Mientras el Ministerio de Desarrollo Productivo Nacional celebra los derechos de propiedad intelectual porque fomentan “la innovación y la creatividad”, el monopolio de las patentes de las vacunas contra el Covid-19, impide su producción y distribución masivas en todo el mundo.
Lunes 26 de abril de 2021 22:10
Lorena Di Giano, directora ejecutiva del Grupo Efecto Positivo (GEP) y abogada especialista en derechos de propiedad intelectual, y coordinadora de la Red Latinoamericana por el acceso a medicamentos, entrevistada por Diego Genoud en Fuera de Tiempo, explicó de qué se tratan las patentes: “La patente es un monopolio porque otorga derechos exclusivos. Es un título que otorga el Estado al titular de la patente por el cual otorga derechos exclusivos por 20 años; en los cuales solamente el titular de la patente puede usar producir y comercializar lo que está patentado".
Como afirma la directora ejecutiva del GEP, sino fuera por las patentes, varios países del mundo podrían estar produciendo millones de dosis: "A raíz de esta apropiación de las tecnologías que hacen las compañías farmacéuticas gracias a las patentes, no se está dando la transferencia de tecnología para utilizar la capacidad de producción que tenemos, instalada a nivel global.”
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El sistema de patentes en la industria farmacéutica se originó en el marco de la Organización Mundial de Comercio, a partir de la firma del acuerdo "Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC)". Lorena Di Giano explica que fueron las corporaciones farmacéuticas -principalmente estadounidenses y europeas- las que presionaron para lograr la firma del acuerdo, con el fin de que los monopolios de las farmacéuticas se reconocieran globalmente, y concluye que el sistema de patentes, “no hizo más que transformar en mercancía a los medicamentos, a las vacunas, a los insumos que necesitamos para la salud”.
En lugar de promover la innovación, la creatividad y el progreso, el monopolio de las patentes hoy profundiza el impacto desigual de la pandemia a nivel global: entre 10,15 países concentran el 80 % de las dosis, mientras 130 países aún no recibieron ni una sola dosis. El monopolio de las patentes por un puñado de países ricos, impide la distribución de las vacunas en los países más pobres. La posibilidad de acceder a las vacunas, por lo tanto, se encuentra condicionada por el poderío de la industria farmacéutica.
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Por otro lado, las patentes permiten que los laboratorios se apropien de años de investigación financiada con recursos públicos que permitieron el descubrimiento de la fórmula de la vacuna (Oxford/ Astrazeneca), como evidenció una investigación publicada por The Guardian. En Argentina, las patentes permiten que el laboratorio Richmond se apropie tanto de las ganancias que genera la producción de vacunas como de la transferencia tecnológica, si bien el financiamiento fue estatal.
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Desde la Red Latinoamericana por el acceso a medicamentos, impulsan una campaña a nivel internacional para liberar las patentes, y llaman a los diferentes países a discutir en el marco de la Organización Mundial del Comercio, la suspensión de la propiedad intelectual de manera temporal mientras dure la pandemia, no solamente de las patentes, sino también del copyright, información no divulgada, tecnología para Covid-19,y otro tipo de derechos de Propiedad Intelectual contemplados en el acuerdo internacional.
La exigencia para liberar las patentes, que aumenta su apoyo a medida que se acerca el colapso sanitario, plantea un problema político clave en la Argentina: contando con laboratorios con capacidad para producir el principio activo de la vacuna (mAbxience de Hugo Sigman) y para envasarlo (laboratorio Richmond de Marcelo Figueiras), el Gobierno Nacional continúa privilegiando los intereses privados de los laboratorios.
Así, el laboratorio Richmond producirá de manera privada la vacuna Sputnik V luego de recibir créditos del Estado por más de $ 29 millones. En el caso del laboratorio mAbxscience, la producción se exportó a México. Mientras tanto, aún se desconoce el destino de la futura producción del laboratorio Richmond, ya que los términos del acuerdo son secretos e impiden su público conocimiento.
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Los laboratorios de todo el mundo defienden las patentes porque permiten el monopolio de los beneficios que genera la industria farmacéutica. En medio de una pandemia de escala planetaria, la lógica del sistema capitalista hoy protege la propiedad intelectual a costa de la vida de millones de personas. Lejos de innovar, las patentes limitan la posibilidad de poner todo el conocimiento de la humanidad al servicio de la emergencia sanitaria.