Luego del rechazo del Senado, el aborto seguirá siendo clandestino. En paralelo a esa realidad, asistimos a una lección de historia con notable protagonismo juvenil. Profundizar la pelea por el aborto legal y la separación de la Iglesia del Estado son tareas inminentes.

Myriam Bregman @myriambregman
Lunes 13 de agosto de 2018 14:31
Foto: Marcelo Scoppa/Enfoque Rojo
Como pocas veces en la historia, amplios sectores de la sociedad asistieron el miércoles pasado al lamentable espectáculo que brindó la casta política ante el reclamo de legalización del aborto, dándole la espalda a esta demanda histórica. El rol que desempeñó el Senado y los partidos que lo integran, con una notoria influencia clerical, fueron una muestra de ello: quedó claro que esa institución tiene como objetivo trabar cualquier medida progresiva que se cuele en la Cámara de Diputados, producto de la presión popular.
La composición de la Cámara alta no respeta siquiera una elemental representación poblacional: los 38 senadores que votaron en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, representan a 17 millones de habitantes mientras que los 31 que votaron a favor representan a 21 millones. Además, solo acceden al Senado los dos partidos mayoritarios de cada provincia. No hay lugares siquiera para algunas minorías. De esta manera las provincias dominadas por las oligarquías de empresarios y terratenientes, estrechamente ligadas a la jerarquía de la Iglesia y profundamente conservadoras, donde se hallan los mayores índices de sometimiento hacia las mujeres, pesan cualitativamente respecto a las provincias que tienen más habitantes y concentran a las mayorías urbanas y con mayor composición de sectores medios y trabajadores.
Como alertamos desde el primer momento desde el Frente de Izquierda, no era simplemente una cuestión de argumentos. A los 72 senadores que se arrogan la representación de millones, les debíamos imponer la ley con la más amplia y masiva movilización: el único lenguaje y los únicos motivos que pueden entender quienes cotidianamente votan leyes a espaldas de nuestros intereses.
Para vencer la militancia persistente y fanática alentada por las cúpulas de las Iglesias organizadas para arrebatarnos la victoria lograda en Diputados, que se dedicó a movilizar en las provincias y a realizar todo tipo de “operaciones” apoyándose en los sectores más reaccionarios , esa era y sigue siendo la mejor herramienta y la mejor salida. Nuestra organización, junto a los millones que acompañan este reclamo elemental, y nuestra movilización en las calles.
El anticipado apoyo de la cúpula de la Iglesia Católica para las futuras elecciones de 2019 cumplió su papel. Ningún gobernador ni senador iba a "quedar mal" con quienes conducen esta institución milenaria. Por eso, entre otras cosas, no hubo quién sacara a la luz lo que pasaba en esos palaciegos pasillos y alertara de lo que se cocinaba a fuego lento. También contribuyeron a ello los pastores que conducen las iglesias evangélicas, que condicionaron su apoyo a futuras elecciones en base al rechazo o no del proyecto de ley.
Parece que finalmente la realidad le dio la razón a Elisa Carrió, que señaló que Macri había habilitado el debate de la ley “porque pensaba que no salía”. Así lo demostró también el comportamiento de los senadores que integran el bloque de Cambiemos, comenzando por el rol que jugaron la vicepresidenta Gabriela Michetti junto a Federico Pinedo, Esteban Bullrich y Silvia Elias de Perez, que estuvieron al frente de las operaciones y maniobras para impedir la ley.
Hasta Cristina Kirchner, que votó por el sí, pidió a la juventud movilizada por el derecho al aborto que “no se enoje” con la Iglesia. La CGT y quiénes tienen la posibilidad de parar el país por nuestro reclamo, también jugaron su rol, cuando lo que estaba planteado era llenar las calles, semana tras semana, por el derecho de las mujeres a decidir. Mientras, desde la izquierda alertábamos, después de la media sanción, que los sectores conservadores se iban a preparar para bloquear la victoria en el Senado.
En ese contexto, el resultado terminó siendo el rechazo a derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y por lo tanto, la continuidad del aborto clandestino.
En paralelo a esa realidad, asistimos a una lección de historia. La que construyen las pibas con sus aspiraciones de igualdad, la que construyen los jóvenes que se autoconvocaron por centenares de miles en todo el país, que, a pesar de las terribles condiciones climáticas sacudieron la ciudad con una marea verde que fue diez veces más grande que la escuálida celeste, compuesta mayoritariamente por varones movilizados por el aparato de las Iglesias.
Ellas, ellos, entraron a la vida política. Y por eso, al día siguiente de la votación, el pañuelo verde seguía en la calle.
Apostamos a que se queden y revolucionen todo. A que, junto a las trabajadoras, que serán las primeras en sufrir las consecuencias del acuerdo de Macri con el FMI, seamos la avanzada en la lucha por todos nuestros derechos
El Frente de Izquierda tiene el orgullo de poder demostrar coherencia en esta pelea, en poder demostrar que no hay especulaciones políticas. Pero no nos alcanza, queremos que la marea se transforme en tsunami, queremos nuestro derecho a decidir, queremos conquistar el derecho al aborto legal seguro y gratuito.
Vamos por la separación de la Iglesia del Estado, para que las religiones sean una cuestión del ámbito privado y no se inmiscuyan en la salud y la educación. Vamos por educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal seguro y gratuito para no morir.
Vamos a redoblar la organización y la lucha contra el patriarcado y contra este sistema capitalista que lo sostiene.
De las calles, ¡no se va nadie!

Myriam Bregman
Abogada en causas de lesa humanidad. Fundadora e integrante del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH). Diputada nacional (MC) y dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Intervino en numerosos juicios contra los genocidas de la última dictadura militar, como el de Etchecolatz, Von Wernich y la megacausa ESMA. Fue abogada de Jorge Julio López y una de las impulsoras de la lucha ante su desaparición. Impulsó, junto a trabajadores de Pepsico y Kraft-Mondelez, la denuncia por el espionaje ilegal de la Gendarmería, conocido como "Proyecto X".