Acosada sexualmente y violentada laboralmente por su director, Malena Mazzitelli Mastricchio, trabajadora del SEGEMAR inició una denuncia interna ante la dirección de Sumarios del Ministerio de Energía y Minería de la Nación. Luego de tres años le dieron la razón. Es el primer fallo a favor de una trabajadora en este ámbito del Estado.
Viernes 1ro de diciembre de 2017
Han transcurrido más de dos años desde aquel 3 de junio del 2015 en el que millones de mujeres instalaron en Argentina la masivas movilizaciones por “Ni una menos” en rechazo a los femicidios y demandas de las mujeres que el Estado y los gobiernos nacionales y provinciales se niegan a otorgar: por ejemplo refugios en todas las ciudades, más presupuesto para los planes de asistencia y atención, licencias laborales con goce de haberes para las mujeres víctimas de la violencia machista. Los femicidios, la violencia machista, el acoso continúan diariamente en los lugares de trabajo, estudio y en los hogares, y la resistencia de millones de mujeres también.
Malena es geógrafa y trabaja en el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR) en el área del Archivo Histórico Visual, la sección de mapoteca, además de ser docente en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y en la Universidad Nacional de La Plata.
“Trabajo en el SEGEMAR desde los 22 años. Nunca pensé que allí, además, me convertiría en la primera mujer en inaugurar la Comisión de Igualdad de Oportunidad de Trato (CIOT) por un tema de acoso y de violencia laboral”, relató Malena. “Nunca me imaginé que sería el primer caso de denuncia de acoso sexual en toda la administración Pública nacional y que fallaran a mi favor”, enfatizó.
La CIOT es una comisión que está conformada por los sindicatos (ATE y UPCN) y representantes de la patronal. Hay una CIOT que pertenece al organismo público, en este caso el SEGEMAR y otra a nivel nacional que los engloba y está conformada por delegados sindicales.
- Ariel: ¿Qué fue lo que pasó en el SEGEMAR?
- Malena: La situación de acoso se fue dando paulatinamente, te diría muy
silenciosamente. Aproximadamente para el mes de abril de 2014 se le presentó al entonces Director Nacional del Instituto de Recursos y Minerales (IGRM), un proyecto de trabajo que recuperaba el proceso histórico de producción cartográfica.
En un principio la metodología de trabajo se dividiría en dos: yo iría los martes y el director los jueves. Aceptadas las propuestas comenzamos los trabajos.
En las reuniones de trabajo se dedicaba a criticar a mis compañeros y a intentar una confianza mayor haciéndome participe de cuestiones sindicales como la distribución del espacio del edificio, etc. y pidiéndome confidencialidad. Ante estos comentarios le avisé que yo era delegada gremial por el sindicato ATE. En varias oportunidades intentó comentar sobre sus supuestos amoríos con otra mujer del SEGEMAR. En otra oportunidad entró a mi oficina mientras yo arreglaba un cable de la computadora y dijo: "A ver correte, agachate y si te agachas así tené cuidado". En esta oportunidad no respondí, me quedé muda. La vergüenza te invade.
La cotidianidad en el trabajo lo llevó a bombardearme de mensajes de texto y llamados a todo horario; los comentarios iban desde preguntarme mi edad hasta mandar florcitas a temas laborales. Lejos de cesar, sus llamados a la oficina se hicieron mas intensos así como también sus visitas constantes también se intensificaron. Se quedaba en mi oficina por más de una hora y cuando felizmente se iba llamaba por teléfono a los pocos minutos. Cuando yo no atendía el teléfono, bajaba. En muchas oportunidades al saber que iba a bajar, yo me veía obligada a dejar mi sector de trabajo y recluirme en otra oficina y esperar que se fuera para no tener que hablar otra hora más con él. Otras veces me encerraba con llave y cerraba las ventanas para que, si venía, pensara que estaba en otro lado.
