Dos condiciones que los empresarios necesitan para alcanzar una devaluación “exitosa” a costa de los trabajadores. De índices “Big Mac”, recesión y salarios. Hay fuerzas para conquistar otra salida.

Lucía Ortega @OrtegaLu_
Sábado 15 de septiembre de 2018
¿Quiénes están detrás de la devaluación, gobierno o “mercados”?. A pesar de denominarlas “corridas cambiarias”, como si el alza del dólar fuese meramente fruto de la actividad propia de los mercados financieros “que no supieron entender el mensaje del gobierno”, este último salió recientemente a festejar el nuevo “tipo de cambio competitivo” y a asegurar que el nivel actual es similar al del año 2003. Esa referencia no es casual, se trata del período en el que se reinició un ciclo de alta rentabilidad capitalista sobre la base de un ajuste brutal sobre los trabajadores.
De esta forma el gobierno sugiere que “no hay mal que por bien no venga”, prometiendo a las grandes patronales que las condiciones alcanzadas pueden ser favorables para iniciar un nuevo ciclo de alta rentabilidad. Pero el asunto no es tan sencillo ya que debe para ello ir al choque con aquello que hasta ahora no pudo quebrar: la relación de fuerzas con la clase trabajadora.
El escenario actual presenta un dólar que pasó de cotizar a $ 18 en diciembre pasado a estar hoy por encima de los $ 40, una devaluación de más de 120 % en sólo 8 meses y que todavía no está cerrada. Por su parte, los precios en promedio treparon a ritmo fuerte pero muy por detrás del dólar, acumulando 24, 3 % hasta agosto, con un pronóstico probable de superar el 40 % de inflación a fin de año. Por último los salarios según Indec crecieron solo 9,2 % hasta junio y puede estimarse que habrían tenido entre un 14 % y 15 % de aumento acumulado hasta agosto. De conjunto, las paritarias se negociaron este año apenas por encima del techo del 15 % que intentó imponer el gobierno, aunque otros acuerdos cerraron más alto, en torno al 25 % anual (docentes universitarios) o incluso los trabajadores aeronavegantes con una conquista de 41 %.
De manera que el resultado parcial es el de un duro golpe de los dueños del capital hacia la clase trabajadora, contrayendo los salarios en dólares y en términos de su poder adquisitivo local. Lograron imponer una fuerte devaluación en poco tiempo, que a su vez supera con creces el ritmo inflacionario y también esta última se mantiene en niveles superiores a los incrementos de salarios. Estos diferenciales de precios relativos son el primer objetivo buscado, pero la verdadera efectividad de la devaluación todavía está por disputarse.
El temor empresario al “pass through”
El abrupto salto en el tipo de cambio es una condición necesaria pero no suficiente para el festejo de los empresarios, en particular para el capital concentrado.
Las ventajas de la devaluación para la acumulación capitalista en el espacio nacional se producen gracias al abaratamiento de los productos de origen local en términos de moneda mundial (dólares), lo que implica una “competitividad” inmediata tanto para su venta en el mercado externo como para su competencia a nivel interno con productos importados. Son por ello los exportadores y aquellos que producen bienes transables para el mercado interno los principales capitales beneficiados.
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Hasta qué punto llega ese abaratamiento vale mirar, como hacen los analistas burgueses, al tradicional índice Big Mac (precio de la hamburguesa en dólares). El sándwich en EE.UU. cuesta U$S 5,5, en Uruguay y Brasil sale U$S 4,47 y U$S 4,40 respectivamente, en Chile U$S 4,05 y en Argentina, U$S 2,60.
Pero lo que realimente observan tales analistas no es el índice “Big Mac” sino el índice de salario en dólares. Con gran apetito se deleitan al ver que un salario promedio en Argentina pasó de valer U$S 1.400 a U$S 730 en tan sólo unos meses.
El temor de los empresarios es que la fiesta se haga agua a poco de empezar. Dicho de otra forma, que los diferenciales de precios favorables obtenidos mediante la devaluación se licúen rápidamente con la suba de precios. Los economistas del mainstream suelen denominar a este efecto el “pass through”. De su duración, en definitiva, depende el éxito de la devaluación como mecanismo circunstancial para garantizar las ganancias capitalistas en el país.
La desconfianza en poder extender en el tiempo los márgenes entre devaluación, inflación y salarios comenzó a expresarse esta semana. En los medios circularon las distintas estimaciones de las consultoras privadas y los grupos financieros internacionales de cuál será la velocidad del traslado a precios, y auguran que “el actual nivel del tipo de cambio nominal no sería sustentable ni de equilibrio, fuera del corto plazo”. El banco Goldman Sachs aconsejó que el peso estaba barato y debía seguir estándolo durante las primeras etapas del ajuste macro. Por lo bajo, todos temen por la emergencia de los trabajadores en reclamo de la reapertura de paritarias.
