Los juegos de Rio de Janeiro serán los cuartos y últimos juegos de un grupo de jugadores que dejaron una huella imborrable en la historia del deporte en Argentina.
Miércoles 3 de agosto de 2016
Cuando allá por el 2002, unos pibes que promediaban los 25 años, dieron la gran sorpresa al vencer por primera vez a una selección de básquet de Estados Unidos formada por jugadores de la NBA, ni el más optimista de los Argentinos imaginaba lo que se venía. Y más aún cuando en la final, la poderosa Yugoslavia, con ayuda de los árbitros, les arrebataba el título mundial.
Pero estos pibes no eran normales, y dos años más tarde, en lo que marcó el debut olímpico para todos ellos, ya tomaban venganza en el debut, frente a los serbios (Ex Yugoslavia) venciéndolos sobre la campana con una palomita inolvidable de Manu Ginobili. El equipo avanzó, volvió a enfrentarse a EE.UU, esta vez en una semifinal, y nuevamente logró lo que nadie antes, eliminar a una selección compuesta por jugadores de la NBA, para luego derrotar a Italia y alzarse con el oro Olímpico.
Ese día se volvieron leyenda, pero ni los grandes flashes, ni los contratos multimillonarios los obnubilaron, volvieron cuatro años más tarde, para lograr el bronce en Beijing, y para pelear hasta el último minuto una medalla en Londres 2012, logrando mantenerse en la elite durante todo ese tiempo, en un deporte altamente competitivo, donde las potencias, a excepción de EE.UU, se van turnando entre los primeros puestos.
Pero lo que parecía terminado, tendrá un capítulo más, porque cuatro de esos doce jugadores así lo quisieron, porque Scola, el gran capitán, el abanderado de la delegación, el que más veces vistió la celeste y blanca, dijo presente. Porque el alma dentro del alma, el Chapu Nocioni, quién con 36 años ganó el Europeo de Clubes (la Champions del Basket) dijo presente. Porque Delfino, aquel pibe de Santa Fe, que hace tres años que no juega al básquet, siete operaciones de por medio, dijo presente y juega como si no hubiera dejado nunca. Y porque Manu, el de los cuatro anillos en la NBA, el mejor basquetbolista Argentino de todos los tiempos y en el Top Five de los deportistas nacionales, dijo presente.
Ya tuvieron su merecida despedida por el país, mostrándose vigentes contra los mejores del mundo, dándole la oportunidad a quienes nunca tuvieron la chance de verlos de estar ahí, de sentirlos bien nuestros, de recordar sus hazañas, de recordar a sus compañeros, a los que no están, pero están, como Oberto, Pepe, Montecchia, Hermann, Sconochini, Gutierrez, Fernandez, Wolkowysky. Los que no llegaron a calzarse el oro pero fueron parte, como Victoriano, Palladino, Prigione, y los que prometen agrandar la leyenda, como Campazzo, Laprovittola y la nueva generación.
Ahora sólo resta disfrutar su última función, ponerse de pie, aplaudir y, por qué no, derramar alguna lágrima cuando la chicharra marque el final, ya sea en un partido por medalla, en un cuarto de final, o hasta en la fase de grupos. Ya cumplieron, todo lo que nos dieron este último tiempo estuvo de más, ya son grandes, ya son gigantes, ya son y serán, la mejor selección Argentina de todos los tiempos.