Hasta acá el acoso fue sin dejar explícitamente aclarado que quería algo conmigo. Pero un día bajó a mi oficina y las insistencias fueron directas.
A partir de ahí, Malena se derrumbó: “Me encerré con llave en la oficina. Me sentí muy sola. Llamé a mi amiga, hablamos y me conforté un poco. Luego subí al segundo piso a ver a dos compañeras y amigas que estaban al tanto. Pero no me entendieron la sensación de asco por la que estaba pasando. Me puse a llorar hasta que mi compañero y amigo me vino a buscar y me llevó a mi casa”.
Al día siguiente habló con la delegada general de ATE y el acoso pareció mermar. Sin embargo, no fue así: “Ante mi sorpresa los acosos volvieron y parecía redoblar la apuesta. Llamaba a mi oficina a cada rato, me ofreció pagar una categoría más alta por caja chica. Mi estado de ánimo empeoró: mal humor en mi casa y con mi familia. La dificultad para dormir que había comenzado con la primera charla con él y que sólo sufría los días domingos se extendió a todos los días de la semana. Tenía taquicardia cuando baja del auto y tenía que entrar al edificio. Un malestar general y poca paciencia con los otros compañeros”, relató Malena.
Ante semejante situación de acoso creciente y malestar, Malena decidió que interviniera el sindicato. El acoso sexual paró, pero la incomodidad en el ámbito de trabajo continuó con la otra cara de la moneda que implica el acoso. Alegando ser el director, siguió paseando por todo el sector con total impunidad y metiéndose en la oficina de Malena. Allí comenzó otro tipo de violencia, la violencia laboral.
- Ariel: Y ¿qué hiciste?
- Malena: Después de un año de no entender y de “autoculparme”, decidí hacer pública la situación. Pero no denuncié, solo acusé. Tal vez porque lo único importante era sacarme de encima el problema y volver a sentirme cómoda entre mis mapas y mis cosas. Ese fue un error. Acusar y no denunciar te convierte en sospechosa, deja en el aire el agravio hacia la víctima: las y los chusmas y la morbosidad de quienes se llaman compañeros de trabajo se sienten con la impunidad de decir lo primero que se les cruza por su cabeza sin pensar nada. Comentarios del estilo "esto hay que aclararlo, porque está en juego la honradez de un hombre", "le gusta toquetear, después se le pasa"; "a mí nunca me pasó, y también fui joven", legitima formas sutiles de violencia y acoso.
Cuando los comentarios de agravio y el acoso se volvieron insoportables tuve el mejor de los impulsos: denunciar. Ese acto cambió automáticamente mi rol de "loca histérica", de la intolerante que no sabe diferenciar el acoso del chiste, a otro rol: el de valiente para unos y el de hija de puta para otros.
- Ariel: ¿Estabas sola? ¿No hay Comisiones de género en tu trabajo?
- Malena: Después de la acusación quedé más expuesta que antes, no solo ante el problema del acoso que continuó en la fase más terrible: boicotear mi trabajo, sino que se le sumó la mirada acusadora de compañeros y colegas que me dejaron de hablar o me miraban de reojo. Claro que muchos otros me ayudaron: amigos y amigas de los cuales tengo que estar orgullosa y agradecida por haberme sostenido en esos momentos, y los delegados sindicales. La organización sindical es fundamental. Los delegados de ATE y UPCN superando sus diferencias políticas decidieron apoyarme y acompañarme.
Ariel: ¿Qué hicieron las autoridades?
Malena: Una se enfrenta al sistema patriarcal en todas sus formas. Algunas autoridades me dijeron “esto hay que aclararlo”; otros parecía que mi palabra no valiera para nada y necesitaron leer mi denuncia. En otros casos se molestaron porque decían que había tomado la decisión sola.
La impunidad seguía. Un día llegó a todos los trabajadores del SEGEMAR un mail del acosador diciendo que le había salido la jubilación (que por decisión política lo forzaron a pedir). Mientras la investigación seguía los cauces legales.