La relación entre devaluación, inflación y salarios en la Argentina
El proceso inflacionario abierto tras el salto en el tipo de cambio se apoya en una serie de factores concatenados que se explican por la disputa capitalista desatada para captar los beneficios de la devaluación (para una explicación detallada ver Paula Bach: Sobre devaluaciones “exitosas” y recesiones y Esteban Mercatante: La economía argentina en su laberinto)
En primer lugar radica en las propias consecuencias de la misma, ya que si bien se abaratan los productos locales en términos de dólar, también se encarecen los productos importados, y como la estructura productiva atrasada en Argentina (con sectores altamente competitivos como el agro) se caracteriza, entre otras cosas, porque la producción de mercancías contiene un alto porcentaje de componentes importados, el traslado a los costos internos es relativamente inmediato.
Ante el incremento de precios de los componentes importados, el afán de los capitalistas por no perder la ventaja relativa conlleva a recurrir al incremento del precio de sus productos. Algunos análisis indican que entre el 30 % y 40 % de la devaluación se traslada a precios en el corto plazo por la vía de las importaciones.
Asimismo, una parte del precio de los bienes producidos nacionalmente está compuesta por bienes y servicios nacionales, en los que inicialmente su precio se mantiene constante en pesos y se abarata en dólares. Pero los efectos anteriores comienzan a impactar también en el encarecimiento de este componente.
Naturalmente, de la capacidad de cada sector empresarial para elevar sus precios frente a otros capitalistas en cada eslabón de producción deviene la distribución entre las fracciones de clase de la rentabilidad derivada de la devaluación frente a los salarios.
En ese contexto inflacionario, los trabajadores deben buscar mantener su poder adquisitivo, como mínimo, obteniendo un incremento de salarios que iguale el aumento de precios internos. Pero aquí radica la clave del asunto, porque si los trabajadores lo conquistan, para los dueños del capital disminuirá el beneficio en la misma proporción que aumenta el precio de sus componentes importados.
Por lo tanto, sólo tiene sentido todo el proceso, desde el punto de vista capitalista, si se impone una reducción del salario real. “En términos marxistas, el éxito de una devaluación depende en última instancia de la posibilidad de los dueños del capital de apropiarse una tajada mayor de plusvalor”, señalaba Paula Bach.
La dinámica de esta competencia entre capitales por apropiarse de los diferenciales de precios y no ceder ni un centavo de ganancia adicional culmina naturalmente en una licuación de las ventajas de la devaluación, retornando eventualmente a los niveles de tipo de cambio real que había en primera instancia.
La apuesta del gobierno y la lucha de clases a flor de piel
Si la devaluación puede ser entonces un preciado tesoro capitalista, sólo lo es en la medida que pueda “saquear” una mayor cuota de trabajo realizado por el obrero e incrementar el plusvalor que se apropia. Es decir, a costa de atacar el salario y las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Hecha la estocada inicial bajo la forma de “corridas cambiarias” que llevó a una depreciación del peso, el desenlace final dependerá de la posibilidad de los capitalistas de torcer la relación de fuerzas entre las clases que asegure un freno a los salarios y también a los precios.
De manera que, en este contexto de crisis abierta, una de las formas a las que está de hecho acudiendo el gobierno para evitar que se pierdan brevemente las ganancias conquistadas por la devaluación, es propinar un nuevo golpe: la recesión.
Este recurso tiene varias intenciones. De una parte, atacar el déficit en cuenta corriente para conseguir más dólares, aunque ya en su seno es limitado por tanto se trata sólo de una de las vías por las que se pierden divisas, dejando intacta la sangría de dólares por pagos de deuda y fuga de capitales, entre otras. En segundo lugar, atenuar la disputa capitalista por captar los márgenes de ganancia de la devaluación mediante la suba de precios al interior de los encadenamientos productivos. Pero fundamentalmente, tiene la finalidad de disciplinar a la clase obrera en su pelea por evitar la destrucción salarial, mediante el incremento del desempleo.
Sin embargo, para que la recesión sea lo suficientemente efectiva, bajo este esquema supondría una magnitud y profundidad que poco se condicen con la actual condición en que se encuentran las fuerzas de la clase trabajadora, como demostró con toda firmeza por ejemplo en diciembre pasado en las calles enfrentando la reforma previsional de Cambiemos, o como se muestra en distintas conquistas obreras alcanzadas a base de una fuerte combatividad como la de los trabajadores de Astillero Río Santiago.
La salida planteada desde arriba como “inevitable” y “única” (devaluación y recesión, con más endeudamiento y sumisión al imperialismo) vuelve a dejar expuesto que el capitalismo argentino no puede sobrevivir si no es a costa de una mayor degradación de las condiciones de vida del pueblo trabajador. Es posible derrotar los planes de ajuste feroz y levantar otra salida a la crisis, por medio de la movilización obrera y popular que, en pos de defender el salario real, exija no sólo la reapertura de paritarias sino también la escala móvil de los salarios y el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles.
Es necesario pelear por un paro activo nacional ahora mismo, no alcanza con medidas para “desgastar” al gobierno o esperar al 2019 para ilusionarse con un recambio que continúe o profundice los planes de los dueños del capital. La ofensiva del imperialismo y el capital financiero sólo puede derrotarse si se ponen en movimiento todas las fuerzas de la clase trabajadora, con un plan de lucha que culmine con una huelga general para frenar el saqueo y sacar al país de la decadencia nacional.
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Lucía Ortega
Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.