primer y principal rol social, es justamente ese. Agradar a la vista, ser objetos de deseo y si no lo hacemos vamos a ser castigadas y además, no vamos a tener visibilidad, no vamos a ser queridas, no vamos a ascender socialmente. La belleza sigue siendo para las mujeres un camino hacia el ascenso social; con todo lo que esto implica convertirnos en objetos, y desestimar de nuestra vida, nuestra potencia, nuestras habilidades, nuestra fuerza, nuestra inteligencia y todas la otras características que se inferiorizan en relación a la belleza. Lo más importante es que te calles, que tengas una gestualidad aniñada, que ocupes poco espacio, que no comas, que seas flaca, que no molestes a nadie. Eso es lo que se nos exige la belleza. Esto está absolutamente promovido a través de las redes sociales y de los dispositivos de la cultura. Pensemos en el cine, las series, está en todos lados, en los juegos, en el porno. Hoy muchísima gente, pasa gran cantidad de tiempo en las redes sociales y esto tiene una incidencia determinante en la construcción de la identidad de las mujeres, en la construcción de la idea social de que es ser mujer y cuales son las buenas mujeres.
¿Qué otros proyectos tienen planteados con MQNFT?
Acabamos de editar nuestro primer libro, que se llama Nos tenemos y estamos abocadas a trabajar la construcción de las pedagogías desde abajo. Nuestro trabajo de hackeo, que es romper con estos discursos hegemónicos sobre qué es ser mujeres y poner a circular otros discursos que son nuestras historias, lo que nos sucede en la experiencia de ser mujeres en este mundo y cómo vamos resistiendo a todas las violencias que recibimos y cómo podemos aprender entre nosotras nuevas formas de revolución, de resistencia, de rebeldía frente a esta opresión. Nuestro libro Nos tenemos forma parte de eso, y ahora estamos trabajando para publicar nuestro segundo libro que es el de Hermana soltá la panza.
Carmela Torres
Nació en Gran Buenos Aires en 1987. Militante del PTS y miembro de Contraimagen. Licenciada en Artes Visuales de la UNA y maestranda en Artes Electrónicas de la UNTREF.