Me alegré por haber enfrentado el acoso y la violencia laboral y denunciarlas. La denuncia cambió todo esto. Pero el cambio más radical que generó tiene que ver conmigo misma y con haber comenzado a recuperar mi dignidad como persona y como mujer: ya no me tenía que esconder, ya no sentía vergüenza por algo que no había hecho. Esa fue la sensación de alivio.
Había un sumario que iba a evaluar la situación, y acusado y acusadora estábamos igual de vulnerables, hasta por lo menos que se termine el sumario. Por primera vez estábamos aparentemente en igualdad de condiciones, digo aparentemente porque él era un funcionario y yo una trabajadora contratada por resolución 48 que es un régimen de contratación bastante vulnerable.
-Ariel: ¿Cómo se resolvió finalmente?
-Malena: Hace algunas semanas, luego del casi tres años, me llamaron desde la Dirección de Sumarios del Ministerios de Energía y Minería. Una voz femenina me decía que tenía que ir a notificarme que el proceso había terminado. Me quedé callada, ni respirar podía. "Malena, ganaste", dijo la voz de María Rosa. Rompí en llanto. Cuando estás siendo acosada, la subjetividad y conseguir que te crean se convierte en primordial.
- Ariel: ¿Haciendo un balance de tu situación, que le dirías a las mujeres que están en una situación parecida a la tuya, solas y expuestas?
Malena: Cuando me enteré escribí a todos mis contactos y amigos que había ganado. Todos hicieron la misma pregunta: "¿te dan algo?" Sí, la razón. Nada más inconmensurable y reparador que la razón. Pero para eso hay que denunciar, no acusar. Relato esto para que este caso, el primero en el Estado Nacional, abra caminos para que todas las mujeres nos animemos a organizarnos y a denunciar. Creo que para denunciar hay que organizarse, las trabajadoras deberíamos conformar una especie de comisión de género conformada por varias personas que sean evaluadores del conflicto. Me refiero a comisiones de género como funcionan en los sindicatos y que realizan charlas de información y concientización
Ariel: Vos sabes que en los últimos años se ha desarrollado un gran movimiento por ¡Ni una menos! Quería preguntarte a vos, que te desempeñás como docente en la Universidad, ¿crees que es posible organizar a las mujeres en comisiones de género?
Malena: Creo que en la Facultad se podrían organizar una comisión conformada por todos los claustros que ayude por un lado a contener a la víctima pero también a determinar y solucionar el problema. Digo, las denuncias que son inventadas nos juegan en contra, las mujeres tenemos que ser muy serias y responsables a la hora de denunciar. Una denuncia falsa nos perjudica mucho, muchísimo. Creo que la comisión ayudaría a esta cuestión, a informar cuales son los pasos a seguir, a asesorar a la víctima en cómo conseguir las pruebas, y a contener a las mujeres.
Lo que quiero decir es que muchas veces los espacios en donde hay que formular la denuncia son muy machistas y esto es peor. Cuando cambió el gobierno, un alto funcionarios del Ministerio de Energía y Minería me llamó para que desestime la denuncia porque el acosador se había jubilado, por supuesto que me negué. Este funcionario, que no me dejó entrar con mi compañera, me dijo que debía diferenciar entre el acoso y el chiste "vení y sentate en mis piernas" ¿esto es un chiste? Entonces, digo, la Comisión podría llegar a evitar este tipo de situaciones conteniendo y asesorando a la víctima. Porque una vez que pasa el acoso y la violencia laboral que genera, ya no hay vuelta atrás, por más que el acosador se vaya el malestar en ese espacio de trabajo continúa. Yo me terminé yendo del SEGEMAR porque la espacialidad que se generó es incomoda. Por eso creo que hay un antes y un después del acoso. La comisión podría informar y actuar seriamente y no banalizando las actitudes. Y organizaría la fuerza de las mujeres.
*Ariel Aramayo es docente y compañero de catedra de Malena en la UNLP.