Este 10 de mayo se celebró el día de la madre, el comercio extiende la fecha durante todo el fin de semana en lo que conciben como “su segunda navidad”, pero, más allá de flores y chocolates, ¿qué es lo que realmente desean las mamás?
Lunes 13 de mayo de 2019
Se avecina el día, pregunto con algunas semanas de anticipación ¿cuándo es el día de la madre? ¡No se me vaya a pasar! La preocupación ya no es por qué regalo comprar después de un hipotético paseo por un mall cercano, no. La preocupación es guardar tiempo para pasar un nuevo momento con ella. El tiempo es un problema para mí y también para ella, y para ellas.
No son solo las labores de cuidado al interior del hogar, es también la jornada laboral afuera, en fábricas, liceos, hospitales y centros de salud, el retail y un largo etcétera. Es que un 48,5% de las mujeres tiene que hacer frente a lo que se llama una “doble jornada laboral” y, de todas ellas, un 31,9% se desenvuelve en el mercado informal sin derecho a salud, a pensiones y otros derechos básicos. El resultado es más trabajo, menos tiempo libre, menos tiempo para ellas y sus sueños.
Sumado, las enormes brechas salariales que se traducen en bajos sueldos para una gran mayoría, obligan a las mujeres a aumentar la jornada laboral con horas extra y jornadas excepcionales de trabajo. Para mejorar sus condiciones de vida se ven en la obligación de realizar un trabajo de esclavo, sacrificando tiempo y libertad.
Pero no se detiene acá, al tiempo de la promoción comercial del día de la madre, cuando los medios están más preocupados de la nueva foto del hijo de Meghan Markle y el príncipe Harry, el gobierno de Sebastián Piñera impulsa una reforma laboral que en nada beneficia a las y los trabajadores, con demagogia dice que se podrán acordar nuevas jornadas laborales (sin reducción de horas). Es que saben más de la vida de los reyes de Inglaterra que de lo que vivimos día a día: cesantía, jornadas extenuantes, dos o tres horas invertidas en locomoción y ninguna posibilidad de decisión frente a un régimen laboral que funciona autocráticamente al interior del espacio laboral, con un entramado legal cada vez más dispuesto a beneficio de los grandes empresarios. Siendo realistas, ¿qué porcentaje de trabajadores puede acordar con el empleador cómo organizar la jornada laboral? Es pura demagogia.
Ya sabemos, la precariedad del trabajo y la vida no se resuelve con más chocolates, este es un lugar común y conquistado tras el enorme movimiento de mujeres que irrumpió en todo el mundo, hasta en CNN Chile, del grupo Turner, se difundió una encuesta el día viernes que mostraba que las mamás ya no querían chocolates ni flores, sino tiempo: tiempo para ellas, tiempo para el ocio, tiempo libre para el descanso, la fiesta, la risa, la creación.
Tiempo que puede ser destinado a “la satisfacción de las necesidades espirituales y sociales”, como decía Marx, quien continuaba exponiendo en los Manuscritos Económicos Filosóficos que “para cultivarse espiritualmente con mayor libertad, un pueblo necesita estar exento de la esclavitud de sus propias necesidades corporales, no ser ya siervo del cuerpo. Se necesita, pues, que ante todo le quede tiempo para poder crear y gozar espiritualmente. Los progresos en el organismo del trabajo ganan este tiempo. ¿No ejecuta frecuentemente, en la actualidad, un solo obrero en las fábricas algodoneras, gracias a nuevas fuerzas motrices y a máquinas perfeccionadas, el trabajo de 250 a 350 de los antiguos obreros?”. Con el avance tecnológico, ¿cuánto habrá aumentado esta relación que ya en tiempos de Marx había dado un salto enorme sembrando las posibilidades objetivas de la liberación de toda la humanidad de la explotación laboral, la nueva de esclavitud moderna?
Para el gobierno la gran mayoría de las mamás (de la clase trabajadora, claro está) sometidas a la explotación laboral y al trabajo doméstico no remunerado, deberán seguir aceptando chocolates, porque más tiempo no habrá. Para nosotras y nosotros, la pelea por el tiempo libre y por reducir la jornada laboral a 5 días, 6 horas a la semana, con salarios mínimos igual a la canasta básica familiar debería ser una lucha esencial, comenzando por rechazar la farsa de la reforma laboral.