Elementos del Grupo de Operaciones Especiales (GOPES) detuvieron a 8 personas presuntamente vinculadas con la masacre del 19 de junio en Reynosa, Tamaulipas, en la que fueron asesinados más de 15 civiles.
Miércoles 30 de junio de 2021
La Secretaría de Seguridad Pública comunicó que, entre las personas que fueron detenidas, se encuentra Iván Alejandro “N” alias “La Vaca”, presunto jefe de plaza del Cártel del Golfo (CDG) en la ciudad de Río Bravo. Además, “La Vaca” sería un blanco de la Fiscalía General de Justicia del estado desde el 2019 por múltiples delitos, considerándolo un objetivo prioritario y por el cual ofreció una recompensa de dos millones de pesos.
Según las autoridades del estado, este personaje es el responsable de generar el clima de violencia que sufre la región Reynosa-Río Bravo-Matamoros en los últimos meses. Hay que mencionar que dicha región es peleada por otros dos grupos, además del CDG: el cartel del Noreste y el Cártel de los Zetas Vieja Escuela.
A propósito, esta región resulta demasiado “caliente” por ser un enclave estratégico para el comercio con Estados Unidos debido a su condición de ciudad-frontera. Por ejemplo, ya la periodista Ana Lilia Pérez, en su libro “El Cártel Negro”, reportaba cómo a lo largo del estado de Tamaulipas los grupos delictivos se hicieron poderosos gracias al trasiego clandestino de hidrocarburos –también llamado “huachicol”— hacia el vecino del norte, con la complicidad de la Defensa Nacional y funcionarios y charros de PEMEX. Incluso, la ciudad de Reynosa es calificada como un punto estratégico internacional para el tráfico del fentanilo hacia Estados Unidos.
Ahora bien, es necesario preguntarnos a qué obedece este ataque cobarde contra la población, que se da en el contexto post electoral. ¿Existe relación entre el resultado electoral y la masacre? ¿Hay nexos causales entre dicha masacre y el juicio contra el gobernador Cabeza de Vaca? Si bien, estas preguntas no se responden en lo inmediato, dan pautas que permiten indagar respecto al aire de violencia que se respira en el estado.
Con todo, tampoco se descarta que sea una mala jugada de parte de los autores intelectuales del crimen. Es decir, también es probable que la matanza perpetuada haya sido un síntoma de desesperación por la situación en la que dicho grupo se encuentra, tanto respecto a otros cárteles como respecto al Estado, sin medir las consecuencias políticas que se derivaron.
Por lo pronto, no tenemos que escatimar, como clase obrera, en repudiar y denunciar activamente la forma en que políticos y empresarios coludidos con el narcotráfico han hecho de nuestro país un campo de batalla para defender sus propios negocios. No hay que obviar cómo en Tamaulipas, el sindicalismo de protección patronal impuesto por los grandes empresarios desde la década de 1990 se transformó en pieza clave para la consolidación del crimen organizado, debido a que dichos dirigentes sindicales “blancos” aprovecharon la impunidad que el poder les otorgaba para ensanchar sus tentáculos hacia actividades delictivas como la extorsión, el secuestro y el tráfico de drogas.
Finalmente, no ha existido un cambio sustancial entre la política llevada a cabo por los gobiernos neoliberales y la política de la 4T en materia de militarización, pues ésta sigue perpetuándose y profundizándose. También, como escribíamos aquí, “siguen perpetuándose los lazos entre el crimen organizado y los altos funcionarios una y otra vez se vieron expuestos. Mientras tanto las muertes las pone la clase trabajadora”.